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domingo, 19 de enero de 2014

PATRÓN *

Respondiendo a vuestra amable invitación voy a intentar bucear por los escollos de mi alma. No sé si responderá mi artículo a vuestras expectativas, a eso que, ingenuamente, pretendéis de mi modesta pluma.

Es vuestra sugerencia que escriba sobre Jesús, sobre Nuestro Padre Jesús del Perdón, Patrón de Manzanares; sobre esa imagen venerada por todos los manzanareños presentes y ausentes; sobre esa impresión que se desprende de sus ojos mezcla de dolor y mansedumbre; sobre esas inmensas oleadas de penitentes que le siguen en su víacrucis con el corazón estremecido por el favor recibido y con los pies descalzos en señal de sacrificio. Me sugerís, estimo,  que hable sobre algo a lo que no alcanzo. Y utilizando aquellas palabras salidas del alma del centurión, que aún a sabiendas de la distancia que le separaba del Maestro, suplicaba por la salvación de su hijo, os diré, como él, que no soy digno.

Porque no se trata de escribir un artículo más o menos circunstancial para llenar las páginas de un programa conmemorativo; se trata de dejar constancia de una autenticidad que no poseo, de una fe que no me alcanza, de un culto que no practico. Y ante esta situación, cualquiera de las personas  que humildemente se acercan hasta su altar a besar su pie desnudo, podría expresar, de una manera más directa, ese sentimiento de patronazgo con el que Nuestro Padre Jesús del Perdón es venerado.

Yo, y en esto puedo basar mi escrito, me siento más cercano al Jesús Hombre; a esa historia de entrega por una causa que él consideró justa, a ese deseo de asumir en propia carne las culpas de los demás; de esos demás que le consideraban loco, o profano, o peligroso; a esa visión del sentido de la vida, a esa dimensión profunda que emanaba de sus actos o de sus palabras.

Porque ese Hombre fue grande no por ser Dios, sino por ser Hombre, que también Hombre puede escribirse con mayúscula; por asumir el riesgo de su propia convicción; por saber renunciar a lo que de placentero podía ofrecerle la vida, en busca de una identidad consustancial con aquello que predicaba; porque no fue profeta en su tierra; porque fue humilde con los humildes y supo elevar el tono  con los soberbios; porque oró desde el miedo; porque sufrió una muerte injusta; porque, en definitiva, pasó por la vida dejando una honda huella humana
.
Si su muerte no hubiera sido cruenta, posiblemente, su historia se hubiera diluido como la de tantas otras víctimas que en una entrega generosa, intentado seguir sus pasos, han dejado su vida en lugares inhóspitos a manos de un fanatismo ciego; me vienen a la memoria organizaciones como Médicos Sin Frontera, Basida, Unicef, Manos Unidas, Cáritas...y tantas otras  integradas por hombres y mujeres que sienten que su misión comienza en la mirada de unos ojos inocentes que ni siquiera saben preguntarse el porqué de su infortunio; que cuidan a los enfermos terminales de Sida o a los drogodependientes incapaces de salir de su infierno; o intentan metas de supervivencia, de alfabetización, de adaptación de medios.. Sí, me pedís que escriba sobre Jesús. Y yo espero haberos complacido haciéndolo de esta manera. Porque no es mi mirada profana ni mi sentimiento impío. Simplemente os hablo de lo que a mí me sugiere su imagen caminando por nuestras calles en un último intento de predicar en el desierto; en el desierto de unos oídos que no entienden ni su mensaje ni su compromiso. Porque no es el hecho de salir en procesión, o el ornato de una bella carroza, o la imaginería que supo cincelar la expresión de la bondad, o ni tan siquiera este rimero de sentidas palabras, el fin último de su sacrificio.

Su voz está ahí. Su palabra está ahí. Cristo está ahí. En esa legión de almas que entendiendo su mensaje dejan todo para dedicarse a los más desposeídos; en las voces que surgen reclamando coeficientes para crear infraestructuras en países subdesarrollados; en los gobiernos que intentan hacer una justicia distributiva que libere al ser humano de la tiranía de la miseria... En todos estos actos está Cristo Vivo, Cristo Hombre; nuestro Patrón, pero también nuestro hermano.
Porque es cierto el mensaje: Cristo no murió. Aún habita entre nosotros y sigue desgranando su palabra de amor sobre los hombres.

Y termino con un tríptico de sonetos robados a la inspiración:


         I


Un año más aquí, sobre tus pasos,
persiguiendo la luz de tu mirada.
Un año más en esta encrucijada
de dudas, esperanzas y fracasos.

Cuesta llegar a Ti. Tantos ocasos,
oscurecen Tu eterna madrugada
que queda a contraluz, desdibujada,
la imagen de tus íntimos traspasos.

Traspaso, la crueldad en tu tortura.
Traspaso, el veredicto en tu condena.
Traspaso, la ignominia en tu persona

Era tu Cruz, Señor, sobre la escena,
se ha quedado flotando la amargura
y refleja el escarnio tu corona.

II

La Luna alumbra el haz de este cortejo
que en procesión te sigue hasta el calvario
en un gesto de amor, que solidario,
quiere hacerse dolor por tu reflejo.

Hoy tiene su plegaria como un dejo
de infinita tristeza. Es necesario
que regreses a un mundo que a diario
necesita tu voz y tu consejo.

Dijiste luz, y abundan los abismos.
Dijiste amor, y hay odio en las miradas,
dijiste paz y hay pífanos de guerra.

Si aún la vida se nutre de egoísmos.
Si aun hay  almas que están atribuladas.
¿Cuándo vuelves, Señor, por esta tierra?.

III

Estás en oración, sobre la noche
se perfila la Cruz de tu tormento,
tienes triste la voz, estás sediento
y te brotan palabras de reproche.

¡Quieres vivir!, presientes el derroche
de vida que se escapa por tu aliento,
y pesa como losa el mandamiento
con el que has de poner humano broche.

¡Padre!, suplicas. Y la noche calla.
¡Padre!, y se llena de dolor tu acento.
¡Padre!, y el alma se te va en el grito.

Mas aún no está salvada la muralla
que te habrá de llevar al aposento
desde el cual se divisa el infinito..


*Escrito con motivo de la celebración de la festividad de Nuestro Padre Jesús del Perdón