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sábado, 27 de diciembre de 2014

OTRA FORMA DE EXPLOTACIÓN.

Este es un viejo escrito (siglo pasado). ¿Pero es tan viejo?

Es una foto en portada; en ella, un niño, con esa cara que da el bienestar social que España parece haber conseguido, asoma sus pícaros ojos y su sonrisa de celuloide a un público al que, no cabe duda, va a conquistar con su aspecto.  En el interior de la revista, un reportaje a todo color, completa la colección de niños de idéntica pose. Porque poses son, en definitiva, las que hacen que un niño normal resulte más avispado, más simpático, más listo, más ocurrente que todos los que le siguen en las teleseries tan de moda en nuestras cadenas de televisión. Poses y guión. Y horas de ensayo para que lo ensayado parezca natural. Y explotación. Solo que esta explotación no clama al cielo como la de los niños que en países tan subdesarrollados como lo era España hace cuarenta años, trabajan el campo o la mina, o cambian su hambre por los empleos más denigrantes -que tratándose de niños lo son todos- sin saber que en ese mismo mundo que ellos habitan hay niños de cuento o de película a los que, probablemente, nunca podrán imitar.

La misma sociedad, que con toda razón, condena la explotación de esos pequeños cuerpos encorvados hacia el surco, mira complacido desde las butacas de su confort, esas angelicales sonrisas, o esas voces prodigiosas que ya sueñan con ocupar un puesto en el escaparate de los   elegidos.

Es posible que, más que una explotación, esto sea un privilegio para el niño que puede llegar a conseguir superar la difícil prueba ( casting creo que dicen ahora) a la que será sometido para conseguir su papel, y que  la utilización de su imagen sea  una necesidad de la sociedad que nos mueve. Lo que es evidente es que desde aquella inolvidable película que uno recuerda como de las primeras que vio en su vida y en la que un niño prodigio (que lo luego no llegó a destacar demasiado porque los niños prodigio, cuando dejan de ser niños ya no son prodigio) daba vida en " Marcelino Pan y Vino", a un niño pobre y angelical, pasando por todas las niñas y niños prodigio que han sido ( Joselito, Marisol, Rocío Durcal, etc.) hasta los que en nuestros días copan anuncios y series interminables, los niños han sido un producto que vende bien y del que se han sacado pingües beneficios. No estoy tan seguro de que los propios niños hayan salido beneficiados a lo largo de su vida, y ejemplos hay de que no ha sido así; que el dinero fácil , la vanidad, o el reconocimiento conseguido a una edad en la que no es fácil asumir tales logros, han perjudicado el desarrollo de una personalidad coherente y equilibrada.


Es frecuente ver a adolescentes de las series actuales ( encuadrados en familias modernas y generalmente divorciadas), con unas elevadas cotas de protagonismo que parece dirigido a que las familias que ven tales series, reciban una educación tan amanerada y fuera de lugar como la que los guionistas pretenden vendernos como estereotipos de familias al uso. Yo creo
que se exceden quienes consideran normal que unos jóvenes manipulados por exigencias de un guión generalmente circunstancial, sirvan de ejemplo a los jóvenes de su generación desde unos planteamientos sociales que, pareciendo frescos y espontáneos, no hacen sino encajar como piezas de un rompecabezas en los fines que pretenden los productores, que no es otro que hacer atractivo el producto para conseguir cotas de audiencia millonarias. Que se alcancen esas metas no siempre demuestra que ese es el camino para conseguir una sociedad moderna y libre de prejuicios. Más bien pienso que es una solapada manera de la que se vale la voraz sociedad de consumo, para introducir marcas, modos y actitudes encaminadas a conseguir los únicos propósitos que a esta sociedad interesan.

Es cierto que no desdicen mucho los comportamientos de los jóvenes peliculeros con los  de nuestros propios hijos y que tal vez los padres estamos fuera de esa órbita en la que ellos se mueven. Pero es indudable que estas series ayudan a afianzar unas posturas - no siempre aleccionadoras- contra las que nadie levanta la voz.

De manera que nos encontramos con una explotación en cadena al más genuino modo americano ( no en vano de allí parten las más avanzadas técnicas de conquista de mercados, que son en definitiva una nueva manera de ganar las guerras aunque éstas sean solamente económicas) que consiste en utilizar el subterfugio para enmarañar el único móvil que mueve el mundo actual: La avaricia.

Supongo que éste, será un artículo decadente a estas alturas de milenio: que como casi siempre pasará inadvertido para quienes tienen en sus manos el poder de la manipulación - que no es mal poder-; que la utilización de niños para estos menesteres está regulada por una ley de protección al menor que tratará de evitar los abusos y excesos.

Son las lagunas, lo no escrito, lo consumado subconscientemente, lo que preocupa a este humilde colaborador de una humilde revista de pueblo. El peligro está en el lazo, en la trampa sutil y golosa que hace caer al mastodonte.

A lo mejor, mentalizarse,  es cuestión de tiempo

viernes, 19 de diciembre de 2014

LA PROMESA.

La promesa.-


Se asomaron al patio, donde la parra, en sazón, mostraba sus prietos racimos dispuestos ya para ser vendimiados; bajo los soportales, sendas cortinas listadas protegían las puertas de acceso a las distintas viviendas de la casa y en el centro, como presidiendo aquel paradisíaco lugar, un viejo tonel hacía las veces de macetón en el que una palmera de considerables proporciones mecía sus ramas a impulsos de una apacible brisa; alrededor, y en viejas latas de pintura, geranios de todos los colores, ponían su toque de frescor en aquel encalado lugar que las vecinas se encargaban de tener tan primorosamente limpio.

-Mira Juliana -dijo, asomándose,  un hombre que aparentaba tener unos setenta años-, está igual que antes de marcharnos.

La mujer corrió la cortina y sintió en sus ojos la herida de luz de la hermosa mañana. Se hizo sombra con la mano a modo de visera y escudriñó todos los rincones con detenimiento.

-Como si no hubiera pasado el tiempo -dijo rememorando una época en la que ella era parte activa en el bullicio de aquella casa.

Habían transcurrido casi cuarenta años desde aquella mañana en la que Alfonso, su marido, le comunicó su decisión de marcharse del pueblo.

Y bien mirado, fue lo mejor que pudieron hacer; porque en Barcelona, a pesar de las dificultades de los primeros años, se les abrieron caminos que en el pueblo no hubieran conseguido ni soñar. No fue fácil, es cierto, pero consiguieron comprar un piso en L¨Hospitalet -un cuarto sin ascensor, pero quién lo necesitaba entonces-, en el que nacieron sus hijos y en el que fueron haciendo frente a la vida desde la seguridad que da un techo propio.

Luego, los chavales, que salieron buenos, consiguieron trabajo en la floreciente industria textil catalana; trabajo que compaginaron con estudios de contabilidad e idiomas, que les permitieron salir del peonaje y ocupar puestos de responsabilidad. Ellos, los hijos, eran catalanes, pero sus padres se encargaron de inculcarles el amor por su pueblo manchego. Un pueblo que, por circunstancias de trabajo,  no habían tenido ocasión de conocer, pero del que sabían que tenía un Gran Teatro, un Paseo de los Pinos con su Banco de la Paciencia; una Fábrica de Harinas tan hermosa que parecía un palacio, un Hotel Casino que era envidia de propios y extraños... y, sobre todo, el más hermoso nazareno salido de las manos de un imaginero: el Cristo del Perdón, el Patrón del pueblo, del que tantas veces habían oído hablar.          
        Estas eran las señas de identidad de un lugar: el lugar en el que nacieron sus padres y antes sus abuelos; el lugar en el que sus apellidos se repetían desde hacía varias generaciones; el lugar en el que aún conservaban la humilde vivienda familiar a la que nunca quisieron renunciar.

-Como si no hubiera pasado el tiempo -buscó Juliana la mano de su marido y la apretó con ternura.

Después de tantos años imaginándolo, ahora les parecía imposible aquella realidad. Remozada la casa, jubilados ya y satisfechos por el deber cumplido, orgullosos de haber conseguido que, a sus hijos, les pareciera necesario recuperar aquel hogar lejano del que un día tuvieron que partir.

Y aquí estaban, hoy,  todos. Y , en la calle, sonaban las cornetas y tambores con esa marcialidad de las grandes ocasiones. Porque era Fiesta Mayor; la mayor fiesta;  la Festividad de Nuestro Padre Jesús del Perdón. Y esta noche, desde el silencio, desde la emoción, iban a cumplir una promesa que hicieron al marcharse, hacía ya cuarenta años: salir descalzos detrás del Cristo...










lunes, 15 de diciembre de 2014

ANÁLISIS (Del poemario inédito DE DIOSES Y DE HOMBRES)

Análisis.-

Partimos de una base: Lo que somos,
lo que creemos que somos
y lo que ignoramos que somos.
Y ahí empieza el problema.
El problema es saber que, sin ser un dios,
tienes que actuar como si lo fueses.
Si fueras una planta, te bastaría con ser;
si una piedra, con estar;
si fueras una gota de agua
y tuvieras la misión de hacerte mar
te deslizarías incansable hasta el océano.
Pero eres hombre, y no tienes una misión específica.
Sabes, o crees que sabes, que eres más que una planta,
y para demostrarlo, te mueves;
vas y vienes con la seguridad de quien sabe adónde va..
Sabes, eso dices,  que eres más inteligente que un animal
y te rodeas de confort para poner distancias
en la escala biológica.
Sabes que tienes capacidad creativa
y eriges rascacielos sobre la corteza de esta tierra
a la que por el momento, has dejado muda.
También sabes, a pesar de todo sabes,
que tu ciclo vital es como el de la más humilde hierba
y terminará por sorpresa,
sin que tú puedas poner remedio alguno a pesar de tus capacidades.
Sabes todo eso y sigues cumpliendo la que crees tu misión,
la de actuar como un ser superior,
como un dios pequeño en fase de desarrollo.

Y como sabes que la duración de la vida no te basta para conseguirlo
inventas, para eso tienes esa capacidad, una vida eterna,
una resurrección gloriosa de la carne,
un edén a la medida de tus deseos.
En el fondo, te dices necio,
y te haces las preguntas que se hace un ser inteligente,
no un perro, ni una planta, ni una gota de agua.
Te haces las preguntas que se hace un hombre:
Por qué, para qué, cuándo, cómo dónde... Y sufres.
Sufres porque no vale la pena
complicarse la vida hasta el extremo de un dios
por pequeño que este sea para, un día, dejarlo todo
tal y como te lo encontraste a tu llegada;
porque envidias la naturalidad con que las hojas
aparecen y desaparecen;
porque quisieras ser parte de los elementos
como la gota de lluvia, o la piedra del camino.
Sufres, pobre dios, pequeño dios,
porque tienes la misión más difícil
de las encomendadas a todos los seres que pueblan

este lugar de misterio: La de entenderte.

martes, 9 de diciembre de 2014

CON EL DEBIDO RESPETO.



Carta abierta al alcalde de Manzanares.-

Lo malo de ser alcalde, Sr. Alcalde, es que, desde ese cargo, uno se pone en el disparadero, pero por la parte de atrás, es decir en la diana.  Y es que corren malos tiempos para aventurarse en ese menester.  Y sobre todo, corren malos tiempos para hacer profesión de la política. Los que le conocemos  ¿quién no conoce en Manzanares las siglas ALM?, sabemos de su buen hacer, de sus comienzos en una pequeña habitación de la c/ Virgen de Gracia, de su posterior evolución, de su extraordinario  desarrollo profesional, de su vida cotidiana, tan común, o tan singular, como la de cada uno de los habitantes de este Manzanares de nuestra entraña. Los que le conocemos sabíamos que era usted un hombre normal, emprendedor, trabajador, honrado, buena gente… que tendría usted sus virtudes y sus defectos, como todo el mundo. Pero hasta ahí llegábamos. A nadie le importaba su persona más allá de esa imagen con la que todos  nos proyectamos hacia la sociedad;  si, es un poner, hacía usted crucigramas en su despacho de la calle Pérez Galdós o estudiaba  posibles inversiones; si se gastaba su dinero, bien ganado, en lo que le apeteciera, o disfrutaba viendo crecer su patrimonio en esos carteles anunciadores de venta de parcelas. Porque eso entraba dentro de su  desarrollo personal, de su vida privada, de esa parcela en la que cada cual se manifiesta sin miedo al qué dirán, porque entre otras cosas, el qué dirán sólo podía ser fruto del beneplácito  de quienes tienen una perspectiva lógica de las cosas,  o de una malsana envidia de quienes  sólo se alimentan de una bilis ponzaoñosa.

Usted gozaba, goza, de un prestigio social adquirido día a día durante su ya dilatada trayectoria profesional. Y  tiene la suerte de dar una imagen acorde con esa personalidad. Pero por encima de todo era usted un hombre valorado. Porque en el fondo, aunque nos joda ver como alguien pisa el acelerador y nos pasa como un meteorito, todos apreciamos las cualidades que se dan en quienes destacan en cualquier orden de la vida.

Pero llega un punto (Y corríjame si me equivoco), en el que uno piensa: Lo he hecho todo, lo tengo todo ¿Qué más puedo hacer? -¡Ser alcalde! Parece decirnos una voz interior. Luchar por los intereses de mi pueblo, mejorar su imagen, proyectarlo hacia una dimensión nueva, exportarlo al resto de España y hacerlo esplendoroso. Porque, estoy seguro, no es la vanidad personal la que nos mueve, aunque si  lo fuera también sería  admisible. Es el deseo, las ganas de hacer cosas, de conseguir retos,  y, si el tiempo y las circunstancias lo requieren, ser reconocido como alguien que pasó por la vida dejando una huella positiva.

Esa sería, en teoría, la manera de pasar de uno a otro empeño, de uno a otro  escalafón.  De pasar de ser  un gran emprendedor a un gran alcalde, puesto que las condiciones como persona las tiene y la capacidad de actuación se le reconoce.

Pero llegamos a la diana cuando la situación es tan convulsa que todo el mundo estamos con la mosca/escopeta detrás de la oreja; dispuestos a disparar nuestros dardos al centro mismo del círculo principal. Y llega el momento de bailar con la más fea; de lidiar a un morlaco resabiado que sabe latín y va derecho al cuerpo –acéptenme la metáfora-. Y no es que sus proyectos no sean los adecuados, o que sus ideas respecto al desarrollo de nuestra ciudad no sean válidas, que probablemente lo sean. Es que usted ahora es alcalde. Y tiene sueldo como tal. Y en su cargo va implícita la crítica, el comentario más o menos acorde con sus movimientos; la dualidad de ser de un partido y al mismo tiempo, del pueblo que lo votó. Yo sé, me imagino, que en esa situación debe ser difícil adoptar una postura coherente con el sentir de todo el mundo. Y que cualquier paso que Vd. de,  será mirado con lupa. Con la gigantesca lupa de quienes estamos pendientes de la paja en el ojo ajeno.

Pero es lo que hay, Sr. Alcalde. En este teatro del mundo cada cual asume el papel para el que cree estar capacitado. A veces nos capacitan los errores,  otras veces la propia experiencia. Y, como mal menor, hacemos de tripas corazón y nos acostumbramos a vivir con el sambenito que nos quieran aplicar. O decimos basta, que también puede ser una postura coherente en según qué circunstancias.
No espero molestarle con esta reflexión personal que ni siquiera es una crítica. Lo que pretendo, lo que me agradaría,  es que asuma su nueva posición sabiendo que se debe a esas críticas; que quienes no le han votado también son su pueblo; que por encima de las consignas de partido está la defensa de los intereses de sus paisanos, de todos; que se revista de magnanimidad y admita los comentarios de quienes no estén de acuerdo con su línea de actuación. Porque de la discusión sale la luz. Y porque a quienes miramos, que también somos parte de ese teatro en el que nos toca interpretar este papel -qué sería del teatro sin espectadores-, captamos mucho más de los gestos, que también son lenguaje, que de la palabra que a veces no concuerda con el gesto.

En fin Sr. Alcalde, qué puedo decirle que usted no sepa. Ojala salga de esta legislatura siendo tan valorado como lo es en la empresa privada y sepa ganarse la confianza de todos los ciudadanos que, aún queriendo cambios, como demostraron las urnas, no admiten que aquellos a los que votaron, pisoteen sus derechos.


Reciba un cordial saludo.

viernes, 5 de diciembre de 2014

CONVERSOS

             
                          1
Permitidme, poetas,
que hoy me sienta con ganas
de componer poemas viscerales
con palabras del pueblo.
Dejadme que aún persiga la esperanza
de ser unión y vínculo.
Dejadme que me entiendan
los que siempre vivieron engañados
con tanta retórica aprendida
en libros de gramática.
Dejadme sospechar
que aún quedan sueños
para crear auroras.
Dejadme que el mañana esté en mis versos
como esperanza al menos
para el que ahora sucumbe.
Dejadme hacer,
aunque mi verso escueza,
aunque no tenga forma,
ni rima, ni medida;
aunque alguien se sonría
y me tache de ingenuo.
No me cerreis la puerta
con un verso rizado
con un tirabuzón endecasílabo
        con una tropelía de metáforas
vacías de sentido.
No me cerreis la puerta
mientras quede miseria entre las uñas
de los afortunados, de los inteligentes,
de quienes pueden dar el visto bueno.
2
Componer es jugar con las palabras
cambiarlas de lugar cuarenta veces
acechar los sinónimos precisos,
descubrir nuevas formas,
investigar las sílabas hasta hacerlas papilla
y después digerirlas
en una creación sodomizada.
Pero es la frialdad la que rezuma
la asepsia la que impera en esos versos
que surjen de una noche inhabitada.
3
Dejad que de la ciénaga
surja el ser más perfecto
el más esplendoroso de los hombres
el superhombre atómico
que nos traiga el maná de la tibieza.
Quizás es el sopor
el estado de gracia y de él venimos.
Seres inacabados, imperfectos,
        una tara genética nos hace
odiar hasta la muerte
o amar hasta la vida.
4
En este corazón desvencijado
canoso ya de vida consumida
está desde la albura decidida
mi suerte de mortal, estoy marcado
con un hierro candente en el costado.
Por eso en esta vida compartida
me consuela saber que no es mi herida
ni peor ni mayor que la de al lado.
Y entre muerte y dolor sigo viviendo
una porción de tiempo insuficiente
para encontrarme al fin con la esperanza.
Y lo que en esta vida estoy haciendo
no deja de fluir de la corriente
en la que vamos, hacia el mar, muriendo
5
Y termino mi charla
mi poema o mi qué. Cómo saberlo.
Soy fruto de un impulso
que camina perdido.
Voy limpiando maleza en mi camino.
Mi mano encallecida
va empuñando la  hoz,
                        el  martillo, la pluma
                según la circunstancia
y la necesidad que me somete.
6
Perdonadme, poetas,
me quedo con la gente
que aún sueña madrugadas de relente,
que aún tiene corazón y sufre y ama
desde su condición de condenados.
Mi verso es oración, alguien lo ha dicho
                        hace tanto que ya me suena a nuevo.

sábado, 29 de noviembre de 2014

ODISEA.

Levantó los ojos del plato y miró a su alrededor. La sala era amplia, con grandes ventanales por los que entraba la luz del mundo. Pero allí no había mundo. El tintineo de los platos del resto de comensales que compartían su mesa le sacó de su abstracción. Los miró. Eran tres viejos lacrimosos de moco colgandero y mano temblorosa. ¿Yo también soy así!, se dijo en un tono entre interrogativo y afirmativo. ¿Desde cuándo?

Llegaron a su memoria pinceladas de vida, instantes redivivos que ya sólo eran puntos difusos en el alma. Tanta vida. Tantos vanos esfuerzos para salir a flote, tantos sueños… Tan altos… Parece que fue ayer, se repetía en una letanía inconsistente…

Llegaron con el postre. No se comía mal, después de todo. Y la moza era guapa, de ampulosas caderas y macizas columnas, que eso le parecieron más que piernas,  las piernas de la moza. ¡Cómo le habían gustado las mujeres!  ¡Y me gustan qué coño! Parecía contestarle a esa con ciencia que ya admitía derrotas. Su derrota.

Pero aquello era todo. Detrás de la ventana se oían risas de niños, advertencias de madres, algarabía de voces que un instante rompieron su silencio. Volvió a los comensales- ninguno parecía interesado en el mundo exterior, sólo en su postre que hoy, no sabía por qué celebración, era todo un dispendio.

Padre, le había dicho el hijo en un tono de voz casi miedoso: Mañana vamos a ir a la Residencia de Ancianos de las monjitas para ver si tienen una plaza libre. Ya sabe usted lo que lo queremos, pero mi mujer no está muy católica como sabe usted y los niños duermen los tres en  una sola  habitación. Y ya los oye discutir…

Le sonaron a excusas, a vacuas excusas salidas del egoísmo  de unos hijos que ya no recordaban que todos fueron uno. Pero no dijo nada. Se tragó su tristeza como si se hubiera bebido uno de aquellos tercios de cerveza que saciaban su sed  en la taberna después de un soleado día de esfuerzo sobre un tejado.

Y aquí estaba. Intentando entender que el mundo ya no contaba con él; que a lo mejor el egoísta no era su hijo; que la vida era difícil para todos y que había soluciones tan drásticas como inevitables.

Por el comedor comenzó a desfilar un ejército de inválidos, de tullidos, de menesterosos. De un manotazo, borró una lágrima que pugnaba por rodar por su curtido rostro, por su cuarteado rostro de anciano que pensaba que en su mundo, había habido un cataclismo.


Es cuestión de acostumbrarse, se dijo mientras iniciaba un recorrido hacia ninguna parte…

martes, 25 de noviembre de 2014

LLUEVE.

Fue, este, uno de esos artículos escritos en la última década del pasado siglo en los que, tras largos años de sequía, vino la lluvia a redimir una tierra esquilmada y desértica. Casi todos los nombres que cito, ya no están entre nosotros, pero dejaron su hella generosa en la senda del anonimato.

Llueve mansamente , hermosamente ; como si la lluvia pidiera perdón por tantos años de ausencia . Algo se limpia cada vez que llueve ; hoy cae blanda , dulcemente, como queriendo limpiar todos los malos humores de nuestra sociedad . Es posible que el campo vuelva a ser verde, como las esperanzas de los que de él dependen . Es posible que empecemos a pensar que no pasa nada ; porque nada pasa realmente serio . Lo serio es la guerra, la enfermedad, las plagas, el exterminio . Todo lo demás son males menores ; males de una sociedad miedosa envuelta en los celofanes del consumo ; incapaz de pensarse retrocediendo . Porque esta sociedad está concebida para no retroceder - sería el fracaso - nunca. Es preciso crear necesidades ; consumir vorazmente ,  por encima de criterios o de posibilidades . Solo así puede ser fuerte una sociedad de consumo.

El regreso sería hundir a las multinacionales, desajustar los esquemas , romper el índice de desarrollo previsto ; entrar en definitiva en una vorágine de quiebras imposibles de asumir . El regreso sería el caos.

Es tal el entramado de nuestra sociedad de consumo que nadie puede salvarse de su arrolladora influencia . Todas las células están interconectadas para que el consumidor final no halle un momento de respiro . Porque el consumo es el motor que impulsa el progreso.
No sé si yo quería decir esto en este artículo . Lo cierto es que el director me dijo anoche - como siempre- " prepara algo para mañana " . Y mañana es hoy . Comencé a escribir anoche , arrullado por la bendita lluvia con la intención de hacer una página con sabor otoñal . Pero tuve que cortar por exigencias del guión - del guión de mi vida se entiende - y ahora es difícil encontrar el hilo .
Yo quería hacer constar que es difícil mantener las individualidades en una sociedad tan mediatizada . Por eso tienen mérito algunas personas que saben llevar hasta sus últimas consecuencias su entrega al ejercicio de su profesión ; o dedican su tiempo libre a obras sociales ; o desdoblan sus horas en proyectos de ayuda a los más necesitados. Estaba pensando en Don Emiliano , tan agasajado últimamente ; tarde no, porque antes no lo habría aceptado ; antes su tiempo estaba dedicado por entero a sus pacientes : Estaba pensando en Tomás , el bueno de Tomás Sánchez Gil , que se dio por entero en Cruz Roja y que hoy padece obligado retiro en nuestro Hospital . Estaba pensando en Pedro el tapicero que dedica sus horas a preparar la cabalgata de Reyes de los más pobres . Estaba pensando en Jesús , " Jesusillo el tapicero "que hasta el nombre se hace humilde en los humildes . Estaba pensando en tanta buena gente de nuestro pueblo de las que podría decir el nombre propio . Estaba pensando en las hermanas de la caridad con sus cien ancianos a los que dedicar una sonrisa. Estaba pensando en Guillermo que tocaba su fagot hasta que una pirueta lo ha sentado en una silla de la que - estoy seguro - se levantará algún día.

Era esto lo que yo quería decir en esta noche en la que el agua hacía cascabeles en el asfalto de la desierta calle ; quizás purificado por esta magnánima demostración de esa fuerza suprema que todo lo regula.

Era esto : Que nada hay tan importante como ser persona ; que nuestra sociedad debe potenciar las individualidades ; que progreso sí , pero sin perder el norte ; que al final, solo quedan las huellas en la senda que perfila el camino de la vida.

lunes, 17 de noviembre de 2014

ATRAPADOS

ATRAPADOS.-


Es esa sensación de no saber si el avance es retroceso; es el miedo a tantos fantasmas como amenazan la supervivencia; es la inseguridad ante el día por venir, no ya el futuro, sino el mañana que puede despertarnos con la noticia del despido de otros trescientos trabajadores de una de las fábricas de nuestro polígono industrial; es la desilusión que crece por momentos, ante tanta palabra vana, ante tanta retórica aprendida, ante una sociedad que no se sostiene por más que se refuercen sus descarnados pilares; es el incierto legado que dejaremos a las generaciones que nos siguen, que ya están sufriendo en sus propias carnes el paro, la incertidumbre, la angustia; es la impotencia ante la limitación a los recursos humanos: agricultores, pequeños comerciantes, artesanos, autónomos de todas las ramas de la industria que se sienten amenazados , incapaces de seguir manteniendo su medio de vida, sus pocos empleados, sus tierras improductivas por más que con la P.A.C. se les pague bien hoy el hambre de mañana; es la imprudente manera de manipular un dinero fruto del esfuerzo de cada ciudadano en obras faraónicas que no verán los siglos; es, tal vez, la edad que se resiente del tiempo transcurrido.

A esto lo llamamos crisis y se barajan fechas para el nuevo despegue: dos, tres años, incluso menos. Optimistas que somos, o quizás son ánimos hechos con la premeditación de la necesidad. No podemos pararnos, al menos los que aún no estamos parados. Debemos seguir contribuyendo a que el caos no asome su horrible anatomía por estas latitudes. Si solo fuera eso..
.
Porque esto sería la solución a un problema de forma; pero el problema es de fondo. La sociedad de consumo está siendo derrotada por sus propios métodos. ¿Quien podía pensar hace pocos años en el desmantelamiento de la U.R.S.S., una nación pionera en armamento, en conquistas espaciales, en logros, -al menos eso parecía por sus deportistas, sus músicos, sus bailarines- sociales que habían desmitificado el mito? ¿Quien puede asegurarnos que la vieja Europa o la nueva América, no serán engullidas en esa enorme rueda del consumo que , cual bola de nieve, va creciendo incesante hasta hacer imposible su control?

He dicho anteriormente que el problema es de fondo. Y para solucionar tal problema  no sirven los números, ni los porcentajes, ni las estadísticas. Tal vez ha llegado el momento de hacer al hombre nuevo- quiero decir mujer: mujer y hombre-; tal vez  es la ocasión de apostar por la vida; de encontrar el significado de nuestro paso por la tierra, que no debe ser por cierto el de engañarnos unos a otros; el de considerarnos más si más tenemos; ni el deseo de poder o de dominio, ni el ansia incontrolada de placeres fugaces. Porque si esta fuera nuestra misión, no moriríamos nunca y nuestra eternidad  terrenal daría sentido a nuestras apetencias.

Nuestro paso por esta tierra es efímero, no así el resultado del mismo, que servirá de guía para quienes nos preceden. Imaginad un campo: Primero hay que labrarlo,  prepararlo a conciencia, limpiarlo de malas hierbas, abonarlo. cuidarlo por encima de nuestro propio cuidado - y sé de lo que hablo- . Solo entonces , si es buena la semilla, la tierra dará frutos. Esto que es tan sencillo, que no lo he inventado yo, como es sabido, debería servirnos de buena referencia .

Y nadie se confunda. Estoy hablando de progreso, de cultura, de bienestar, de  felicidad. Nuestros avances han reducido la dimensión del Mundo, Vamos a aprovecharnos de lo bueno alcanzado. Igual que se homologan los productos que crea el hombre, vamos a homologar necesidades. Lo que sobra se pierde o se destruye. Vamos a producir con nuestras manos, a construir con nuestras manos, más despacio quizás, pero seguros de que la vida entonces será más placentera.

¿Utopia, Quimera, Ingenuidad?. Ya sé que eso parece. Ninguno de los que hoy leamos esto, estaremos para contarlo. Pero en algún lugar del espacio, o en algún instante del tiempo, alguien habrá sido capaz de conseguirlo.

lunes, 10 de noviembre de 2014

PAISAJE URBANO.

Paisaje urbano.-(Vieja colaboración en una revista de feria).

Cada día es más difícil desarrollar una reflexión sobre las excelencias de los pueblos, pues no de otro modo se pueden afrontar las colaboraciones feriales, por quienes no estamos dotados para la Historia, que hablar de una manera bucólica de aquello que en nosotros ha dejado huella.

Ya no quedan, o pocos, patios comunales presididos por la frondosa parra de uvas de "tetavaca" , bajo la cuál, los vecinos remoloneaban a la hora de la siesta. Ya no hay galeras o carros de lanza acarreando las mieses o las uvas, tirados por el paso cansino de las mulas. Ya no quedan lugares recoletos en los que dar furtivos besos a los que, sin género de dudas, serían la madre o el padre de nuestros hijos. Ya no hay relojes que desgranen aquellas campanadas salidas del misterio de precisos entronques que anunciaban la hora mágica del encuentro. Ya no hay nada que recuerde el paso de una época, la nuestra, en el asfalto gris de un tiempo que ya no es tan nuestro.

Así las cosas, uno, que agradece que se acuerden de él y que quisiera evocar aquella parte de su vida que ya no reconoce en las nuevas formas, siente la impotencia de no saber, si no es echando mano del poco oficio que ha adquirido a través de innúmeros intentos, cómo salir airoso del trance.

Volver la vista atrás, supone desandar lo andando, recrearse en lo irreal, confundir el camino. Y a nadie interesa ya lo trasnochado, lo etéreo, lo improbable.

El mundo sigue andando. Tal vez su paso es hoy más ligero, más espontáneo. Ya no se precisa  de lugares aislados para dar un achuchón, o más, a la persona, que por supuesto, no será la madre o el padre futuro con el que ha de cimentar sus ilusiones y proyectos. Ya todo es común, masificado, provocador a veces, para quienes hemos superado la barrera de los años que nos hicieron como somos. .

Pero tanto camino andado no se puede resumir en un artículo de circunstancias. Haría falta más espacio, más detenimiento, menos frivolidad. Porque es nuestra vida la que desgranaríamos en ese rosario de anécdotas, de vivencias, de recuerdos. Y, probablemente tendrían razón quienes dijeran ¿Pero qué cuenta este ahora? Porque, ahora, también ocurren cosas dignas de contar. Y el paisaje urbano también goza de encanto. Ahora, sólo podemos detenernos quienes ya miramos más hacia atrás que hacia delante. Quienes viven, quienes proyectan, lo harán desde una moto a todo escape que también, pasado el tiempo,  arrinconarán en su memoria, o desde esas salas de internautas en las que se navega  en busca de lo imprevisible, o desde el grafiti sugerente de las vallas de los solares.

Los pueblos, como todo lo que tiene vida propia, cambian su fisonomía, sus ropajes, sus colores. Y uno no puede reconocerse en lo que ya no es. Ahora son otros los que deben contarlo. Con distintas palabras, con distintas imágenes. Lo importante es seguir. Y, a fin de cuentas, sólo cambian las formas.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

ÍDOLOS

ÍDOLOS.-

 Manzanares, como todos los rincones de España, por pequeños que fueran y apartados que estuvieran fue un clamor durante el campeonato  mundial de fútbol desarrollado en Sudáfrica. Lo que parecía imposible a juzgar por el inicio con  Suiza se convirtió en probable con Honduras, Chile, Portugal, Paraguay, Alemania (el mejor partido en cuanto a juego limpio y, finalmente Países Bajos, caracterizado por el juego sucio de esta selección, motivado tal vez por la inutilidad de sus esfuerzos para ganar un partido que España supo jugar con inteligencia como todos los anteriores.
Nunca el flamear de banderas fue tan esplendoroso: Balcones, coches, motos, bicicletas, cualquier lugar era bueno para dejar mostrar con orgullo nuestra identidad de españoles.
Lo que otrora fuera considerado como una manifestación fascista  y eludido por los representantes de las fuerzas llamadas progresistas para no ser confundidos con los contrarios, fue en esta ocasión, por generación espontánea, una muestra de solidaridad entre quienes sentían los colores de la selección como propios (entendemos que no todos los que hicieron flamear sus banderas y aún las mantienen en coches y balcones  serían  fachas).

¿Y ahora qué? Cabe preguntarse una vez pasada la euforia. Pues ahora, mientras dure la crecida de estas aguas inconstantes por las que el deporte navega, homenajes y más homenajes a los triunfadores: Nominación de calles y pabellones deportivos en sus respectivos lugares de origen, títulos honoríficos como el que dejó caer el presidente Barreda refiriéndose a Iniesta a quien llamó Príncipe de la Mancha, salidas en la prensa rosa, reconocimientos a todos los niveles (no duden que serán los próximos Príncipe de Asturias al Deporte), y dinero, ríos de dinero por publicidad, reportajes, entrevistas, besos a la novia y todas aquellas veleidades que, quien puede, sea capaz de pagar. Amén de los seiscientos mil euros –no sé si esta cifra será correcta-, que se embolsaría cada jugador si conseguían ganar la competición.

No se trata de minimizar una labor a todas luces excelente de este grupo de esforzados  que dieron lo mejor de sí mismos,  pero sí de matizar las consecuencias de su logro, la exaltación que nos ha dominado no ha tenido parangón en la historia reciente de España y los deportistas han sido elevados al sublime pedestal de los ídolos, algo que hubiera desbaratado un mal bote del balón, un penalty mal pitado o la simple mala suerte que los perdedores han podido considerar que tuvieron.
Si miráramos con detenimiento las consecuencias  de esta idolatría , caeríamos en la cuenta de lo nefasta que puede resultar para quienes se deben esforzar día a día para llevar un salario más o menos digno a su casa , o para aquellos que tienen que salvar trabas y más trabas para conseguir un puesto de trabajo, o para quienes tienen que superar unos estudios largos y tediosos para conseguir  una licenciatura que no les garantiza un trabajo adecuado a sus conocimientos, o para quienes llegan a final de mes gracias al subsidio del paro y no ven horizontes de que esto acabe de otra manera..

¿Agorero?, no creo, simplemente objetivo. Todo tiene un análisis y a veces lo bueno puede tener consecuencias negativas como lo malo las puede tener positivas (de lo malo se aprende). ¿Qué nos mueve a tomar las plazas, a  bañarnos en las fuentes públicas, a escandalizar como posesos, a sentirnos únicos? ¿Es la victoria o es la simple necesidad de salirnos de esa rutina que nos marca, de esas limitaciones que nos anulan, de esos deseos que no podemos satisfacer?

Todo está  bien, pero en su justa medida.. Los jugadores de élite están superpagados, supermimados y supervalorados, por realizar su trabajo con la misma dedicación con la que lo hace un maestro ante una clase de jóvenes díscolos, o un médico en su consulta, o un minero en su mina. A lo mejor hay algo que se me escapa, porque el fútbol levanta pasiones y el resto de las ocupaciones sólo levantan el personal estímulo de la labor bien hecha. A lo mejor a los jugadores se les paga porque nos entusiasmen con su juego, porque nos hagan olvidar que después del partido del domingo tenemos que coger la escoba, o el metro –incluido el de medir-, o tenemos que subirnos a un andamio. A lo mejor la vida es un continuo juego y son ellos los únicos que saben jugarlo.


Hemos tardado muchos años en poder. Ahora nos hemos dado cuenta de que podemos. Ojalá este convencimiento nos sirva  para superar todas las dificultades que como país europeo estamos teniendo en los últimos años; ojalá nos imaginemos como componentes de una selección en la que debemos colaborar dando lo mejor que hay en nosotros. Podemos. Cada uno, desde su parcela, puede mejorar lo que hace. No es suficiente  con tener una selección vencedora. Tenemos que formar parte de esa selección.

miércoles, 29 de octubre de 2014

POBRES POETAS LOS QUE AÚN SOÑÁIS.


Iba a comenzar este poema diciendo
que un hombre sólo es igual a otro hombre
cuando ambos están desnudos.
Definitivamente, estaba equivocado.
Ni siquiera en esa extrema situación
hay dos hombres que puedan considerarse iguales.
Explicación:
La desnudez también provoca agravio comparativo;
la belleza corporal es una posesión, otra más
de las muchas que hacen al hombre egoísta.
¿cuál sería, entonces, la cualidad necesaria
para que dos hombres puedan considerarse iguales?:
La sabiduría.
Sólo a través de esta virtud,
adquirida tras siglos y vidas de búsqueda
puede llegarse a la obligada conclusión
de que si bien para que dos seres humanos sean iguales
deberían darse una serie de circunstancias
de difícil ejecutoria, es, la sabiduría, tan escasa,
y de tan difícil manejo, la única herramienta
con la que puede acometerse tal intento.


No es igualdad, en este caso,
sinónimo de repetido. No lo quieran los cielos,
y mucho menos los infiernos.  Igualdad,
significa, en este caso, derecho a:
gozar de las mismas oportunidades que los que tienen oportunidades,
partir y compartir el pan nuestro de cada día,
estar integrado como el que menos
en los proyectos sociales de los gobiernos,
tener acceso a una vivienda digna,
a un trabajo digno,
a ser mirado dignamente
independientemente del color de la piel o del lugar de procedencia,
poder acceder a un pañuelo (entiéndase como metáfora)
cuando haya que enjugar las lágrimas de la desesperanza
(váyanse poniendo a continuación,
aquellas ocurrencias que cada cuál considere lógicas).
Y cuando esta igualdad sea posible,
seguir teniendo la posibilidad de corregir
las desigualdades a las que esta nueva situación, dé lugar.

¿De manera que, esto, no es poseía?
No, ya sé que hoy la poesía está en los anuncios de eau du lo
(que no sé por qué casi siempre tienen que pronunciarse en francés),
en toda la engañosa publicidad con la que pretenden vendernos
una estancia de tres días en una isla paradisíaca,
en las guías comerciales, en las rutas turísticas,
en las cartas de menú de los restaurantes más cotizados,
en los cruceros de placer,
en las promociones de los hipermercados,
en la denominación de los artículos de belleza...
¿que no se lo creen?,
enciendan la tele,
lean las revistas,
vayan a una agencia de viajes.
Compren, señores, compren, la poesía del nuevo siglo.
Pobres poetas los que aún soñáis con redimiros a través de la palabra,
con encontrar belleza en una lágrima,
en el gesto desvalido de un inocente,
en las bolsas de pobreza que origina la desigualdad.
Os dirán que estáis locos,
que esa no es la función de la poesía,
que todo poeta que se precie debe perseguir la originalidad,
los nuevos ismos de nuestro siglo consumista.
Pobres poetas los que aún soñáis.




viernes, 24 de octubre de 2014

DEPENDENCIAS.

Escribí este articulo hace muchos años, a raíz de una manifestación contra la droga. Por desgracia, su contenido es tan vigente como el día de su publicación.

Leo en Canfali, que la manifestación contra la droga celebrada en Manzanares el día 3 de Enero, no contó con el suficiente apoyo, pues en una ciudad de 18.000 habitantes, no sobrepasarían los 200 el número de participantes. Se lamenta la asociación convocante de la escasa participación y busca el comentarista disculpas en el frío reinante y en las fiestas recientes.

Yo, aún a riesgo de que mi exposición no sea del agrado de muchos, me voy a permitir opinar de un tema tan delicado y candente.

Para empezar, habría que definir lo que es dependencia: Dependencia es aquello a lo que un ser humano se aferra de manera que pueda atentar contra su salud, bien sea síquica o físicamente. Podrían ser dependencias: drogas, sexo, juego, alcohol, tabaco- estas entre las perniciosas, que dependencias hay en todos los órdenes de la vida aunque aparentemente no perjudiquen - y todas aquellas actividades que excedan del uso para llegar al abuso. La dependencia puede estar motivada por unas circunstancias adversas o por una permisividad excesiva; creo que es esta última causa la que puede afectar a la población de mayor riesgo que es la adolescente en una localidad aparentemente tranquila como es la nuestra.

Decir a estas alturas que nuestros hijos han conseguido unas cotas de libertad que excesivas a todas luces. es poco menos que atentar contra una sociedad que ha impuesto una serie de modos para moverse en ella: desde la proliferación de bares-disco-garitos, legalmente establecidos, hasta las intempestivas horas de cierre legalmente autorizadas.

Es moneda de uso corriente que los padres pasen la noche en vela hasta que el niño o la niña, cierran la puerta con el sigilo de un puma cuando va de cacería; solo que en este caso el sigilo es al regreso. Y claro, para evitar comentarios desabridos, y enfrentamientos que no conducirían sino al desarraigo familiar, el padre o la madre, o ambos, tranquilos ya de que otra noche más no haya sucedido nada, se arrellanan en su almohada y consiguen, por fin, conciliar el sueño. A la mañana siguiente, los hijos, que no tienen otra ocupación que levantarse a mesa puesta, dormirán a pierna suelta, indiferentes al mundo que se mueve a su alrededor y que les parece ajeno.

Es esta una cruda estampa que, mirada detenidamente, produce escalofrío; pero que vista desde la cotidianidad toma visos de normalidad. Pero la pregunta es :¿es de verdad normal que nuestros hijos pasen por esta limitación de horizontes sin que se pueda hacer nada por remediarlo?

Y llegados a este punto, alguien se preguntará ¿Tiene esto algo que ver con la droga? ¿son acaso culpables los establecimientos de juventud del tráfico y consumo de estupefacientes? Es de suponer que no. Y preguntados a este respecto ni unos ni otros se sentirán responsables de este tráfico. Pero es evidente que en esas muchas horas de tiempo libre en las que la nocturnidad y el aislamiento son propicios, se mueven los peones de este ajedrez en el que nunca se puede dar jaque al rey. Indudablemente son actividades distintas, pero paralelas; las unas se mueven al ritmo de las otras. Y es cierto que, por desgracia, la droga se puede encontrar a plena luz del día de la misma manera que se encuentra el tabaco y el alcohol; pero es en la clandestinidad donde se produce el mayor comercio y consume.

¿Qué hacer? Sería la pregunta del millón. La respuesta no es fácil; pero, a mi modo de ver, no pasa por las manifestaciones. Es, no cabe duda, un camino, pero quienes van a las manifestaciones son los que no la consumen: padres, amigos de los padres, autoridades, organizaciones anti-droga. ¿Y qué? Para encontrar solución a este mal, hace falta una voluntad individual. Si el propio afectado no se lo plantea, es difícil -por muchas lamentaciones que se produzcan desde la buena fe del que no consume- conseguir algo positivo.
La droga es, en principio, un aliciente que cuenta con el morbo de lo prohibido; con la leyenda de la rebeldía y con el bamboleo de la personalidad. Quienes han caído en esta trampa saben que es cierto. Pero también es cierto en esas otras drogas menos perseguidas aunque no menos dañinas. Uno recuerda el primer cigarrillo, o el primer vino, casi siempre al hilo de alguna apuesta, o del temor a ser catalogados como flojos en esos primeros escarceos en los que no existen referencias. Ni que decir tiene, que la mayoría de la gente que fuma o bebe, darían cualquier cosa por evitarlo. Particularmente cuando se le ven las orejas al lobo; es decir, cuando el médico diagnostica una cirrosis hepática o un cáncer de pulmón en avanzado estado de conquista ( metástasis es la bella palabra que parece definir esta parte terminal del proceso cancerígeno).

Pero curiosamente, estas enfermedades se consideran como normales en una sociedad que acepta como normales las drogas que las causan. Esto, que no mejora ni empeora la situación de quienes tienen estos hábitos, tiene, a mi modo de ver, sutiles diferencias:
1º Nadie que consuma tabaco o alcohol es considerado como drogadicto; para denominar esta dependencia se utiliza el eufemismo de "enfermos".
2º Nadie tiene que robar o matar para conseguir estos productos que al estar debidamente legalizados se encuentran con facilidad y a precios razonables.
3º La sociedad instrumenta las medidas necesarias para intentar curar a quienes fruto del abuso de estos productos contraen enfermedades irremediables.
4º Es considerable el número de personas que al comprobar que la dependencia de estos productos es nociva, lo dejan por propia voluntad.
Decir después de estas comparaciones que la solución pasaría por legalizar las drogas junto a una serie de medidas paralelas sería temerario; pero si nos paramos a meditar, surgen las siguientes preguntas:
¿Acaso se reduce el consumo en la ilegalidad?
¿Sirven de algo las medidas disuasorias?
¿No es cierto que la adulteración es la que más muertes causa?
¿No es cierto que la adulteración es fruto del comercio ilegal?
¿No está la delincuencia, en su mayor parte, motivada por la necesidad de dinero para conseguir la droga?
¿No entran por una puerta y salen por otra quienes, -hábiles y avisados- nunca tendrán en su poder más droga de la que consideren perjudicial para su posible condena, dejando a buen recaudo la restante?
Son reflexiones, estas, que dejan un gran escozor en el estómago; porque uno, tiene en la memoria a esa última víctima conocida y relee sus declaraciones en boca de su madre. Son tristemente graves los estragos que la droga produce en las familias; pero son igualmente tristes los estragos que produce la velocidad, el deporte, la vida en suma, por la que todos nos movemos incapaces de aceptar las normales limitaciones impuestas al ser humano.

Solo nos queda reflexionar y tomar las medidas conducentes a corregir los desequilibrios de una sociedad en franco deterioro; pero, consecuentes con esa libertad, con esa permisividad, con esa falta de diálogo que se ha impuesto en los hogares, bien haríamos en ser los primeros en aplicarnos el remedio

lunes, 20 de octubre de 2014

DANIEL, MI AMIGO.

Probablemente, todos los de mi edad recordaréis a Daniel González-Mellado, nuestro paisano músico,  y los que sean más jóvenes, deberían recordarlo porque sería señal de que su memoria prevalece por encima de convencionalismos protocolarios como pudiera ser la sala de ensayos que lleva su nombre. Sirva como recordatorio este escrito  con el que presenté el concierto homenaje que se le rindió a raíz de su fallecimiento en el año 2000.



Queridos amigos, buenas tardes:

Podría recurrir, en esta hora difícil, a viejos escritos sobre el amigo muerto al que lloré, más por lo inesperado que por lo inexorable de su muerte, pues la muerte a todos nos espera en esa encrucijada final a la que más tarde o más temprano hemos de llegar. Podría recurrir a viejos escritos sobre el amigo vivo, con el que compartí infancia y juventud, y al que me cupo el honor de presentar cuando la revista Siembra le nombró sembrador. No hace tanto...

Podría contar anécdotas, revivir imágenes, pero serían pasadas, personales, íntimas. Y no quiero proyectar exclusividad en mis personales sentimientos sobre la trayectoria de quien a lo largo de su vida fue pródigo y generoso en su sentir, hacia todos los que de alguna manera se sintieron atraídos por la calidez de su cercanía.

Por eso, hoy, no voy a recurrir a las emociones, entre otras cosas porque no sé si podría dar fin a esta lectura, y porque a Daniel, pues ya sabéis que es de él de quien os hablo, no le gustaría . Voy a utilizar una figura menos dolorosa para evocar al amigo, a nuestro amigo: la de la ausencia. Porque la ausencia no es un estado definitivo del ser. La ausencia siempre es evocadora y en ella cabe la esperanza del reencuentro. En la ausencia se puede mantener comunicación con el ausente, revivir los momentos que con él pasamos, imaginar su llegada con esa aureola que imprime la distancia, guardarle  un sitio preferente en ese hueco de la memoria que es, en definitiva, lo único que pervive de nuestro paso por la vida.

Si hoy, sobre este escenario hubiera una silla vacía, y , sobre ella, un trombón de varas, quedaría constancia de una pérdida.; pero, si, como ocurre,  cada músico ocupa su lugar, y los trombones, aguardan, inquietos, que el aire circule por sus tuberías para producir ese sonido inconfundible, nadie notará la falta de quien, a última hora, tuvo que acudir a una cita inexcusable.

Y, en realidad, sobre este escenario, no falta nadie, pues en todos nosotros está latente el recuerdo del buen hacer de un músico que no ha escatimado esfuerzos por su pueblo y por su banda ( entre otras cosas, porque nunca le supuso esfuerzo); que siempre ha llevado a Manzanares entre los pliegues de su gran humanidad, sin pararse a pensar en si Manzanares reconocería alguna vez esa entrega.


No se trata de magnificar nada, pues seguro estoy de que, a quien corresponda, no le pasará desapercibida esta reflexión y algún día, el nombre de uno de nuestros ilustres paisanos, figurará en la cabecera de alguna de nuestras calles, aunque me consta, y todos lo sabéis,  que Daniel ha excusado siempre cualquier intento de alabanza u homenaje desde esa sencillez le ha hecho acreedor al cariño que todos le profesamos. Sus amigos, aunque a algunos la vida nos haya llevado por otras sendas, han estado siempre presentes en sus prioridades y para todos ha tenido una sonrisa amable, un gesto confidente, una palabra cálida...

Daniel está con nosotros, donde mejor se puede estar: en el corazón, en el sentimiento, en la palabra que  pretende salvar barreras y acercarnos a su esencia. Nadie, en estas circunstancias puede considerarse muerto.


Por eso, hoy, este concierto no será un homenaje sino un encuentro. Un encuentro desde ese sentimiento bienhechor que en este momento nos invade y pugna por aflorar en los ojos. Que la música sea la savia reparadora de la ausencia. Por ti Daniel.

martes, 14 de octubre de 2014

LAS VOCES QUE NO FUERON (del poemario inñedito CUESTIONES ESENCIALES)


I
De quien no puede hablar quisiera hablaros,
por la boca de aquellos
que no tuvieron tiempo, quiero hablaros,
con palabras de tierra quiero hablaros
-palabras amasadas con sudor y tristeza
sobre yermos parajes de infinita distancia-.

Porque ha llegado el tiempo
de llamar a las cosas por su nombre
quiero hablaros por ellos, por quienes no pudieron
aprenderse el Catón, cuando de niños,
rozando apenas juegos y caricias,
deshicieron su pobre cartapacio
bajo el turbio candil de la ignorancia.

Cómo decir qué fueron, si ellos apenas fueron;
cómo dar una imagen, de quien quedó entre sombras;
cómo hablar de sus sueños, si no tuvieron sueños,
si nada más nacer eran respuesto, mano de obra precisa
para seguir labrando tras los pasos del padre...

Yo he vivido ese tiempo, por eso los conozco;
los he visto llorar al borde del olvido,
cuando la luna hablaba de amor con los espigas;
los he visto agotados al límite del alma,
cerniéndose en la noche sobre humildes yacijas.
Los he visto fundirse bajo un sol despiadado
cuando aún sus huesos eran de tierna hierbabuena.


II

Mas no es su desconsuelo lo que quiero contaros,
sino su briega brava, su entrega generosa,
su mirada segura, sus anhelos ocultos,
su firmeza abrazando la inocencia del hijo...

Ellos fueron la savia que, callada, pervive
laborando caminos hacia un nuevo horizonte;
el germen del deseo  nunca cuantificado,
de desbrozar las sendas a los que luego fuimos;
el diezmo acostumbrado que todos los humildes
pagaron en moneda de manso conformismo.

Y esta es su voz, las voces que nunca imaginaron
una página en blanco para decir su verso,
su verso, como un grito nacido del olvido,
su verso como tierra, tan virgen como entonces.

III

Si alguna vez la vida no nos fuera propicia
y viéramos el rostro brutal de la miseria,
si esta nuestra opulencia rodara cuesta abajo
haciéndose pedazos y el pan no germinara;
si un día nuestras carnes quedaran sin abrigo
como quedan desnudos los brazos del otoño,
si,  en fin, la vida fuera luchar cada mañana
sin saber si la noche nos salvará los sueños...
dónde estará el coraje, sobre qué arquitectura
forjaremos un mundo que nos haga creíbles,
dónde estarán los hombres, los sufridos aquellos
que, negándose el tiempo, nos alzaron del hambre.

Por eso estas palabras, por eso estos recuerdos
casi desmadejados y azulados de invierno:
Para que nadie olvide su deuda con los muertos.

martes, 7 de octubre de 2014

QUE LA MANO SEA LIBRE

1

Que la mano sea libre, que diga lo que sienta.
Dejad que sea la mano, en esta última instancia,
la que alfombre el camino con las rosas del alba:
Corto ha sido el trayecto Apenas quedan horas
para poner las lindes en lo que hicimos nuestro.
Se pasarán las vidas y volverán las cosas
a depender de aquellos que nacerán entonces.
Y tornarán las redes su cosecha de peces
sobre los mismo ríos donde la Luna habita
 Restañará la Tierra sus cicatrices pardas
y volverán los mares a circundar la vida
como ballenas viejas que, celosas, preservan
a sus hijos del miedo.

Regresarán las barcas hasta el tronco del árbol
dónde ayer fueran savia portadora de anhelos.
Se tornarán azules los insensatos humos
que dejaron estériles humedales antiguos
y reinará el vacío sobre los mismos pasos
en los que una mañana despertamos soñando
que éramos el destino final del Universo.


2

Que la mano sea libre. Que canalice el verso
que fluye vida arriba como agua milenaria;
que anote los sentires que llegan en manojos
de integridad fundida sobre el corcel del aire:
Casi todo es regreso.
Desde el instante mismo
en el que el vuelo inicia su trayectoria urgente,
se adivina una nube de inquietud en el ala
que, temerosa surca, la vastedad del ansia.
La plenitud es esa dimensión en que el miedo
se proyecta imbatible sobre el alma vencida,
sobresaltos de sangre navegan ese impulso
con el que todo anhelo regresa hacia el origen;
la combustión interna sólo es una promesa
de que mañana, acaso, nos llamarán de nuevo
esas voces gastadas que perdieron su timbre
igual que pierde el día su luz cuando anochece.
Casi todo es regreso.
Tal vez este poema
es tan sólo el comienzo de mi inverso camino
hacia el útero malva de una tierra impaciente,
tal vez cuando despierte de este sueño de vida
me descubra vagando sobre el cárdeno olvido
y no tenga más versos para seguirme haciendo.


3

Que la mano sea libre en este mediodía
por el que voy llevando mi barca a la ribera
que desciende hasta el alba de aquel tiempo primero
y se pierde en la bruma de pasadas conquistas.
Nadie tiene la culpa si la vida es fracaso,
pues que somos producto de una alquimia incompleta,
la vida es sólo un turbio reflejo en las arenas
de este desierto oscuro donde la luz no se hizo.
Como chispas ingrávidas después del artificio
daremos fe del todo desde esta nuestra noche,
y, lo mismo que el fuego, habremos consumado
esa razón de ser que alentó nuestros instante.
Tal vez estas palabras, estos juegos florales,
sean las últimas notas que yo arranque a mi lira
y quizás esta urgencia que mis versos expresan
no son sino el deseo de anular mis derrotas.

Por mis manos desfilan gastadas inquietudes
con el torpe aleteo de una alondra asustada
y estas páginas blancas dejan huella inocente
de que toda mi sangre se ha sentido promesa.
Tal vez es este punto de eternidad que sueño
el eslabón que anuda mi sed de siemprevivas
y esta luz que me embarga mientras hilo el poema
es el último intento de encontrar mis orígenes.

Por eso en esta tarde de extrañas confidencias
me he dejado llevar a merced de los vientos
como leve vilano, como sueño incompleto

que buscara en la duda la razón de su esencia.

viernes, 3 de octubre de 2014

FIN DE MILENIO (Concierto de fin de año)


Cuando el siglo XX tocaba a su fin, se predijeron desastres de todo tipo. A raíz de ello, se me ocurrió esta fantasía dantesca:

Aquella noche había un especial revuelo en el ambiente; alguien se había permitido llegar con una de esas horribles gafas que con el número 2000 había fabricado uno de esos comerciantes avispados que están a la que cae; alguna mujer había pintado sus uñas de purpurina; y como uníendose a aquel destellante cambio de milenio,  en el escenario, sobre las sillas que después ocuparían los músicos, los instrumentos, fuera de sus fundas, brillaban con reflejos dorados, blancos, cobres..., incluso el ébano de los clarinetes o el caoba del fagot destacaban sus veteados tonos bajo la intensa luz de los focoss que suspendidos en la diabla daban luz a aquel rectángulo. Los atriles, como un pequeño ejército en formación, parecían estar a  la espera de la arenga que el general, como era su costumbre, les iba a hacer de un momento a otro. Todo prometía que, dentro de breves momentos, se iba a realizar el acostumbrado concierto de fin de año. Se escuchó la consabida frase: Señoras, señores, bienvenidos al Gran Teatro de Manzanares;   el concierto va a comenzar, rogamos apaguen los teléfonos móviles y las alarmas de sus relojes. Muchas gracias. Por las puertas laterales de la flamante concha acústica iniciaron su entrada los músicos  y sonaron unos débiles aplausos de rigor; una vez colocados sobre sus respectivas sillas, la banda, a instancias del concertino, afinó durante unos minutos  quedando después en silencio.  Volvió a abrirse una de las puertas laterales y entró el director. Los músicos se pusieron en pie; se escucharon nuevos aplausos, esta vez con más intensidad, como confirmando la importancia que se atribuía a la participación de aquel hombre, de porte circunspecto, en la realización del concierto. Éste saludó al oboe que hacía las veces de concertino y a la joven rubia que interpretaba el papel de clarinete principal, situados uno a cada lado de la posición que dentro de unos instantes iba a ocupar sobre la tarima preparada al efecto. Miró hacia el público, hizo un rápido gesto de inclinación del tronco y se volvió hacia los músicos
Levantó los brazos, concedió unos instantes de concentración y atacó la primera obra. Ningún instrumento emitió sonido alguno; sólo la tuba, con gravedad, articuló una frase humana que dejó sorprendido al bajista que esperaba, como era natural, una escala de sonidos en correspondencia con las llaves que había articulado. La frase, que efectivamente seguía el curso cromático, el tiempo, el matiz, las figuras, el ritmo y la intensidad correspondientes a lo que del instrumento se solicitaba por su intérprete fue la siguiente: Hooooyporr serfin aaal demil en io vaaaaam osadecir osloq ue hemosssscall adodurannnnn
t eeeeeeee tantotiem poooo.
Todos los instrumentos se estremecieron entre las manos de los músicos mientras éstos, sin dar crédito a lo que ocurría miraron hacia el director que , a su vez sorprendido, encogió los hombros en un gesto como de: "a mi que me registren". El público, expectante, esperaba que alguien explicara lo que estaba ocurriendo, por lo que el director se volvió y sólo acertó a decir: Señoras y señores, me temo que estamos ante el efecto 2000.
Una carcajada general llenó el recinto. Todo el mundo pensó que aquello podría ser una broma de las que, por la coincidencia con del día de los Santos Inocentes, el director solía gastar en estos conciertos de fin de año.
Cuando nuevamente, los músicos intentaron ejecutar sus partituras, volvió a suceder lo que al principio: todos los instrumentos permanecieron en silencio excepto el clarinete principal que, con un sonido dulce y redondo, emitió una fermata en la que, de manera expresiva, articuló la siguiente frase :estotalmentejustoquehoy seamosnosotros quienes t  e  n  g  a  m  o  s  laoport un idad deeeeeee manifestarnosanteustedes.
A lo que el coro de los clarinetes segundos durante cuatro compases seguidos respondió: esjusto esjusto esjusto.
La flauta, que estaba impaciente por dejar oír su meliflua voz, hizo su entrada en la tercera parte del último compás en el que los clarinetes segundos repetían su cantinela; con un sonido tan dulce como equívoco arguyó:
esverdader ament elamentable quenadieseha yaparadoapensar l o quenosotrossentimos c u a n d o todases tassimpresio nespasan poooooor nues trosconductos.
A lo que las flautas segundas y los clarinetes terceros respondieron: uctos uctos uctos.
Aquello parecía un galimatías. Hubiera sido preferible que cada instrumento hablara con normalidad, como lo hacen las personas: separando las frases por palabras y éstas por sílabas; pero acostumbrados a interpretar pasajes en los que lo importante era el sonido, no eran diestros en emitir frases humanas con la debida corrección.
Ahora era el saxofón alto, con su acaramelada voz el que iniciaba una frase coreada por el resto de saxofones ( altos, tenores, y barítono); mientras éstos repetían en compás de tres por ocho a un tiempo: Voy voy voy , el solista alargaba la ejecución de una frase profunda:
Voooooooy aaa deeemostraaaarleeeeees queeee l a ssssssseeennnnsiiiiibiliiidaddddddd dellllll ar tiiissta nnnnnnno exissstiiiiiii ría siiiiinnnn micolaboraciónononononononononon Y después de un trémolo final,  enmudeció.
De nada valían los esfuerzos del músico que se desgañitaba soplando para arrancar algún sonido al instrumento; ni las brazadas del director que así, sin música que respondiera a sus aspavientos parecía un títere de feria. Ningún sonido salía por aquella campana dorada que parecía enrojecer ante la presión que soportaba. De pronto dejó escapar su nota más grave como en una larga pedorreta :pppppppppppppppppprrrrrrrrrrrrrfffffffffff. Y enmudeció de nuevo.
El público no sabía si reír o llorar. A lo lamentable de la situación no le faltaba su chispa de gracia; pero era indudable que aquello sobrepasaba lo normal. ¿A qué obedecía aquella rebelión de sumisos instrumentos? ¿Tendría, verdaderamente, algo que ver la entrada en el nuevo milenio con los malos augurios de  las profecías de Nostra Damus, las de Malaquías, o las de tanto mago moderno como salía por la televisión prediciendo los hechos más insólitos?
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el director del Gran Teatro dio la orden de contactar  con otros lugares en los que se estuviesen interpretando conciertos de fin de año con el fin de ver si este caso insólito se repetía, o la confabulación de instrumentos sólo se daba en este recinto. El resultado de esta investigación , que no se hizo pública para evitar males mayores, fue  que tanto en pueblos cercanos, como en el concierto que interpretaba la Orquesta Nacional de España en el Teatro Real de Madrid, estaban  ocurriendo cosas sumamente extrañas.
Mientras tanto, en el escenario del Gran Teatro de Manzanares seguían las maravillas,  ahora en boca de un trombón chispado -eso al menos parecía deducirse de su verborrea con acento de tabernero de extrarradio- que, a ritmo de mazurca decía: Verán verán verán . Veránustedesquebienseva. Verán verán verán.Enelmilenioquevaaempezar, mientras el resto de trombones, a ritmo terciario, repetía: Loverán loverán loverán
No es que el director no quisiera suspender aquel acto. Es que sus brazos no obedecían las órdenes de detenerse que, sin cesar, les enviaba su cerebro; por lo que presos de un paroxismo inusual se agitaban marcando los tiempos de las frases que aquellos rebeldes incontrolados emitían.
Eran ahora los timbales, los que, con un desaforado estruendo semejante al retumbar de cien tormentas, ponían su voz de ultratumba en aquel conciliábulo en el que todos los espíritus se habían conjurado para orquestar una rebelión sin precedentes. Las mazas repicaban incesantes,  dim-dam dim-dam, pero lo que se oía, lo que el público oía en aquel monólogo eran gritos de furor, como de alguien que después de haber estado encerrado durante muchos años en una oscura mazmorra, viera de nuevo la luz del sol y al cegarse por su efecto, bramara de indignación contra quienes habían permitido aquel largo cautiverio.
"Soy-yo soy-yo Hoymiencierroseacabó. Soy-yo soy-yo ymihermanoelvengador Va mos Va mos adarosunalección , decía el primer timbal mientras el segundo iniciaba un redoble piano que progresivamente convertía en estallido, como si de un cañonazo dirigido hacia quién sabe donde, se tratara: broooooOOOOOMMMMM, brooooooMMMMM. Volvía de nuevo al matiz de piano brom brom brom broooooooooooooOOOOOOOMMMMMMM, para terminar en un crescendo que rompió algunas de las bombillas de la inmensa lámpara central del recinto BROM BROM BROM . Por unos instantes los estallidos de la lámpara se confundieron con el bramido de las pieles golpeadas.
Aquello no era una frase, era un insulto vibrante, amasado con todo el odio acumulado por aquellos dos energúmenos en sus concavidades. Mientras, la caja, golpeando sus baquetas sobre el bordón en un ritmo de contratiempo y dándole a su sílaba el valor de una negra, repetía: CA CA CA CA....
Entonces toda la percusión: triángulo, caja chima, bombo, platillo, castañuelas y maracas, iniciaron un ritmo marcial: Pagarán Pagarán quienestenganquepagar pagarán pagarán quienestenganquepagar.
Ante el tono amenazante, algunos de los espectadores intentaron una honrosa huida pero las puertas estaban cerradas. Gritaron y el miedo se apoderó del resto. No había forma de salir de allí. No por el momento.
De pronto, el clarinete bajo, con una voz de bruja de las mil y una noches dijo algo que fue significativo, aunque dado el temor , nadie supo captarlo: laluz laluz la luzzzzz la la la la-la- la-la-la-la-laaaaa luzzzzzzzzz. Y de pronto la sala quedó completamente a oscuras.
Todos los instrumentos al unísono, iniciaron un tiempo de zambra en modo de fortísimo que hizo vibrar los cimientos del recinto. Nadie escuchaba; nada se oía ya que fuera coherente: Los gritos de la gente, huyendo despavorida, anulaban los de los instrumentos. La multitud chillaba, rodaba, se empujaba, se pisoteaba, moría asfixiada en aquel encierro mientras duras palabras de tono metálico destacaban sus bramidos por encima de la confusión.
Las trompas iniciaron un ahuuuuuuUUUUUUUUU  terrorífico y las trompetas emitieron desgarradores chillidos. Parecía que los cuatro jinetes del Apocalipsis hubieran dejado allí su impronta de terror y destrucción. De pronto como si un gran calderón hubiera cortado todo movimiento, se hizo el silencio.
Se encendieron las luces que quedaban intactas y un batir de puertas impelidas por quienes desde el exterior intentaban franquear el paso hizo pensar que el conjuro había pasado.
El espectáculo era dantesco; las cuatrocientas personas del patio de butacas más las ciento cincuenta que había en el anfiteatro y que víctimas del miedo se tiraron al vacío, yacían muertas en un amasijo de brazos, piernas y cabezas que semejaban ramificaciones de un mismo cuerpo. Sobre el escenario, los músicos aparecían  en grotescas posturas con los atriles clavados en el corazón; los instrumentos, reposaban sobre el suelo en actitud de inocente abandono. La escena, terrorífica e inexplicable se repetía en todos los lugares en los que aquel concierto de fin de milenio se había interpretado.
Los periódicos de todo el mundo se hicieron eco de la terrible masacre, lamentando que después de tomar tantas medidas para que el efecto 2000 no repercutiera en el normal desarrollo de la actual civilización, nadie hubiera pensado en que aquellos inanimados artilugios con los que el ser humano manifestaba sus sentimientos, pudieran impregnarse de las mismas pasiones que, durante siglos,  habían transmitido.

miércoles, 1 de octubre de 2014

VUELO DE METÁFORA.

Vuelo de metáfora).-

Hoy he soñado que podía escribir un poema.
Un hermoso poema de insólitas palabras nunca hasta ahora significadas.
En mi sueño, las metáforas llegaban como deslizándose por un tobogán,
[pero yo era incapaz de sujetarlas.
Pensé dejar todo lo que estaba haciendo y apresarlas en el papel.
Pero no tenía papel.
Y, otra vez, decidí que lo mejor sería dejarlas seguir su camino.
Porque entonces, llegarían a algún lugar en el que alguien tuviera a mano papel y lápiz.
O encontrarían, en el cauce “vía Internet”, a algún coleccionista de metáforas frente a la [blanca  pantalla de su ordenador, en actitud de búsqueda.
Todo esto soñé esta mañana mientras intentaba reencontrarme ante el  espejo;
mientras mis ojos miopes volvían a posarse en las hendijas que el tiempo va trazando sobre   
[mi frente.                                                                                                                  
Pero ahora, roto el sortilegio, no las recuerdo.
Escribo en su nombre, pero no las recuerdo.
Sólo sé que siento la necesidad de escribir en su nombre.
Y que me siento iluminado poeta.
Por eso, y porque el cielo es, hoy,  de un azul inmaculado, he cogido mi red de cazar [metáforas y he salido con el ánimo presto a encontrarlas.
Ellas, las metáforas, siempre están revoloteando por los lugares más insólitos.
Sólo hay que seguirles el rastro y descubrirlas por sus exóticos contrastes.
A veces, se detienen a libar el dulce jugo de un racimo de cerezas.
O se acomodan detrás de las hojas de una vetusta hiedra para sestear un rato.
Hay quien dice que las ha visto curiosear en el charco donde el pájaro sacia su sed.
O en la madriguera donde el viejo lagarto desayuna su rayo de sol.
O huyendo despavoridas después de soliviantar un apacible avispero.
Otras veces se cuelgan de un cable de alta tensión e intentan un trino
[bajo las risas insolentes y estúpidas de alguna bandada de estorninos.
Y es que las metáforas son imprevisibles y caprichosas,
Como ese enjambre de nubes que pasta en las laderas del firmamento
[las últimas briznas de una tarde de agosto.
Si las descubres. Si a pesar de su mimetismo consigues encontrarlas,
Se dejan atrapar , porque en el fondo, sólo pretenden ser descubiertas.
Las metáforas, son palabras huérfanas a las que les hace falta el calor de otras palabras.
Arropadas en ese calor, cobran insospechadas magnitudes.
Y se hacen presencia viva en el vuelo de una hoja que, sin su lirismo, acabaría en el                                                                                                    [contenedor de los barrenderos;
O en el triste color del otoño, al que su sola cercanía  puede infundir tonos cobrizos
o amarillos poblados de melancolía.;
Un beso, entonces,  puede ser el universo que ha empezado a desgranarse en excelsa                                                                                                                                  [metafísica,
O la descomposición del arco iris en lágrimas lentísimas.
En el fondo, su juego es tan inocente como embaucador. Sólo son sueño.
Parte de un sueño universal en el que todo participa.
Así provocan las metáforas la eclosión de la poesía,
La luminosidad de las sombras,
La plasticidad de los sentimientos: Con su sola presencia.
Lo lamentable, es dejarlas marchar por no tener a mano un simple lápiz,
O un trozo de papel en el que hacerles un sitio a su medida,
O un lugar en la prisa, para que todo suceda a impulsos de lo eterno.
Vienen y van a merced de los vientos.
A merced de la vida.
A merced de un suspiro salido de la alquimia de una sangre impaciente..
Son lamentos de mar,
O gregorianos salmos deslizándose por monásticas celosías.
Son caligrafía de sol sobre encalados tapiales,
O ecuaciones de luz sobre la incierta penumbra de los soportales de la nada.
Son atrevimiento puro, columpiándose desde la rama más alta del instinto.
Su esencia es pura levedad, irrefrenable intento de conjugar distancias,
Desasosiego íntimo en el que el alma trenza sus despeinados flecos.
Por eso, hoy, al sentirlas llegar, hubiera querido hacer ese poema único que todo poeta [piensa.
Pero no tenía lápiz.
Y, como siempre, he tenido que conformarme con admirar el exótico colorido con el que [ellas navegan por los infinitos espacios.

Como un pobre poeta, limitado a los versos que destilan sus sueños…