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domingo, 30 de marzo de 2014

EL BULEVAR DEL RECUERDO.


 Nunca sabrían por qué extraño designio, se encontraron, nuevamente,  en aquel lugar. Era noche cerrada cuando el tren se detuvo en la solitaria estación- una de las que conformaban la línea Madrid-Cádiz  y no pudieron apreciar- desde su posición en los vagones de cola- la pancarta iluminada con el nombre de la población. Transcurridos quince minutos, el revisor les comunicó que como consecuencia de un descarrilamiento ocurrido unas horas antes, la vía estaba cortada y no podía precisar el tiempo que duraría la parada. Se suponía que en un plazo máximo de tres horas el problema estaría resuelto, razón por la cual, y dado que la población contaba con escasos alojamientos, consideraban lo menos perjudicial para los viajeros que, éstos, esperaran en el mismo compartimento, o paseando por los cercanías. el curso de los acontecimientos.

Marta y Pedro, eran un matrimonio de mediana edad; rondando los cincuenta , Pedro conservaba un cierto aire juvenil en su semblante y Marta, algo más joven, proyectaba una belleza serena que se traslucía a su armoniosa manera de vestir, a la elegancia con que sostenía la mirada, al discreto maquillaje que realzaba sin estridencias el óvalo de su rostro... Era éste, un viaje al que ambos se agarraban como a una tabla de salvación. Se querían, pero su matrimonio había entrado en una fase rutinaria en la que el exceso de trabajo de Pedro y las escasas obligaciones de Marta, ahora que los hijos eran mayores, habían minado sus relaciones y el tedio se iba traduciendo en un distanciamiento tácito. Decididos a no arrojar por la borda tantos años de andadura en común pensaron en este viaje como medio de volver a encontrarse en esas sendas donde la vida se percibe de una manera menos lineal. Unos días en Sevilla, lugar por el que sentían una especial  predilección,  podrían servir de bálsamo reparador para esas fisuras que amenazaban con poner en peligro su matrimonio.


Incapaces, ambos, de seguir por más tiempo en el reducido compartimento, decidieron indagar el lugar en el que se encontraban, para lo cual, bajaron al andén dispuestos a dar un paseo por los aledaños de la estación. Invitaba a ello la plácida noche otoñal y, a fin de cuentas, no había nada que les obligara a llegar a una hora concreta a su lugar de destino. Bien mirado, hasta agradecían esa retención que les permitiría reflexionar sobre su particular situación.

Cuando el nombre del lugar se les hizo legible, se miraron con sorpresa. )No era ,éste, el pueblo en el que Pedro estuvo trabajando durante unos meses con motivo del arreglo de la Nacional IV?

Era cierto. En aquel pueblo transcurrieron sus primeros meses de matrimonio. La empresa envió a Pedro como jefe administrativo de la obra en cuestión y no era cosa de que, recién casados, empezaran a vivir separados. Se marcharon los dos desde Madrid, y decidieron, dada la incierta duración de su estancia, alquilar una de las pocas habitaciones de que disponía aquel hotel de cálida apariencia...

Paseaban por la larga avenida que unía la estación con el centro de la ciudad, hoy alfombrada  por las amarillas hojas de los plátanos orientales. Nada recordaba, en una primera impresión, aquel destartalado pueblo con el que se encontraron hacía ahora veintitantos años. -Casi treinta- dijo Pedro en un tono lastimero...


Los recuerdos parecían fluir mansos, ocupando el lugar en el que la desgana había comenzado a destilar su ponzoña. Sus manos se encontraron en ese recorrido que salvaba distancias y Marta reclinó su cabeza sobre el hombro de Pedro que aceptó, complacido, su abandono. Sin mediar palabra, dirigieron sus pasos hacia aquel hotel donde vivieron los momentos más felices de su existencia. Antes, mucho antes, de que su relación iniciara ese desgaste que parecía no tener solución; antes de que los hijos ocuparan un espacio que ambos hubieron de ceder; antes de que la vida supusiera costes y obligaciones, y enfermedades y problemas, y apatía y desilusión, y rutina y desencanto... Antes, mucho antes; cuando la pasión inundaba su sangre joven y las noches eran largas cabalgadas de amor por las estrellas; cuando la mano reclamaba, y el beso reclamaba, y el alma reclamaba más y más presencia; cuando todo era un grito de unánime armonía y el tiempo era un instante sin fin y sin principio.

Llegaron hasta el hotel, que recordaban por la singularidad de su fachada y vieron con sorpresa que el estado actual era de total abandono; la pared , descarnada, dejaba ver las entrañas del más humillante olvido; las persianas rotas, las puertas desvencijadas, los andamios de protección a lo largo de toda su vieja armadura, dejaron en sus corazones un gélido sentimiento. Se miraron incrédulos. )Era posible tal desidia?. De pronto se dijeron que sí, que era posible. Que la rutina teje su tela con perseverancia y que en definitiva, a ellos les estaba ocurriendo lo mismo que a aquel edificio donde un día se juraron amor eterno.

Se miraron a los ojos desde una infinita tristeza. No. Nosotros no, se dijeron en un tácito e íntimo anhelo.

Regresaron un tanto apresurados y ocuparon de nuevo sus asientos, Minutos después, el tren, iniciaba su interrumpido recorrido; un recorrido que, ahora sí, estaban seguros, les llevaba de nuevo a la felicidad.























jueves, 27 de marzo de 2014

PATRIA


PATRIA

Patria.(Del lat. patrĭa).1. f. Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.
2. f. Lugar, ciudad o país en que se ha nacido.

Es probable que, hoy, si hubiera que acuñar este concepto en el diccionario de la Real Academia de La Lengua,  tuviera que ser ampliado. Si hemos entrado en la Unión Europea y en el Euro; si se han eliminado fronteras y se han  desarrollado leyes comunes a  todo el territorio europeo; si se han creado fondos para el desarrollo de países menos avanzados, o para la agricultura, o para el rescate de las economías más castigadas por la crisis; si, en fin, hemos avanzado en este escabroso mundo de manera sustancial , y en breve votaremos la nueva composición del parlamento europeo, no se entiende que la definición de patria siga inamovible.

Pero mucho menos entendible aún es la declaración alemana de que a  los emigrantes que en seis meses no hayan encontrado trabajo, se les expulsará del país. Se dice que para evitar la emigración de la pobreza, por aquello de la mala imagen, supongo. Pero quién va a emigrar ¿los ricos? Se supone que emigran los pobres, los que no tienen trabajo, los que buscan una salida a su vida que no encuentran en su país de origen. Los ricos, los hacendados, los bien situados, los poderosos, se quedarán par a seguir engordando sus patrimonios aunque sea a costa de sueldos cicateros, de jornadas interminables, de desamparo social. Mucho tendrían que decir de estas situaciones los gobernantes. Pero dicen: NO.  Que cada palo aguante su vela. Bastante tenemos con nuestros propios pobres, con nuestros trabajadores en paro, con cubrir nuestras necesidades.

Puede que lleven razón, pero ¿qué hacemos entonces con los pobres del mundo?  ¿Les cerramos las puertas a la esperanza?  ¿Los encerramos en guetos?  ¿Los gasificamos? ¿Creamos campos de refugiados de esos que luego nos muestra la televisión, donde se hacinan cientos de miles de personas viviendo en condiciones infrahumanas?

Por eso vuelvo al concepto de patria. Porque creo que hoy, patrias sólo debía haber una: LA PATRIA DEL MUNDO. Con iguales derechos, con iguales posibilidades. Esa sería la ardua tarea para la que ningún gobernante de la tierra está preparado. Esa la asignatura pendiente desde hace dos mil años. ¿Llevarían razón los que condenaron a Jesús cuando dijeron que sus palabras no servían para nada y que el hombre seguiría siendo igual por los siglos delos siglos?

NO se trata de crear ONG es, que sin duda hacen una importante labor humanitaria. Se trata de crear un MINISTERIO MUNDIAL DE LA POBREZA en el que cada país contribuya según sus medios . Se trata de erradicar los focos de miseria que existen en el mundo. Seguro que sería más barato que la guerra más barata, o que el despilfarro de los gobiernos, o que la corrupción de los ambiciosos.
Puede que esto suene a demagogia,  a utopía. ¿Cómo no,  si yo sólo soy un pobre ciudadano de un pobre país, con escasos conocimientos para la envergadura de lo que estoy pretendiendo desarrollar?

Pero “doctores tiene la Iglesia” ¿Seguro que no habría soluciones dignas que dignificaran a todas las personas que han tenido la desgracia de nacer en sitios desfavorecidos? Tremenda tarea  la de las generaciones venideras.

martes, 25 de marzo de 2014

VILLAPAQUITA.

La casa es un escombro , pero aún así , tiene una distinción inusual en las quinterías de estos pagos. Siempre me pareció el sueño de amor de algún rico hacendado de principios de siglo...

Yo era pequeño - apenas un zagal - cuando acompañaba a mi padre en las frías mañanas invernales , arrebujado en la manta gañana y soportando el traqueteo del  carro por el tortuoso y bacheado camino .Clareaba el día cuando llegábamos a la altura de la casa situada como a un kilómetro de los aledaños del pueblo ; estaba protegida por unas zarzas de las que salían en desbandada , asustados por el ruido de las llantas , un enjambre de pequeños gorriones que en un ir y venir nervioso , revoloteaban a nuestro alrededor inquietando a "la Naranja" que levantaba las orejas en un gesto asustadizo...

.- Villapaquita . Decía invariablemente mi padre, recordando quizás su esplendor de otros tiempos.
.- Villapaquita. Contestaba yo imaginándome a la dama que respondería a aquél diminutivo. Y soñaba...
El trayecto hasta la casa debió estar flanqueado por un hermoso paseo de pinos, pues aún ahora, centenarios ya, y diezmados por las enfermedades y la sequía, siguen prestando calidez al lugar.

                        Por aquél pequeño paseo yo veía en mi sueño caminar a Paquita en las soleadas horas de unas bucólicas y primaverales mañanas. Apenas acerté a distinguirla en un par de ocasiones, pues no se acercaba al camino en exceso. Era hermosa; bueno, decir hermosa no es suficiente. Era la mujer más hermosa que debía existir sobre la tierra  (reconozco que con aquella edad, la tierra para mí se reducía a la existente entre el pueblo y la quintería donde pasábamos la semana trabajando los campos. Y las mujeres que conocía se podrían contar con los dedos de una mano y sin salir de las del entorno familiar) ; su piel era de seda y era su rostro un sueño virginal ; su pelo rubio, peinado en tirabuzones le daba un aspecto frágil aniñado y dulce. Yo cruzaba despacio, mirando entre las zarzas aquella sublime aparición embobado e incrédulo...

.-¡ Que te duermes...- advertía mi padre al ver mi expresión soñadora- y te vas a caer del carro!.
Rota la ensoñación, volvía la vista atrás y mi corazón se sentía lastimado al contemplar la soledad y el abandono del lugar.
.-Padre ¿ de quién era esa casa ?
.-Dicen que la hizo un farmacéutico bastante adinerado, para pasar aquí los veranos junto a su familia.
.- ¿ Los llegaste a conocer ?
.- Al farmacéutico sí, pero no a su familia; desde que yo ando por estos caminos la casa siempre ha estado deshabitada.
Iniciaba mi padre alguna canción con su bien timbrada voz, mientras con el látigo azuzaba a la mula que se iba reteniendo como adormilada.
.- ¡Naranja… ! , - decía interrumpiendo su canción para seguir inmediatamente haciendo moderados gorgoritos.

Mi padre era feliz. No le pedía nada a la vida; le gustaba el campo, la vida al aire libre... y disfrutaba haciendo las duras tareas en interminables jornadas de sol a sol. Yo lo miraba un poco entre la duda de si sería como él o seguiría un camino distinto. No me gustaba el campo;  era duro, inhóspito, triste. No me gustaba dormir en la saca, ni escuchar el manoteo de las mulas mientras  se acrecentaban los ruidos de la noche. Me daba miedo el zumbido del viento o la inmensa oscuridad que nos envolvía; echaba de menos a mi madre que se quedaba en el pueblo cuidando de la casa y de los más pequeños. Yo no era feliz: Decididamente, no era como mi padre.

Tendido en el poyo, sobre la saca de paja, contemplaba las últimas brasas del fuego rumiando mi desdicha. Y soñaba...
Aquella dama delicada y hermosa era mi madre. Con qué dulzura me trataba... Reían sus ojos al mirarme... ¿Mi madre ?¡ No podía ser mi madre! Parecía tan joven... Ah sí  ya sé :era mi hermana; jugábamos los dos por entre los pinos, embriagados de sol...
.-Mira, Paquita, allí hay un nido ¿ quieres que suba a cogerlo ?.
.- ¡No !  Pobrecitos... Ven vamos a saltar...
.- ¡Pero Paquita!... Saltar es de niñas...
.- Anda, ven, aquí nadie te ve...
¡Qué dulzura tenía en su voz!... ¡Era tan hermosa…!
Pero ¿quién ha dicho que era mi hermana? ¡Yo no quería que fuese mi hermana! ¡Ni mi madre…Los sentimientos que afloraban en mi corazón no eran los que sentía hacia ellas;  estos eran dulces , armoniosos... Y me producían un cálido embeleso...
Definitivamente, Paquita era mi novia...

.-Quinto levanta, tira de la manta...- cantaba mi padre abriendo la puerta para que el sol anegara la humilde estancia - ¡Vamos perezoso que hay mucho trabajo por hacer!
Se había roto el embrujo. El sol hería mis ojos despertándome a la realidad; una realidad que volvería a ser áspera y dura; un poco menos, hoy, con el recuerdo de esas imágenes ¿vividas?  en ese mundo misterioso y mágico de los sueños.

Porque eso, los sueños, era lo único que yo poseía con ese sentido de propiedad que veía a mi alrededor: mi tierra; mis mulas; mi casa; mis hijos ...Yo tenía mis sueños para darles la forma que quisiera; para inventarme una vida donde los sentimientos dulcificaran mi existencia; para sentirme grande y volar a esos parajes donde todo era posible...
¡Villapaquita…!.
Ella se asomaba al pequeño balcón de la planta alta; la orientación de la casa era perfecta para contemplar la salida del sol; alguna vez vi sus ojos, de un azul purísimo, anegarse de llanto ante este pequeño milagro.
.- Paquita, yo...
.- Calla, calla... No es nada. ¡ Soy tan feliz…!
Se refugiaba entre mis brazos; entre mis pequeños brazos de niño soñador.
.- Paquita...
.- No digas nada. Esto es solo un sueño y a los sueños no les hacen falta palabras...

Transcurrió la semana, lenta, monótona. Escaseaba el hato y era obligado volver al pueblo. Mi padre aparejó la mula y yo la enganché al carro. Mi corazón brincaba... ¿ Era un sueño .o estaría ella en la casa ?...
La mula aligeraba el paso , la guiaba la querencia de su cuadra confortable; de su pienso abundante , de la limpieza semanal ; de alguna manera la mula intuía que aquello era su descanso.
A mí me crecían las dudas, el miedo, la desventura . Porque la casa estaba allí, solitaria y triste como tantas veces; sumida en  el olvido de las pequeñas historias que solo saben los viejos del lugar...
.- Padre ¿qué pasó con los dueños de Villapaquita?
.- ¡Ah, eso...! Dicen que la mujer, que era muy guapa, tenía una enfermedad incurable; debía ser tuberculosis. La traían aquí para ver si el contacto con la naturaleza podía devolverle la salud. Pero no fue posible y murió. Desde entonces la casa se cerró a cal y canto. Nadie ha vuelto a habitarla en todos estos años. Cuando yo tenía tu edad venía con mi padre por este mismo camino. Recuerdo que alguna vez soñaba con una mujer dulce de suaves maneras...

Villapaquita se quedaba atrás; con su embrujo y sus fantasmas. Con mis sueños y con los sueños de mi padre... Y yo llegaba a la casa, donde mi madre, con un gesto de madre, me restituía el amor que durante aquella larga semana , yo tanto había echado de menos...


lunes, 24 de marzo de 2014

SUÁREZ, EL HOMBRE.

Hoy toca hablar de Suárez. Un hombre con alzheimer, que durante un tiempo de su vida fue Presidente del  Gobierno. También se podría decir al revés. Pero no. Porque a Adolfo Suárez como más se lo va a recordar es como hombre. Claro que si no hubiera sido presidente a lo mejor este escrito  tampoco hubiera tenido efecto.

Lo primero que produce hablar de Suárez, o contemplar alguna de sus fotos, antes y después del alzheimer, o leer alguna anécdota sobre su vida, es honda emoción. Y eso, es un raro efecto tratándose de personas que tienen  que tomar decisiones  que no siempre son del agrado de todos. Quiero decir, que es raro que un político sea juzgado con la benevolencia con la que se está juzgando a este hombre. Y creo que eso es precisamente porque nunca pareció un político.

Su aspecto inteligente, su honrada fisonomía, su naturalidad al prometer  (¿recuerdan?  “Puedo prometer  y prometo”) que venía a ser como decir “Esto lo prometo porque sé que lo puedo cumplir”, daban a su imagen una impresión de naturalidad que era algo a lo que los españoles de aquella época estábamos poco acostumbrados. Las mujeres lo veían guapo. Un guapo al estilo Rodolfo Valentino. Y, probablemente, de haber sido otras sus circunstancias, podría haber sido el  galán protagonista de alguna película romántica.

Confiamos en él. Era impensable que un hombre de su aspecto se valiera del engaño para conseguir sus fines. Supo hablar con todos, querer a todos. Y fue ese talante conciliador, además, supongo, de otras circunstancias que se darían y en las que ni sé ni quiero entrar, el que hizo que nuestra transición fuera ejemplar.

Fue, como Cristo,  un hombre de encargo (valga la expresión  desde el más hondo respeto y admiración por Cristo y por Suárez): “Ve a España, concíliala y luego desaparece”  Podría ser el mandato que le hicieron. Y así lo hizo. Desapareció en la bruma de una enfermedad  que empieza por pequeños descuidos (tengo tal lío de papeles, que me pierdo, dijo en un mitin de apoyo a su hijo). Nadie da importancia a los pequeños descuidos (“ Nueve por siete son sesenta y tres ¿O son setenta y dos?”  “¿He apagado la luz?” “¿Cómo se llama, sí, esa del pelo rizado que es amiga tuya?” ), pero son el inicio de la pérdida del ser. Y un ser sin memoria pasa a ser un ser olvidado.

Por eso, hoy, yo, que por principios nunca he militado en ningún partido político, y por edad, estoy más cerda del conocimiento de esa enfermedad traicionera que nos anula, quiero dejar constancia, antes de que no pueda hacerlo por imperativos de memoria, de mi afecto hacia ese hombre singular que, desde su gran humanidad, supo encontrar el cauce de la concordia.

Y uno mi pesar, al de tantos y tantos ciudadanos que hoy pasarán por el lugar donde se ha instalado su Capilla Ardiente, en señal de reconocimiento.


Descanse en paz.

sábado, 22 de marzo de 2014

NATURAL MENTE

Si al coronar la nieve de la edad las cumbres de  mi vida,
aún me cabe esperanza, y sueños, y proyectos,
se lo debo al progreso, al bienestar social, a la cultura,
al vecino de enfrente que me dice "con Dios" cada mañana
-prueba notoria de su buen deseo hacia mi persona-,
a la igualdad de oportunidades que no ha tenido en cuenta
que yo era primo hermano, por línea directa, de quienes padecen síndrome de Down ,
y pariente no muy lejano - por grado de pobreza-, de los limpiabotas,
de los vendedores de bolígrafos en los semáforos,
de los cómicos taurinos que dan vida al espectáculo del bombero torero...
Creer otra cosa sería necedad, arrogancia, prepotencia...
Y yo soy tan humilde
que aún conservo en la sangre las esencias del alma primigenia, esa
que alguien envolvió con el celofán de la inocencia.
A mi edad,
no hace mucho, yo tendría sobre mí la etiqueta de viejo
en forma de arrugada piel y torpes ademanes,
sin embargo, ya ves, aún sigo aquí, empezando a sentirme vivo,
descubriendo una veta a la que asirme,
en  la que descubrirme,
en la que conocerme.

¡Qué intrincada es la senda por la que camina la humanidad!
Aún nos asombramos de los vestigios prehistóricos que van surgiendo ante nosotros.
Aquellos primeros trazos simples; aquellas rudimentarias herramientas,
aquellas restos fosilizadas que han dejado constancia de nuestro paso
en otros tiempos, en otras circunstancias...
Y sin embargo eran los mismos ingenios
que después pudieron volar, o surcar el fondo de los mares, o simplemente,
alargar la vida unos instantes.
Sólo necesitaron un poco más de tiempo,
más higiene, mejores alimentos, más deporte... Experiencia.
La experiencia es el pedernal elevado a metafísica,
la poesía descendiendo a lo cotidiano.
Todo es válido, complementario, unitario, aprovechable, eterno,
nuestra cultura pasará, pero no sus consecuencias. Y lo que venga después,
buscará en los papiros de nuestra antigüedad la razón de sus orígenes.

Un día, uno tan sólo de nuestros días, contiene el principio y el fin de la eternidad.
Todo el tiempo transcurre en un instante; lo demás son reflejos,
ondas que se expanden, murallas que se elevan sobre el tiempo fenecido.
En este instante propio he intentado la metáfora, he perseguido la palabra,
esa que a veces casi nadie entiende. He creído, he dudado.
Y ahora qué, me pregunto.
Ahora sé que estoy vivo, que una hora más de vida es un avance
de la naturaleza que me va a permitir seguir siendo. Que debo hacer poemas
 para dejar constancia de mi paso por la caverna en la que habito,
sin otra pretensión que decir aquí estuve; aquí viví más años que la anterior generación
y por eso tuve tiempo de emborronar estas paredes
para decirte a ti, observador remoto, cómo era mi tiempo.

Reflejos, ondas, chispas que van y vienen, que se cruzan, que se funden...
Eso somos: sumos sacerdotes, pontífices de la existencia, referencias antediluvianas
sometidas a nuevas transgresiones; inocentes moléculas que un día
perderán sus propiedades de fusión y volverán a sumergirse en la negrura de la inconsciencia.
¡Increíble!,  diréis desde vuestra nueva percepción. Sin saber que vosotros
también sois nosotros; que todos somos el mismo impulso en proceso evolutivo,
en imparable instinto de supervivencia.
Qué nos mueve, cuál es el sentido de nuestros actos, quién nos hace poetas,
o músicos, o influyentes líderes;
quién sembró en nuestros genes la peculiaridad de nuestra conducta,                                        
cuál es la verdad de nuestro instante...
Son, seguramente, las mismas  preguntas que se hicieron los dinosaurios
si nos permitimos atribuirles pensamiento;
las mismas preguntas que, mañana, os haréis vosotros
para dejarlas, otra vez, grabadas en las graníticas paredes de vuestra gruta.

miércoles, 19 de marzo de 2014

GEOMETRÍA DEL BESO

GEOMETRÍA DEL BESO.-

Si tu beso,
ese anhelo furtivo de mañana de octubre,
no se hubiera fundido como gota de lluvia,
¿dónde habría guardado su destello?
Cuando alguien preguntara
 ¿qué llevas en la mano con tanto miramiento?
yo diría: ¡Su beso!
Y abriría mi palma para mostrar su brillo
su exacta transparencia,
su figura de labio detenida en el gesto.
Me dirían: ¡ miradlo! ¡ha robado una gema!
Abrirían ventanas los vecinos curiosos
que no tienen costumbre de que aquí ocurra nada,
seguirían mis pasos y yo, acaso asustado,
les diría, no es nada. Es tan sólo su beso...
Pero ya ves, ni huella me quedó sobre el rostro.
Fue tan breve el instante, tan profundo el silencio,
que una lágrima nueva me nació en las entrañas
navegando la pena de sentirte imposible.
Si hoy recuerdo tu beso,
es porque he puesto el alma a buscar salvavidas
en los cuales asirme ( tú no sabes qué es esto)
para seguir mostrando mi cara de payaso,
mi perfecta sonrisa de persona hacendada,
mis razones de peso para no hacerme un mártir
o un imbécil profundo desnortado y sin tiempo.
Si tu beso,
-esa cosa pequeña que brotó de tu aliento-
se me hubiera grabado de manera indeleble,
si cada nuevo día, igual que la pereza
despertara en mi almohada con el sabor de entonces,
¿qué podría decirle a quien viera mis ojos
sonreír tontamente sin motivo aparente?
¡Es su beso...!diría,
señalando ese espacio
en el cual germinaron las razones del alma.
Y es seguro que entonces, con palabras de envidia,
alguien fuera a la plaza pregonando el suceso.
Hay razones, instantes, pequeñísimas proezas,
que se quedan en esa laxitud del misterio.
Y en el último instante, cuando nada pervive,
reverbera un destello sobre toda la ausencia.

domingo, 16 de marzo de 2014

RÉQUIEM POR MIGUEL NIETO-SANDOVAL MERINO

¿Cómo hablaros de un hombre gris, cuya única presunción era la de ser analfabeto; de un hombre que de pequeño tuvo que aprender a ganarse la vida en trabajos mal pagados  que ahora  veríamos como explotación infantil; de alguien que no pudo ir al colegio, ni tener infancia, ni pensar que la vida era amable…? ¿Cómo hablaros de un tiempo, el que le tocó vivir, donde a lo más que un niño podía aspirar era a no morirse de hambre?
Pues ese, era Miguel. MI amigo Miguel. Una de las personas más extraordinarias con las que la vida me ha cruzado. “Eso que soy analfabeto”, decía cuando terminaba un trabajo de albañilería (que ese era su oficio) y sentía la satisfacción de la obra bien terminada. Miguel llegó a mi vida circunstancialmente. A causa de unos trabajos de vallado que duraron dos semanas. Desde entonces tuvimos una mutua colaboración en la que descubrí a un hombre sabio, bueno, generoso, esforzado, abnegado, polivalente. Lo recuerdo plantando su pequeño huerto: tomates, pimientos, berenjenas, alguna mata de melón, calabazas… todo en pequeñas cantidades que gracias a sus cuidados y a su entusiasmo proliferaban en abundantes cosechas que, por supuesto, compartíamos. Lo recuerdo construyendo un brocal de pozo ornamental, a base de piedras del terreno, preparando la caseta del perro, haciendo sabe Dios cuántas cosas impensables, de las que era capaz. Pero sobre todo, lo recuerdo feliz. Fueron aquellos años una renovación para su espíritu; un soplo de aire fresco para quien ese aire era tan necesario como el comer. Sentía Miguel una sensación de libertad que se reflejaba en su buen hacer, en su predisposición,  en su generosa entrega…

Un día dejamos de ser colaboradores, que no amigos. Le daba miedo ir con su vieja moto por caminos rurales y, por otra parte, tenía que contribuir en las tareas domésticas al tener a su esposa enferma. NO dejamos de vernos. Bien porque yo iba a verle en las noches de verano en las que él tomaba el fresco a la puerta de su casa, junto a su mujer  y a su suegro de cien años. Charlábamos un poco. Tal vez la conversación fuera insustancial, o simplemente manida. Pero renovábamos nuestra amistad. Otras veces era él el que venía a verme a mi tienda.  “He venido a cobrar y como estoy cerca he dicho: voy a ver a Jero” Siempre preguntaba por los hijos, yernos, nietos, esposa. Cada uno en su orden, por su nombre. Y sus ojos denotaban su sincero interés.

Tenía Miguel una dolencia hepática, al parecer fruto de algunos excesos de juventud que, conociéndolo, no debieron ser exagerados, de la que estaba bastante recuperado. Se hacía revisiones cada seis meses y todo iba bien.  Pero un día, llegó preocupado. Las pruebas no habían sido buenas. Y ahí empezó su declive. Lo ingresaron en el hospital un par de veces, Fui a verle la primera vez. De la segunda no me enteré. Como no me enteré de su fallecimiento hasta pasados unos días. Me sentí mal por no haberle dado mi adiós a ese buen amigo. Me sentí muy mal. Triste, disgustado y un poco culpable de no haberme interesado en sus últimos días.
Han pasado unos meses. Hoy he ido al cementerio por motivos familiares y, en mi recorrido, me he acercado al columbario. “Cuando muera, quiero que me incineren y me traigan a uno de estos nichos”, he dicho a mi mujer que como siempre me ha contestado “Lo que tú quieras”, mientras miraba los nombres de los allí descansan. No sé si ha sido fruto de la casualidad. Es probable que sí. Pero también ha podido ser fruto de los misterios que nunca llegaremos a descifrar. Lo cierto es que allí estaba Miguel. Miguel Nieto-Sandoval Merino, he leído mientras miraba su fotografía serigrafiada en el metal de la esquela. “Es Miguel” le he dicho a mi mujer mientras sentía que la emoción invadía mis ojos. “Es el bueno de Miguel”. Me he santiguado y he pensado en él. Y han pasado por mi cabeza las imágenes del tiempo compartido.

Espero Miguel, que donde estés, sigas cultivando tu huerto… 

miércoles, 12 de marzo de 2014

VERÓNICA (Estampas de la Pasión)

 Jerusalén, amaneció radiante. Nada, en la hermosa mañana, presagiaba los siniestros acontecimientos que se avecinaban.  tan solo hacia occidente  unos pequeños cúmulos rompían en arabescos la uniformidad del intenso tono azul de las primeras horas de aquella jornada.
Madrugadoras, las mujeres que vivían en los aledaños se dirigían hacia el lavadero con las cestas de ropa sobre la cabeza...
-Dicen que es un hombre fuerte y con unos ojos negros que te miran desde el fondo de su ser.
-La madre Heliodora, que le oyó predicar en la montaña, dice que tiene una voz que te tranquiliza; y que sus palabras están llenas de amor.
-Yo lo vi de espaldas y puedo asegurar que un reflejo luminoso rodeaba toda su figura...

Hablaban las mujeres, de aquel hombre a quien llamaban Jesús el Nazareno o Jesús el Galileo -  pues fue en aquella región de Palestina donde pasó la mayor parte de su tiempo predicando en el templo-, que días antes, con motivo de la Pascua, había llegado a Jerusalén acompañado de sus discípulos y montado sobre un asno, y al que salieron a recibir gran cantidad de personas que alfombrando de flores y ramas de olivo su camino, gritaban sin cesar: ¡Hosanna! ¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Señor.
-Quien iba a pensar, entonces, que iba a ser ajusticiado, dijo una mujer rechoncha que tiraba de un pequeño rezagado.
-Las apariencias engañan, manifestó otra de las mujeres.
Transcurrió la colada entre chascarrillos más o menos atrevidos mientras la ropa era retorcida y vapuleada en la gran pila comunitaria.
-Hoy no nos vamos a perder el acontecimiento, dijo una mujerona en tono festivo
-Mujer, de algo nos tenía que servir vivir en las afueras
.
Era de suponer, según las palabras de las lavanderas, que el recorrido del reo se dirigiría hacia la zona de huertos y tumbas denominada Gólgota, que estaba situada a la salida de la población; era, éste, el lugar en el que ajusticiaban a los condenados a morir en la cruz, por tratarse de  una zona elevada en la que la ejecución podía verse desde una mayor distancia, sirviendo así de escarmiento y ejemplo para quienes tuviesen en mente realizar alguna fechoría.
 Apenas pasaron unas horas, cuando un creciente murmullo se adueñó de la ciudad. El cortejo ascendía con lentitud por la polvorienta calle abarrotada de curiosos. El espectáculo era dantesco; los reos que serían ajusticiados eran tres y cada cual portaba sobre sus hombros la cruz en la que iba a ser crucificado. Uno de los reos iba coronado de espinas y su debilidad era extrema; de su frente, resbalaban grandes gotas de sangre y su cuerpo, maltrecho, se inclinaba hacia el suelo agobiado por el peso del enorme madero. Los soldados impedían cualquier intento de ayuda a los condenados que, con gesto ensimismado, inclinaban la cabeza hacia el pecho intentando conseguir las fuerzas necesarias para terminar la ascensión hacia el Calvario.
Según avanzaba la comitiva, el murmullo iba dando paso a un silencio expectante .Flagelado y atormentado hasta la extenuación, Jesús el Nazareno hacía esfuerzos sobrehumanos por no caer.

Asomadas a las últimas casas de la ciudad, estaban algunas de las mujeres que fueron por la mañana al lavadero; habían puesto a secar la ropa lavada sobre las ramas de unos acebuches que quedaban a la espalda de la casa y aguardaban, impacientes, la llegada del cortejo. El cielo, se había teñido de  unos nubarrones amenazantes y el miedo a lo sobrenatural  iba adueñándose de aquellos impresionados espectadores que nunca habían visto de cerca a aquel hombre del que se hablaban cosas tan dispares.
El trayecto que quedaba para llegar al montículo atravesaba ahora un ejido despoblado, pero aún así, se agolpaban a ambos lados de la comitiva gran cantidad de personas  divididas entre la imprecación  y las súplicas por el más castigado de los reos.
Fue en ese instante, cuando una mujer llamada Verónica, cobró el ánimo necesario para salvar el miedo a los soldados y cogiendo uno de aquellos  lienzos, aún húmedos, sorteó la guardia y se acercó hasta Jesús enjugando su rostro en aquella burda tela.
-¡Eh, tú!- dijo uno de los soldados arrojando con malos modos a la mujer sobre la multitud- ¡largo de aquí!
Apenas pudieron mediar una palabra Jesús y la piadosa mujer, pero sus miradas se cruzaron y ya se sabe que las miradas tienen un idioma propio...
-Mujer, ¿no temes por tu vida?
-¡Santo Dios, perdona lo que hemos hecho a tu hijo!
-Mujer, te guardaré un lugar en mi reino.
-Es un cordero... sus ojos son mansos y su rostro noble...
Aquel instante quedó grabado para siempre en la historia de la Pasión. Y aquel pedazo de tela, con las huellas ensangrentadas del rostro de Cristo, se convirtió en la reliquia más fidedigna del magno acontecimiento.

viernes, 7 de marzo de 2014

CUANTOS DÍAS BALDÍOS

Cuántos días baldíos
Haciéndome pasar por lo que soy.
José Manuel Caballero Bonald


Sólo el espejo sabe
de este ritual de gestos
de esta sonrisa puesta
de esta intención  que abarca la mirada.
Sólo el espejo, cómplice
de este que a mí se asoma,
de este que se disfraza con mis ropas,
con mis gafas de concha y mi sombrero.

Yo aguardo  mi momento
agazapado aquí, bajo este cuerpo
que responde a mi nombre,
que saluda radiante a la muchacha
que vive en el tercero
y  sonríe con pícaro descaro;
que se acerca a mi puesto de trabajo
palmeando a los otros compañeros,
ofreciendo tabaco,
celebrando el triunfo de su equipo.

Pero al final me rindo;
me someto a su juego,
me despierto feliz de mi letargo.
Y me digo que no hay otra manera
de asomarme hasta el hombre que me habita.



miércoles, 5 de marzo de 2014

DIARIO APÓCRIFO DE UN CONDENADO A MUERTE. (Estampas de la Pasión)

Hora prima.-

Siento frío. La humedad de esta mazmorra se me cuela en los huesos. Sé que hoy será mi último día. Lo presiento.
De nuevo, el sol, ha roto el denso celaje de las tinieblas y una vaga claridad, inunda el cubículo en el que, junto a otros condenados, aguardo el supremo momento de la crucifixión. Me gustaría poder ver la plenitud de esta claridad que apenas traspasa los angostos tragaluces de mi encierro. Me gustaría respirar a pleno pulmón ese aire de libertad que, graciosamente, se brinda hasta a la más humilde brizna de hierba. Me gustaría abrazar a mis amigos y decirles lo mucho que su compañía significó para mí. Me gustaría mirar de frente a los que me han condenado y entender el porqué de su severo juicio. Me gustaría saber qué ha inducido a uno de mis mejores amigos a entregarme de manera tan alevosa. )Acaso mi actitud hacia él no fue siempre la correcta? Me gustaría saber que esta pesadilla pasará de un momento a otro y que el carcelero abrirá la puerta de la celda pronunciando mi nombre y anunciando mi libertad. Me gustaría llorar de gratitud por quienes, entendiendo su error, vinieran a ofrecerme sus disculpas. Me gustaría...

Hora tercia.-

Mis compañeros de celda bostezan, cantan, maldicen, ríen, suplican... todo de una manera convulsiva; gritan hasta desgañitarse, convencidos de que nadie hará caso a sus manifestaciones. Impresionan sus gritos, pero no les tengo miedo; todos estamos atados, mediante una argolla en el tobillo, a una cadena que nos amarra a la pared de manera insalvable. Pero estoy como aislado del grupo. Ellos lo saben, saben que no soy ladrón, ni asesino, ni salteador de caminos. Lo saben por el abatimiento que me aflige, por la soledad que transmite mi mirada, por la indefensión que demuestra mi sumisión. )Cómo explicarles que así está escrito, que mi destino pasa por el amargo trance de una muerte cruenta?


Uno me mira y se ríe. AUn cordero, parece un cordero@ dice entre risotadas a los demás que corean su ocurrencia. ADéjalo tranquiloA, dice el más cercano a mí, un hombre de larga barba negra, condenado, como todos a la cruz. A)No ves que no es como nosotros?@ Lo miro con agradecimiento. AHoy estarás conmigo en el Paraíso@, digo en voz baja, sin atreverme a desatar las risas de los otros.

Hora sexta.-

Mi corazón está afligido. Por ti, madre, a quien no he podido demostrar todo el cariño que como hijo te profeso, cuando tú has demostrado, hasta la abnegación, de lo que es capaz el amor de una madre. Por ti, padre, que te esforzaste en enseñarme los rudimentos de tu oficio sin terminar de comprenden que mi destino me llevara por otras veredas. Por vosotros, amigas y amigos, discípulos bienamados que me seguisteis sin preguntas y soportasteis a mi lado penurias y privaciones. Mi corazón está afligido porque el Mundo no ha entendido mi mensaje y al condenarme a mí, no sólo desoyen mis enseñanzas, también anulan su esperanza. Mi corazón está afligido porque ha llegado el tiempo de la entrega y aún queda tanto por hacer. Mi corazón está afligido, porque pronto los cerrojos de mi celda se abrirán para llevarme hasta ese calvario en el que la multitud pedirá a gritos mi muerte sin entender que no son mis palabras, sino su incomprensión, la verdadera razón de mi sacrificio. Mi corazón está afligido porque siento el frío de mi noche y no sé si sabré soportarlo con la entereza que se me exige.
Mi corazón está afligido.

Hora nona.-

El escarnio, la humillación, la crueldad, el dolor físico, no son, ya, nada. Estoy aquí, clavado en esta Cruz que las generaciones venideras adorarán, roto por los golpes, extenuado por la sed, agotado por el sufrimiento. Y aún percibo la belleza crepuscular de esta hora final de mi existencia. Como si con ello quisieras, Padre, darme a entender que la perfección está al otro lado, en esa ribera en la que  la vida comienza a tener dimensión de eternidad..
Hubiera podido renunciar a mis creencias, a mis prédicas; dar la vuelta a las adversidades que has puesto en mi camino. Hubiera podido venderme a los poderosos, aceptar sus dádivas, disfrutar en sus cenáculos, gozar de sus placeres. Porque en nada me hiciste distinto a ellos. Pero no hubiera sido digno hijo de mi Padre si no hubiera ejecutado su mandato sin temor a las consecuencias. Por eso estoy aquí, en la cruz de los condenados, para que tu voluntad se vea cumplida a través de la debilidad de mi carne.


Perdónalos, porque no saben lo que hacen. Aunque demuestren seguridad en sus actos, aunque su efímero poder les haga creerse en posesión de la verdad. Aunque sus leyes, promulgadas en base a los intereses de privilegiados dictadores, les impida ver lo injusto de mi condena. Perdónalos, porque no es el odio hacia mí el que les hace dar este paso, sino el miedo a perder sus privilegios, su potestad, su conquistada parcela de bienestar. Al oír que yo anunciaba tu Reino se han removido en sus asientos. Me han tomado por un loco o, lo que es peor, por un conspirador. No han sabido descubrir la trascendencia de mis palabras. Perdónalos, Padre, porque aún no saben lo que hacen.

Final.-

En tus manos encomiendo mi espíritu. Un espíritu fortalecido a base de renuncias, de sacrificios, de voluntad. Hubiera sido fácil sucumbir, pues, como hombre, he sentido miedo, debilidad, deseos de romper tus sagradas ataduras. Pero ya ves, estoy aquí en esta entrega final que me exiges, superados los miedos, consumada mi existencia en base a tus designios. Nada, en apariencia, me diferencia de estos hombres que a mi lado han seguido mi propia suerte . Sólo tu luz dulcifica este instante de soledad en el que voy perdiendo la consciencia...