Poema para decir si acude la nostalgia.-
Yo tenía una barca,
y un río que partía mi vida en dos mitades.
Yo tenía en el alma
un dolor encendido desde tiempos remotos
(como de marinero
que hubiese detenido su amor en cada estrella).
Yo tenía una puerta
de par en par abierta para aquellos que un día
llegaran a su abrigo.
Y una huerta plantada
con todos los geranios que en el mundo florecen.
Y perdido en el hueco
más hondo de mis sueños una ilusión a punto
de volverse crisálida.
Un día quise hacerme
a la mar, y los remos se quebraron a poco
de iniciar el viaje.
Y sentí cómo el río
se burlaba en sus aguas de mi pobre barquilla,
de mi poca pericia.
No sirvieron de nada
mis llantos infantiles nacidos de una rabia
teñida de impotencia,
ni los vanos esfuerzos
por encontrar el modo de convertirme en hombre
-acaso no era tiempo-.
Por mi alma seguía
destilando la herida su drenaje de fuego,
derramando su angustia
por el brocal angosto de mi pozo sin fondo,
despertando palomas
que en constante zureo me llevaban al predio
de la desesperanza.
(Yo tenía una barca
mas no fui marinero a pesar de mi empeño).
De mi puerta, a la sombra,
esperé en vano el timbre de una voz, o un suspiro
que cruzara el dintel,
-tal vez nunca lleguemos a saber por qué causa
se nos mueren los sueños-.
(Yo tenía una puerta
de par en par abierta por si acaso llegabas).
En mi huerta, pintada
de infinitos colores, se quebró una promesa.
Con lágrimas de piedra
lloró el ángel del día ante tanta belleza
y el color se hizo río
de dolor por el frágil corredor de mi empeño.
(Yo tenía una barca.
Y una puerta esperando que llegaras un día.
Y un huerto de geranios para darte en ofrenda).
Mi ilusión se hizo añicos
que cayeron rodando sobre el fondo del pozo
como ruedan las penas
y sentí que la tierra no tenía palabras
para tanta desgracia.
(Yo tenía una barca
y una puerta esperando que un día llegaras
y un geranio en la mano que arranqué de mi huerto
y una ilusión a punto de volverse crisálida).
Hoy tan sólo me queda
el rincón de tu ausencia florecido de invierno.
LAS VOCES DEL SILENCIO
RELATOS, OPINIÓN, POESÍA.
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sábado, 1 de septiembre de 2018
miércoles, 29 de agosto de 2018
POEMA DE OTOÑO
Ay, Otoño, qué cerca te presiento...
No es en los amarillos
destellos con que anuncias tu llegada,
no es en la savia ausente
que reclama su tiempo de reposo,
no en las hojas caídas
bajo los olmos secos de este parque,
no es en la confidencia
que puedo adivinar en tu silencio...
Ya es recuerdo ese tiempo fenecido
en el que eras nostálgico y hermoso,
y en los verdes senderos de mi vida
cincelabas las huellas de tu paso.
Ya es recuerdo de luz tu epifanía
en fragor de encendidos arreboles
que inundaban mi sangre de matices
para llorarte, siempre, a tu regreso.
Era el amor, supongo, primerizo,
el que llamaba entonces a mi puerta,
el que portaba el húmedo aletazo
de tu aliento de vida, y tu fragancia,
el que soñaba el sol en el ocaso
para buscar metáforas al beso...
Era el amor abriendo apresurado
caminos a la sangre y sus compuertas
para llegar por cálidos meandros
hasta la orilla opuesta de otra sangre.
Era el amor. Y el cielo, ensimismado,
llenándose de grises arrebatos
descargaba el ardor de su lujuria
por las senos ardientes de la tarde.
Todo el olor del mar se trasminaba
hasta esta tierra adentro pesarosa
de no tener un barco en su horizonte
ni una estela de espuma en sus orígenes.
El campo entero entraba en calentura
y un ansia maternal se reflejaba
en al cálido almagre de su entraña
fecundador de sueños y cosechas.
Y en el último alero de septiembre
presurosas e inquietas golondrinas
reparaban su brújula y partían
al abrigo feliz de la querencia...
Eras así. Y acaso,
la estación en que el alma se esponjaba
de ese aroma frutal de tus esencias
derramado en los tuétanos del tiempo.
Hoy te siento llegar y me conmueve
ver que tienes el rostro macilento
y caminas extraño y achacoso
por las sendas oscuras de mi noche.
Hoy, abiertas mis páginas finales
te descubro llorando inconsolable
y me faltan alientos para hablarte
con la misma dulzura que otras veces.
Y es que ya no hay razón en mi camino
para aguardar tu tímida caricia
ni le quedan arrestos a mi sangre
para dejar correr tanta nostalgia.
Solos tu y yo, de frente, como antiguos
camaradas de historias imposibles
procurando ignorar el abandono
que reflejan mi rostro y tu impotencia.
Tú me miras y dices: ¡pobre viejo!
Yo te miro y me digo: ¡pobre otoño!
Y en el hueco del alma donde anidan
las cenizas intrépidas de antaño
se despierta un dolor como de cirios
inmolando el misterio de su cera.
Porque ya estoy marcado como fruto
que ha llegado a su clímax y se entrega
cual ofrenda sagrada y generosa
en el acto postrero y sumarísimo
Y es esa entrega en última peonada
la que siento subir arteria arriba
carcomiendo un espíritu aterido
que ya no reconoce tu presencia.
Ay, Otoño, qué cerca te presiento...
No es en los amarillos
destellos con que anuncias tu llegada,
no es en la savia ausente
que reclama su tiempo de reposo,
no en las hojas caídas
bajo los olmos secos de este parque,
no es en la confidencia
que puedo adivinar en tu silencio...
Ya es recuerdo ese tiempo fenecido
en el que eras nostálgico y hermoso,
y en los verdes senderos de mi vida
cincelabas las huellas de tu paso.
Ya es recuerdo de luz tu epifanía
en fragor de encendidos arreboles
que inundaban mi sangre de matices
para llorarte, siempre, a tu regreso.
Era el amor, supongo, primerizo,
el que llamaba entonces a mi puerta,
el que portaba el húmedo aletazo
de tu aliento de vida, y tu fragancia,
el que soñaba el sol en el ocaso
para buscar metáforas al beso...
Era el amor abriendo apresurado
caminos a la sangre y sus compuertas
para llegar por cálidos meandros
hasta la orilla opuesta de otra sangre.
Era el amor. Y el cielo, ensimismado,
llenándose de grises arrebatos
descargaba el ardor de su lujuria
por las senos ardientes de la tarde.
Todo el olor del mar se trasminaba
hasta esta tierra adentro pesarosa
de no tener un barco en su horizonte
ni una estela de espuma en sus orígenes.
El campo entero entraba en calentura
y un ansia maternal se reflejaba
en al cálido almagre de su entraña
fecundador de sueños y cosechas.
Y en el último alero de septiembre
presurosas e inquietas golondrinas
reparaban su brújula y partían
al abrigo feliz de la querencia...
Eras así. Y acaso,
la estación en que el alma se esponjaba
de ese aroma frutal de tus esencias
derramado en los tuétanos del tiempo.
Hoy te siento llegar y me conmueve
ver que tienes el rostro macilento
y caminas extraño y achacoso
por las sendas oscuras de mi noche.
Hoy, abiertas mis páginas finales
te descubro llorando inconsolable
y me faltan alientos para hablarte
con la misma dulzura que otras veces.
Y es que ya no hay razón en mi camino
para aguardar tu tímida caricia
ni le quedan arrestos a mi sangre
para dejar correr tanta nostalgia.
Solos tu y yo, de frente, como antiguos
camaradas de historias imposibles
procurando ignorar el abandono
que reflejan mi rostro y tu impotencia.
Tú me miras y dices: ¡pobre viejo!
Yo te miro y me digo: ¡pobre otoño!
Y en el hueco del alma donde anidan
las cenizas intrépidas de antaño
se despierta un dolor como de cirios
inmolando el misterio de su cera.
Porque ya estoy marcado como fruto
que ha llegado a su clímax y se entrega
cual ofrenda sagrada y generosa
en el acto postrero y sumarísimo
Y es esa entrega en última peonada
la que siento subir arteria arriba
carcomiendo un espíritu aterido
que ya no reconoce tu presencia.
Ay, Otoño, qué cerca te presiento...
miércoles, 22 de agosto de 2018
SOLEDADES
SOLEDADES
HUERGA & FIERRO editores/Poesía
Por más que las palabras lo intenten
es el silencio el que nos muestra el camino.
Quién dice que la mudez de los elementos
no deviene de un largo aprendizaje,
si hasta Dios, el misterio por excelencia,
nos habla desde su infinito silencio.
Este es el último de mis libros publicado por la Editorial HUERGA & FIERRO en el año 2016
tiene una interesante introducción de TEO SERNA titulada MITO Y POESÍA;SOLEDAD Y PALABRA: UNA LENTA APROXIMACIÓN A LA POESÍA DE JERÓNIMO CALERO.
Pueden adquirirlo en la propia editorial, en La Pecera, Manzanares o en cualquier librería donde lo soliciten.
Aquí dejo uno de los poemas del libro:
Me despierta el ocupa que me habita
desde hace tanto tiempo
que somos uña y carne los dos
y nos odiamos
con ese odio que nace de la sangre
que a veces es amor
y a veces grito.
Me despierta, ya digo
y me conmina
de la única manera que es posible:
agitando mi sangre,
acelerando el ritmo,
hurgando en mi cerebro,
subiéndose a mi oído
como un Pepito Grillo
que hubiera confundido al personaje.
¡Escribe!, me protesta.
¿Pero de qué?, le digo, si estoy seco,
(no le importa mi tono
casi desesperado).
¡Y más que vas a estar
si te refugias
dentro de tu silencio!
¡Escribe!
¡Canta!
¡Rompe ese corsé de olvido que te oprime!
¡Estás ahí! ¡Estás vivo!
¡Todavia estás vivo...!
Tendré que hacerle caso
y dejar de lamerme las heridas.
jueves, 26 de julio de 2018
ESCENA COTIDIANA
Es una de estas tardes
En las que noviembre quisiera ser mayo
Aunque nos hayan acortado los días
Y la noche nos sorprenda casi en la sobremesa.
Los aleteos del frío, todavía son tímidos y madrugadores
Y el cielo se resiste a mostrarse taciturno.
Hay luz, y sol, y flores
Y aún las abejas revolotean afanosas.
Es uno de esos espejismos que en el desierto
Le servirían al sediento para alargar un poco su agonía,
O su esperanza,
O su agónica esperanza.
Yo regresaba de mi clase de inglés que,
Dicho sea de paso, no
lograré hablar nunca,
Y él estaba allí,
Sentado en el bordillo de la acera con un globo en la mano.
Era un hombre de cuarenta años con ademanes de un niño de
cuatro,
O un niño de cuatro con semblante de hombre de cuarenta
años.
Su rostro, por sí solo,
Era tan perfecto como el de un dios griego,
Y el globo, en su mano,
era un hermoso anacronismo.
Lo miré un segundo, dos tal vez,
Lo justo para rebasarlo en mi trayecto
Y sentir que la vida era un juego maléfico.
Hoy es otro día.
Y sólo me quedaba contarlo.
lunes, 23 de julio de 2018
DE AYER A HOY
Una pendiente,
a veces un declive.
Un llano,
algún regato de tranquilas aguas.
Y yo en cada momento,
en cada paso o vuelta,
intentando el milagro de ser hombre.
No hay distancias después de tantos pasos.
Aquí nací.
Aquí me espera el hueco de la tierra.
Mi rostro dice más que mis palabras.
Pero no veis mi rostro.
Principio y fin.
Dos fechas
y una losa de tiempo
ennegrecida.
No hay más.
No os inventéis mi vida.
Dije cuatro palabras
y puede que no fueran
necesarias.
sábado, 21 de julio de 2018
CUANDO LA CALLE PARECE UNA FIESTA
Mi pueblo es un pueblo de calles sobrias, solitarias,
aplanadas por el sol que reverbera sobre el blanco de la cal de sus paredes.
Antes, cuando los niños no teníamos ordenador, ni teléfono móvil ni Tablet, ni
MP3, ni play steyson ( no sé si se
escribe así), antes, digo, los muchachos del barrio salíamos a jugar a la
calle, que tampoco estaba empedrada, ni entarugada, ni iluminada y nos
pasábamos las horas jugando a todo lo imaginable. Éramos niños de la calle como
ahora lo son de la tecnología. Lo bueno de ser niños de la calle, era que la
calle parecía una fiesta y entre los gritos, los llantos, las risas, las
canciones, el batir de las espadas, los enfrentamientos verbales y de los otros;
ante tanta vida en suma, la calle parecía un hervidero. De cuando en cuando,
alguna madre asomaba la cabeza a la puerta para ver si todo transcurría con
normalidad, hacía alguna reconvención a sus pupilos y volvía a sus quehaceres.
Los niños de entonces podíamos tener el moco colgando, o
estar comiéndonos un canto de aceite que era un trozo de pan al que se le hacía
un boche en la miga, regado de ese nutritivo y espeso líquido que a falta
de donuts, de paté o de nocilla, hacían las delicias de los más y los ascos de
los menos; los niños éramos la última célula en un escalafón de jerarquías que
se respetaba, probablemente por miedo, pero se respetaba…
La vida transcurría con esa normalidad propia de los lugares
en los que no ocurre nada digno de mencionar salvo los chismes que eran terreno
acotado para los niños. Y la calle, parecía agradecer aquella algarabía,
porque, pienso yo, las calles, sin vida sobre su superficie, no tienen sentido; entristecen, languidecen y se les va quedando
una expresión amargada, como de resignación e impotencia.
Por eso hoy, las calles me parecen impersonales, todas
hechas sobre un mismo patrón, rectilíneas, asfaltadas, llenas de coches y de
pisos donde los vecinos apenas se hablan y los niños se convierten en
solitarios inadaptados que prefieren pasar horas ante esos juegos virtuales
que, digo yo, algo bueno deben tener, porque si no, no se explica que les
dediquen tanto tiempo.
Hay calles que por su situación o su actividad siguen
manteniendo esa pujanza que les da la vida que transita sobre sus baldosas.
Nuestra calle Empedrada es una de ella pues allí se dan cita quienes van a los
bancos a los comercios a los organismos municipales a los bares a las
cafeterías… Allí, el pueblo toma otro color, las gentes se mueven con
diligencia, los jubilados entablan largas conversaciones u ocupan las terrazas
de los bares; los niños corretean mientras los padres hacen como que los
vigilan pues saben que en esa calle, por ser peatonal, pueden estar tranquilos.
Alguna vez se deja caer un mimo o un músico callejero que dan a la calle un
ambiente cosmopolita, como de Puerta del Sol de Madrid, o de Ramblas de
Barcelona, aunque todo sea tan pequeño que la comparación casi huelga. Quienes
no fallan son los mendigos, por lo general mujeres rumanas, que, como
ejecutivos venidos a menos, montan allí su talabarte y tienen horario fijo,
mientras sus hijos, hombretones que no parecen carecer de nada, esperan en el
banco cercano jugando en sus teléfonos móviles a que su madre termine la
jornada.
Aun así, aquí la vida transcurre lenta, con lentitud de
campana tañendo a difunto, o con esa lentitud con la que los impedidos se
desplazan apoyados en su andador. Nada hay que consiga estremecer el ritmo pausado de la vida en los pueblos,
salvo esos instantes en los que la calle parece una fiesta
viernes, 20 de julio de 2018
MULA DE CARGA
Fue la mula uno de esos animales creados por el hombre para
una específica función. En este caso, para el aprovechamiento de su energía y
fortaleza en propio beneficio. Pocos
brutos han dado tal cantidad de juego en las labores agrícolas… No recuerdo un
trabajo que no fuera duro ni jornadas que no fueran de sol a sol. El trabajo
del campesino, casi siempre parejo al de la mula, creaba una relación de camaradería, si bien
era la mula la peor parada, particularmente cuando había que conseguir un
sobreesfuerzo a base de latigazos o
arengas malsonantes a falta de mejores remedios.
Como única recompensa, un pienso a base de paja y cebada que
el animal se encargaba de reclamar a lo largo de la noche con un incesante manoteo
que hacía que el gañán, malhumorado, tuviera que interrumpir su sueño y abandonar
su saca de paja para cumplir con ese indispensable cometido si quería que, al
día siguiente, la acémila cooperara con vigor.
Las casas de labor cobraban importancia en función de los pares de mulas
que tenían los propietarios. Lo normal era un par, dos a lo sumo, salvo los
terratenientes que tenían cuadras
considerables.
Pero en el devenir diario, nadie valoraba ese capital animal
si no era por los miles de reales que pudieran costar cuando pasadas de años y
de esfuerzos eran llevadas al matadero y había que sustituirlas.
Pocos signos de agradecimiento han dejado constancia de la
esclavitud a la que eran sometidas aquellas sufridas criaturas fruto del cruce de yegua y asno. Sirva este humilde
soneto hecho desde el recuerdo de un tiempo desparecido, como homenaje póstumo a su anónimo pasar.
Noble animal de austera arquitectura
hija directa de la diosa Ceres,
firme puntal del hombre en sus quehaceres,
recio engranaje de musculatura.
Briosa conjunción, genio y figura
por los campos de Dios en donde mueres,
estampa a contraluz
de atardeceres
cuando la tierra toda se hace hondura.
Mula de carga, yo vi tu coraje
vi la tragedia de tu
triste sino
vi tu entrega silente y generosa.
Sirva mi humilde verso de homenaje.
Y con mi voz de viejo campesino
déjame pregonar que fuiste hermosa.DE MULAS Y OTROS CARGOS
Estoy haciendo un soneto a la mula como homenaje a ese noble animal que durante una larga
etapa fue el baluarte en el que los
campesinos se apoyaron para hacer su trabajo más eficiente y productivo. La
mula era el tractor de la época. Lo mismo araba, que tiraba del carro, que daba
vueltas en torno a la noria, que trillaba… pocas faenas se podían hacer sin su
colaboración y su energía. Y todo ello por un poco de paja y cebada. Y lo peor
del caso es que era tratada como una bestia,
a base de latigazos y malos modos. No creo que haya tenido muchos reconocimientos
a lo largo de la historia. Desconozco si algún monumento la recuerda. Poemas he
visto pocos. Y prácticamente desparecieron cuando la maquinaria vino a
sustituirlas.
Creo que alguna podría haber sido una buena ministra de
trabajo, porque de trabajo sabían bastante y, visto lo visto, es preferible la
práctica a la teoría. No quiero que se malinterprete la metáfora, es decir, no
quiero llamar mula a ningún ministro, sí quiero que se entienda que a los
ministerios o a los puestos de responsabilidad no se debería llegar a dedo y
que la dirección debería darse a una
persona con la adecuada preparación e independientemente del equilibrio
sexista.
Últimamente, se está
pretendiendo dar una imagen de progreso con la paridad y el nombramiento de
personas más o menos relevantes en las distintas ramas del saber. Pero es que
no consiste en que los nominados sean personajes mediáticos, que, a lo mejor y
además, gozan de conocimientos
adecuados. Se trata de encontrar a la persona idónea entre el elenco de posibles
y eso nunca puede hacerse arbitrariamente.
No es cuestión de entrar en los dimes y diretes que ahora,
con el nombramiento del Director del Instituto Cervantes, Luis García Montero,
están saliendo a la luz, entre otras cosas, porque a mí me parece un gran poeta
y porque lo he oído en alguna conferencia y me han parecido interesantes sus
reflexiones. Sin embargo se dicen cosas
de él como que no es excesivamente honrado a la hora de otorgar premios y que
en igualdad de condiciones, prefiere dárselo a un amigo. Que no sería grave si
el amigo es buen poeta, pero ¿Cómo se sabe quién es el amigo si el sistema de
plicas con los que se participa en los concursos debe garantizar el anonimato?
Por otra parte, imagino que habrá muchos intelectuales preparados para ese
cargo. ¿Cuál es la razón para que haya sido precisamente éste el elegido?
Pedro Duque, una leyenda en España por aquello de su viaje
espacial, podría ser un buen Ministro de Ciencia, pero hasta ahora sólo ha
demostrado que puede ser astronauta y
parece que gracias a la enseñanza privada. Maxim Huerta, ese fugaz
Ministro de Cultura al que aún no he
tenido el gusto de leer, no ha tenido siquiera la oportunidad de demostrar su
valía. Y así sucesivamente…
Pero es que, las personas dedicadas a la política, deberían
ser, por encima de todo y además de los conocimientos necesarios para el cargo
a desarrollar, políticos. Teniendo en cuenta que el político al que yo me
refiero debe tener vocación de servicio,
talante y capacidad de negociación, generosa entrega y sobre todo, honradez. Y
no cabe duda tiene que haber gente así entre todos los españoles. Pero como en
todas partes ocurre, por desgracia, “ni son todos los que están ni están todos
los que son”.
En fin, me vuelvo a mi mula. Es difícil hacer un soneto de modo genérico sobre un animal de carga que
no tiene la emoción de ser competitivo. Por ejemplo un caballo ganador, un toro
indultado, un perro equilibrista… La mula sólo ha sido un instrumento y como
tal ha sido utilizada. Así que voy a esforzarme en ese soneto de
agradecimiento. Si soy capaz de conseguirlo, lo colgaré en mi muro.
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