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lunes, 30 de junio de 2014

CARTA FUERA DE TIEMPO



A mi padre.
A tantos...

Queridos :

El pudor a veces, el pudor casi siempre, nos corta esa frase amable, o tierna , o necesaria ; o deja sin efecto ese gesto cariñoso, ese gesto que nunca hemos hecho y que ahora cuando es preciso , no nos sale ; el pudor es la barrera con la que se estrellan nuestros sentimientos , a veces por no parecer blandos , o por no enternecer a los otros , o por no adelantar los acontecimientos...

Pero hay situaciones en las que ya no habrá otra ocasión. Y cada cual sabe cuando llega esa situación. Es la falta de naturalidad - aunque actuar con naturalidad en determinados momentos, es difícil- la que nos impide abordar esos instantes únicos, irrepetibles, preludio de una vida que está esperando en ese andén postrero el inicio de un viaje sin retorno.

Sería hermoso - humano- abordar con naturalidad esos últimos días - si aún queda lucidez -con palabras de aliento , de esperanza, de reencuentro. De la misma manera con la que -antes- les hablábamos del tiempo, o de la cosecha, o de tantas situaciones cotidianas que daban lugar al diálogo.
Nadie se vuelve tonto , ni insensible, ni ciego , cuando presiente su final. Somos los demás los que pensamos que se deben evitar estas últimas referencias, en un gesto - quizás- de compasión .

Pero la naturaleza, sabia hasta las últimas consecuencias , suele asumir todas las situaciones  por dramáticas que sean, y se prepara con antelación para hacerles frente con dignidad. De ahí que todos recordemos esas últimas frases :

- "Que me pongan muchas flores "
- "Cuidad de madre "
 "Por qué , si esto no tiene solución , Dios no acorta el sufrimiento"...
O tantas que cada uno de nosotros podríamos agregar por propia experiencia.

Y es en esos instantes, cuando uno se da la vuelta para contener la emoción , o le dice al enfermo : -"Ya estás con tus cosas"..., cuando se debería inundar de palabras cálidas el oído de ese ser que estará enjuiciando su vida y , posiblemente , se estará preguntado si habrá hecho lo correcto, o se estará lamentando de sus equivocaciones.

-Sí padre; te estás muriendo. y lo estás haciendo con la misma dignidad con la que has vivido. Tu ejemplo y tu obra están en nosotros . Te recordaremos en tus gestos, en tus dichos, en tus pertenencias...

Cada situación será distinta. Y cada persona, tendrá a flor de labio aquello que toda la vida hubiera querido decir si ese pudor del que al principio hablaba, no hubiera sido obstáculo para ello.

Todos sabemos, que la vida es un tránsito incierto con un final previsto. Y uno de los caminos conducentes a la perfección será asumir que ese momento llegará - generalmente por ciclos naturales , pero también de manera imprevista- hasta nosotros como fIn de un proceso.

Hagamos dulces esos últimos instantes de nuestros seres queridos y démosles el convencimiento de que su paso por esta vida, ha sido hermoso.

sábado, 28 de junio de 2014

EFECTO CONTRARIO

CAUSA  Y  EFECTO.

Todo movimiento  o acción, tiene su efecto contrario o distinto a la causa que, en principio, lo originó: lo que sube, baja; lo que acerca, aleja; lo que se infla puede estallar; lo que calienta quema;  la claridad provoca daños oculares; la confianza, mata; el exceso, daña. Y así, podríamos seguir agregando los ejemplos que a cada uno se le ocurran. Dependerá del método y de las circunstancias: (intensidad,  intención, pretensión,  dosis a aplicar, etc.), que el efecto conseguido sea el que nosotros queremos y no el que dé al traste con nuestros propósitos.
Y hecha esta introducción, un tanto aleatoria, pero fácil de entender, voy a lo que pretendo (si lo que pretendo, soy capaz de sintetizarlo en este comentario):

Por sentido común (que no es ninguno de los sentidos que el cuerpo posee, pero que tal vez sea el mejor de los sentidos), deberían  darse cuenta nuestros gobernantes de que las medidas que se aplican por decreto, o haciendo tabla rasa con lo establecido o con lo que hasta el momento del cambio,  era norma, no son siempre las más idóneas, o no repercuten de igual manera en todo el mundo: 

El matrimonio homosexual, o la ley del aborto, por ejemplo, o la eutanasia si llegara a legalizarse alguna vez (a cosas peores se les da cabida en la legislación), son  medidas que, en su día, y siempre, por causas morales,  tendrán detractores,  pero se consideraron  necesarias (también por causas morales), para  un sector de población que  precisaba de ellas, aunque quienes no opinaban así, las pudieran tachar de inmorales o improcedentes.  ¿Son buenas?, ¿son malas? Son medidas simplemente. Que, por la teoría  que aplicábamos en nuestra introducción,  tendrán sus inconvenientes, pero que  en nada atentan contra quienes  no quieran ponerlas en práctica y facilitan la situación  legal  de quienes se acogen a ellas. Otra cosa sería la interpretación moral, o de doble moral,  o incluso hipócrita, con la que pudieran entenderse determinadas leyes. Pero creo que una de las premisas del legislador, si de verdad quiere establecer las leyes desde el rigor y la justicia, debe ser la de legislar para todos (los que los votan y los que no los votan) de acuerdo con los tiempos en que se vive. Creo que el legislador no cumple su misión si a la hora de legislar, sólo piensa en sus votantes o en los que tienen su misma ideología, porque en democracia, o mejor dicho, la democracia,  es intentar que la soberanía popular, representada en el parlamento por los distintos partidos políticos elegidos mediante sufragio , no se sienta marginada, excluida , desprotegida, o ignorada por quienes tienen la obligación moral, social y política de representarla y protegerla  Nadie como digo está obligado a abortar, pongo por ejemplo,  o a poner en práctica medidas que no le satisfagan,  por mucho que las leyes faciliten la labor a quien lo considere vital, o simplemente necesario. La vida es sagrada, por supuesto. Pero siempre. No se puede considerar sagrada la vida del no nato, que lo es, aunque algunas  circunstancias - a las que aquí no nos vamos a referir por estar ya valoradas-,  consideren inviable el nacimiento,  y mandar a los jóvenes a morir o a matar en aras de unos intereses  patrios. O empujar a la gente al suicidio porque su situación económica es insostenible. O dejar que la hambruna mate a miles de niños en países subdesarrollados. ¿Demagogia? Es posible. ¿Pero qué no es demagogia?

La convivencia es un ejerció de educación, de inteligencia, de tolerancia. ¿Cómo podrían convivir si no, creyentes y no creyentes;  conservadores y progresistas, blancos y negros, altos  y bajos, listos y menos listos, aficionados a los toros y detractores de los toros…?

Todos debemos ceder un punto en nuestros criterios en aras del bienestar común. Ya sé que es difícil; que si después de tantos siglos no se ha conseguido una convivencia pacífica entre todos los seres que habitamos este planeta será porque no es fácil. Pero esa es la tarea del hombre actual, en un mundo complejo en el que  los criterios están fundamentados en nuestro personal entendimiento por encima de credos y consignas: conseguir que la vida  pueda desarrollarse armónicamente en función a lo que cada cual decida dentro de un marco de posibilidades establecidas por ley.


Corto aquí. Sé que es un artículo correoso y polémico (sobre todo, por la materia que trata y por la radicalidad con la que se suelen afrontar estas cuestiones). Y que me atrevo a opinar de algo sobre lo que es difícil sentar bases. Pero qué quieren. Si estas meditaciones no se las cuento a ustedes ¿a quién se las cuento? Consideren que estamos en una apacible tertulia y que la conversación es larga…

lunes, 23 de junio de 2014

PREGÓN DE PAZ.

Repasando mis viejos escritos, me encuentro con este que recién inaugurado el siglo XXI sirvió para pregonar las fiestas de la VIRGEN DE LA PAZ. Como creo que estas reflexiones siguen siendo válidas a día de hoy, me permito incluirlo en este blog que ala final se convertirá en mi archivo personal


Difícil misión esta que se me ha encomendado, de ser, en este tiempo, pregonero de las fiestas de la Paz. La primera pregunta que asoma a esta laguna por la que el entendimiento navega: ¿Qué es la paz? Porque la paz no sólo es la ausencia de la guerra; la paz es como indica el diccionario en la acepción que más se acerca a lo que quiero dar a entender: "virtud que pone el ánimo a tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y a las pasiones". Y si esto es así, que lo es, qué pocos humanos vivimos en paz, en esa paz que se desprende , por ejemplo, de la armonía vegetal en la que las flores crecen en sin par policromía, sin que la belleza de unas estorbe la originalidad de otras, y sin otro sentido que el de formar parte de un todo universal.

La paz, es otra de esas palabras, de difícil interpretación y de más difícil ubicación. Sólo los muertos viven en paz, en esa paz del cementerio presidida por el sereno ciprés que cimbrea su esbelta arquitectura. No hay más paz sobre la tierra, porque el espíritu del ser humano siempre es inquieto. Ni los místicos han sido capaces de evadirse de las turbaciones del espíritu, no hay más que leer a San Juan de la Cruz, a Santa Teresa de Jesús o a Sor Juana Inés de la Cruz, para darse cuenta de que incluso en los momentos de excelsitud el espíritu es torturado por esa amalgama de pasiones y sensaciones que lo conforman.

Y está bien que esto sea así. De ahí dimana la grandeza del ser humano, pero, ay, también su miseria.
Hace falta predisposición para vivir en paz; no en la paz que busca el ermitaño ausentándose del mundo y encomendándose a Dios y a la oración; sino para vivir en ese mundo en el que cabe el vecino, el hermano, el cronista deportivo, el peluquero, el que profesa el mismo oficio, el contrario, el exigente, el egoísta, el crítico, el político, el sacerdote, el maestro, el albañil, el emigrante, el pobre, el marginado, el triste, el soberbio, el ambicioso... hace falta predisposición para inventar la paz cotidiana, esa que pone el ánimo a tranquilidad y sosiego...

Porque esta predisposición en las cosas cotidianas evitará que caigamos en mayores desastres, en desastres -cómo no hacer alusión a ellos-, como los que se están viviendo en el mundo desde el 11 de Septiembre del pasado año. Eso, por ponerle una fecha a las calamidades que vienen sacudiendo al mundo desde que el ser humano equivocó su forma de mirarse sobre esta tierra.
¿Qué nos mueve a interpretar nuestra vida de una forma tan totalitaria, tan absurdamente egoísta, tan independiente de la del resto de los mortales?

Debe ser algo que está sin duda por encima de las palabras, por encima de éstas que desde mi condición de pregonero hablan de paz, y por encima de las repetidas hasta la saciedad por quienes desde sus tribunas, sus púlpitos, sus columnas en el periódico, sus programas de radio, o su condición de comunicadores, nos convocan al entendimiento, a la solidaridad, al hermanamiento
.
Parece como si todo nos resbalara por esa concha con la que defendemos nuestra integridad. Ya no nos inmutan, o sí, pero seguimos comiendo, esas trágicas escenas con las que diariamente nos sorprenden los telediarios: niños famélicos, heridos, tristes, comidos por las moscas y la miseria, o, lo que es peor aún, niños armados hasta los dientes gritando consignas de guerra. ¿Qué nos importa? Nosotros estamos aquí, protegidos por una legislación que nos garantiza nuestra seguridad, nuestra economía, nuestro bienestar. Aquello sólo son imágenes; imágenes que durante unos instantes nos dejarán un mal sabor y que, tal vez, para que no horaden en nuestra conciencia, dejaremos de ver apagando la tele o cambiando de canal.

Hace falta un grito urgente, un grito de paz, un basta ya de genocidios, de supremacías, de poderes absolutistas que todo lo solucionan con la fuerza de sus armas, atómicas, químicas, nucleares, bacteriológicas...
Qué hemos hecho para llegar a esto...qué nos ha hecho llegar a esto. ¿Alguien se atreve a contestar, a contestarse a sí mismo? Sabemos lo que está mal, lo que está menos mal y lo que está bien. Y nos produce honda satisfacción el bien que en alguna ocasión podemos haber hecho al prójimo; como nos produce profundo malestar descubrir nuestro egoísmo o nuestra soberbia cuando no hemos sido capaces de controlarla. ¿qué nos ocurre entonces? ¿ por qué no rompemos estas ataduras que nos traban y no nos dejan ser como realmente quisiéramos? Miedo. En el fondo, lo que ocurre es que tenemos miedo, miedo a perder lo que hemos conseguido; miedo a que alguien rompa esa fortificación en la que nos protegemos de todo lo que nos es ajeno. Nos falta paz. Paz interior para mirar por encima de lo fútil, de lo intrascendente; para descubrirnos detrás de la palabrería mentirosa con la queremos justificar nuestros actos. Yo, ahora, mientras os hablo, soy un mentiroso. No os asombréis. Lo que digo podrá ser más o menos bonito, más o menos literario. Pero no sirve de nada. Lo que realmente sirve es el compromiso. Lo difícil, es el compromiso. Lo eficaz, es el compromiso.

Es cierto que más de una vez nos preguntamos ¿y qué puedo hacer yo? Pero cada vez es más cierto que esa pregunta tiene una respuesta válida y que todos en mayor o menor media podemos hacer algo: Comprometernos. Podemos exigir a nuestros representantes políticos que contemplen en sus programas medidas sociales; que inviertan parte de los magros impuestos que reciben las arcas del estado en construir asilos, hospitales; en potenciar ayudas para países subdesarrollados; en mejorar las viviendas. Ya sé que ahora todo eso se hace. Porque cada vez, y esto entre los mismos políticos, hay más gente comprometida; porque cada vez, y esto entre las personas con derecho a voto, hay más gente que reflexiona su particular manera de elegir a nuestros gobernantes. Todo es un compromiso. Cristo fue un hombre comprometido. Y no por ser Dios, sino por ser Hombre.

Llegará entonces, un hermoso momento para la vida. Ya sé que suena a utopía, pero ya se han salvado muchos obstáculos que , no hace tanto, parecían insalvables. Estamos en el camino. Sólo nos hace falta perder el miedo.

Sobrecoge, entonces, encontrarse en un pequeño recinto como es el de esta ermita, tan silencioso, tan apartado de los problemas del mundo, tan preparado para el culto. Sobrecoge contemplar esta pequeña imagen, esta dulce y tierna talla de la Virgen con el Niño; así miran casi todas las madres a sus hijos, quisiera pensar que incluso aquellas que por ignorancia, cobardía, miedo, o falta de medios los abandonan una madrugada en los contenedores de la basura; así trasmiten todas las madres la armonía que reina en su corazón al coger en sus brazos a esa otra parte de su ser que tiene vida propia, luz propia, gestos propios. Y como Ella, todas las madres intentan inculcar a sus hijos  lo que de bueno llevan en su corazón.

Fijaos en la mirada, porque la mirada es un reflejo fiel del interior de las personas; la mirada no engaña, por más que el disimulo se esboce en sonrisa. Pocas miradas hay que reconforten tanto, que descubran tanto como la de una madre mirando a su hijo. Eso, ese estado de arrobamiento, de entrega, de predisposición, es la Paz

Sobrecoge ver la devoción con que un grupo de hombres, fieles adoradores de María, cuidan su ermita, restauran el retablo y las imágenes, pintan los bancos, convocan al rosario en las abiertas tardes de mayo, o preparan con toda suerte de detalles la festividad de su Virgen . Porque eso también es la Paz.

Sobrecoge ver que la vida se detiene entre estos muros para rezar sus plegarias, o dirigir sus súplicas con la mirada puesta en los ojos de quien puede interceder por nuestras aflicciones, por nuestros problemas cotidianos, por nuestros desvelos. Porque eso también es la Paz.

Sobrecoge, en fin, este paréntesis de cera y flores, de reto y rito, para que estas fiestas sean , un año más las de un barrio que no quiere perder su identidad ni el celo por su Excelsa Patrona. Porque esto también es la Paz.

Practiquemos, todos, la paz del espíritu, para que en el horizonte dejen de verse las estelas del odio entre razas, entre religiones, entre vecinos, entre hermanos. El mundo tiene la obligación de caminar hacia la total universalización de los derechos de todos los habitantes del planeta. 
Practiquemos la paz del espíritu para que el fanatismo no se adueñe de nuestros actos; para que las diferencias nos hagan plurales y no enemigos; para que ningún niño muera sin poder ver a su padre por estar prisionero en una guerra absurda.

Practiquemos la paz del espíritu para sonreír al vecino, para consolar al afligido, para alegrar al triste.
Practiquemos la paz del espíritu para sentirnos dignos de la condición humana.

Desde esta tribuna, con la humildad del pregonero que a toque de cuerna, trompeta o bocina, convocaba a los vecinos para anunciar las nuevas en la aldea, os exhorto a que hagáis de  las fiestas de vuestro barrio, una manifestación de júbilo y firmes propósitos, pues será, ésta, la mejor manera de honrar y venerar a vuestra Excelsa Patrona

viernes, 20 de junio de 2014

YO FUI POETA, SEÑOR ¡TRAIGO MIS VERSOS!

¿
Sabéis? Yo era poeta.
Desde que me recuerdo regando en los bancales
Desde que el tren aquel  me hizo soñar distancias
Desde que el sol orlaba de rojo los crepúsculos.
Soñar costaba poco. ¡Si volaban los pájaros…!
Entre tanta aventura apenas me conozco.
Aquel daguerrotipo ya ha perdido su impronta;
Cómo no, si ha sufrido el sol de mil derrotas.

Ahora, desde estos versos que quieren ser sinceros
Le estoy haciendo un traje a todos mis recuerdos.
Mas no sé si la talla será la suficiente…
¡Había tanta vida en aquellas mañanas
Tanta luz en las cosas, tanto fuego en las gentes…!
Y siempre el fondo amable de madre en sus faenas.

Que no se engañe nadie: El hombre es aquél niño
Que en todos los recuerdos nos mira sorprendido
De ver como ha llegado a tanto desencuentro.
El hombre es el muchacho de pelo desgreñado
Que andaba por los cerros de todas las batallas
En las que fue ganando su puesto pulso a pulso.

El hombre… ¡Tantos hombres!, se sigue desnaciendo
Hasta que llega al punto aquel de la inocencia
Con la que va a iniciar la etapa de regreso.

Y así, recuperada la luz de los orígenes,
Vuelto a ese ser que siempre llevó sobre su entraña
Se acercará hasta el atrio de ese severo templo
En el que alguien aguarda con la pregunta puesta:
¿A ver, niño, qué has hecho con todos los talentos
que te entregué aquel día de tu llegada al mundo?

Y acaso cabizbajo, con un hilo de miedo
En esa voz de hombre que ya cumplió su tiempo
Dirá: Yo fui  poeta, Señor: ¡Traigo mis versos!


lunes, 16 de junio de 2014

EL TIEMPO Y EL AMOR

No sé como empezar... Hace ya tanto tiempo que no digo te quiero que se me hace difícil imaginarme haciéndolo. Nos conocemos tanto, tan a fondo, que todo en tI me sabe a cotidiano ; me pareces tan propia como mi misma sangre . Y tú ya sabes que me permito pocas concesiones...

Nuestra historia es sencilla : Unos de tantos , que un día se miraron a los ojos y se vieron unidos para siempre . Recogías tu pelo en una trenza y andabas con salero . Yo buscaba las horas y el pretexto para verte cruzar cada mañana hacia la sastrería donde tu madre quiso que te hicieras mujer sabiendo oficio . Me daba mucho miedo decidirme a salirte al encuentro . Yo era un pobre chaval poco agraciado y tú eras tan hermosa...

Esos son los retazos de una historia que quedó relegada por la vida - que al final compartimos - ;  por los propios problemas de un camino que debió perfilarse partiendo de la nada ; por los hijos que fueron desgranando tus rosas corporales ; por el esfuerzo intenso por labrarnos un sólido futuro ; por la propia rutina de las cosas que se van consumiendo...

Nunca has tenido un gesto de desaire , de desgana, de frívola advertencia . Tu entrega ha sido siempre la prueba de un amor que como ofrenda brindas cada mañana . A veces te imagino como una virgen presta al holocausto , tal es tu sumisión y tu grandeza.

Me he sentido arropado en tu tibieza , en tu serena forma de saberme y aceptar mis errores, en tu manera única de hacer tantas tareas engorrosas, en el sabor que imprimes a tus guisos, en el olor a limpio de tu armario , en tanta diligencia como pones para tener a punto mis camisas...

Yo sé que eso es amor a manos llenas por mucho que parezca cotidiano a quienes idealizan los sentires. Vamos cerrando etapas en una sucesión que nos anula y solo queda el fondo , el sedimento: tú y yo , después de todo; después de que los hijos hayan alzado el vuelo; después de que la vida nos haya endurecido en tanta lucha sorda compartida ; después de los triunfos ; después de los fracasos ; después de tanta vuelta de campana para salir a flote...

Un día llegará que nos miremos de muevo como entonces ; con el deber cumplido; con la ilusión primera. Y tendremos un tiempo pequeñito para ser de nosotros  - eso habíamos soñado no sé cuando - sin prisas , sin agobios...

Ya ves, en tanto tiempo, me ha bastado mirarte para saber si todo estaba en orden; alguna vez he roto la armonía que emana de tu rostro y he sentido que el cierzo soplaba por tu estancia - a veces es difícil asumirse -...

Tampoco ahora es te quiero la palabra. Lo que quiero decirte - tú lo sabes -emana de la sangre . Y la sangre es volcán y precipicio. Quisiera estar contigo en este tiempo amargo que nos viene ; cuando la soledad reine en los muebles y la vejez provoque desconchones .

Cabe muy poca vida en el espacio de esta carta que hoy quiero dedicarte. Pero después de todo, la vida se reduce a los recuerdos ; lo demás es metáfora , o acaso , un perfecto dominio del lenguaje. Yo he querido ceñirme al sentimiento y desde él te rescato de este olvido que quizás no es olvido sino entrega generosa y doliente...

domingo, 15 de junio de 2014

HOLA. SOY YO.

Hoy quiero aderezar mi blog con algo de poesía:

Hola, soy yo. No tengo nombre propio,
ni raza, ni color que me distinga
del resto de los vivos. Soy de carne,
esa frágil materia que resiste
hasta que ya no aguanta, como todo.
Me gustaría saber que esto que escribo
no es un capricho más, ni una costumbre
como pudiera ser el rasurado diario de mi barba.
Me gustaría encontrar ese sentido,
esa intención que ordena las palabras
para crear imágenes, para llegar al otro
que, como yo, se esfuerza en ser él mismo.
Querría situarlas en el momento exacto,
ni antes ni después, en este tiempo
que nos tocó vivir, en este instante
que vemos, que sentimos, que tocamos;
en esta circunstancia tan directa
que nos cincela así y no de otra forma.
Acaso lo importante se nos pierde
por tantas referencias como caben
en un procesador que, a fin de cuentas,
sólo vive el presente, que desvive
los días de su estancia en este barro
que volverá a ser parte de la tierra.
No somos más, ni menos,
que un puñado de estímulos, un viento
rompiendo el contraluz de las ausencias,
una espiral que anhela el universo
para sentirse todo y no una parte.
A nadie le regalan otra vida
para empezar de nuevo, bastaría
con encontrarse en ésta, con saberse
a la vez completado y complemento,
con descubrirse cada madrugada
abriéndose a la luz como las rosas
-ninguna rosa estorba la belleza
del resto del jardín, ninguna sangre
debiera florecer por otra causa
que la de hacer hermosa la mañana-.













miércoles, 11 de junio de 2014

CUÉNTAME UN CUENTO.

    Prólogo


Me gustaría que esto que voy a comenzar a narrar, fuera sólo eso una narración, uno de esos cuentos que después de dejarte mal sabor con su lectura, reconoces como una literatura más o menos original, y no una historia tan dramáticamente real que consta en el expediente 751/332l del Juzgado de lo Penal de Manzanares.
Fui el preso nºº 33345 del centro penitenciario de alta seguridad de Herrera de la Mancha y ahora soy el interno nº 1131 del psiquiátrico "La Atalaya" en Ciudad Real.
No conocí a mi padre, fallecido en accidente ferroviario unos meses antes de mi nacimiento, pero dudo que de haberlo tenido a mi lado durante mi fatídica existencia, las cosas hubieran sido de otra manera. Es más, de haber sido así, puede que, ahora, tuviese una muerte más sobre mis espaldas.
No soy un asesino, pero tampoco un enfermo mental. O puede que sí. Pero si yo soy un asesino o un enfermo , la sociedad que facilita estas atrocidades es también una sociedad asesina y enferma.
En los pocos intervalos de claridad que me deja el desproporcionado tratamiento al que me someten, he madurado una serie de ideas y reflexiones que tengo almacenadas en la parte lúcida de mi cerebro y a las que me aferro para no sentirme el más ruin de los mortales. Dichas reflexiones son:
1º No existe suficiente legislación sobre el consumo y la distribución de droga y, por supuesto, el seguimiento y recuperación de las personas afectadas es prácticamente nulo.
2º La sociedad facilita los medios para que los jóvenes caigan en esta situación de dependencia al no ejercer un riguroso control sobre los locales y puntos de alterne en los que se vende y consume todo tipo de estupefacientes.
3º Los horarios permitidos en este tipo de establecimientos, son un acicate para quienes, buscan en la movida la salvación del mundo,  un mundo prostituido por el consumo de otra droga que, menos letal, tiene también perniciosos efectos: dominio, poder, agravio comparativo, soberbia, prepotencia, despotismo, hipocresía, avaricia, envidia, etc. todos entenderán que me estoy refiriendo al capitalismo
4º la dificultad en encontrar un trabajo, hace que miles de jóvenes desocupados busquen alternativas en la delincuencia; alternativas  que siempre empieza por pequeños hurtos, tirones de bolso, robos con intimidación y toda suerte de añagazas para conseguir la economía que les permita satisfacer sus caprichos y necesidades. Es el inicio de una escalada delictiva que nunca se sabe cómo terminará.
No sé si el orden de estos puntos será el adecuado ni sé si mis reflexiones  están expuestas de manera adecuada; es igual, después de todo no pretendo hacer un tratado sobre las causas y efectos que han incidido en mi personalidad. Sólo quiero ampararme en estas cavilaciones, como descarga a mis muchas culpas; pero consciente de que los hechos que se me imputan son rigurosamente ciertos y producto de una mente depravada, siento que no habrá una pena que me redima, si no es la pena de muerte. Como esto no es posible en el estado español sólo tengo una salida: el suicidio; acto que no dejaré de intentar por todos los medios que se pongan a mi alcance..


I

¡¡¡Mamá...!!!
-¿Quieres que te cuente un cuento, recuento, que nunca se acaba...?
El niño, curioso, ávido de la cantinela por la que la voz de su madre llegaba hasta sus oídos, reía y decía que sí, aún sabiendo que aquello no pasaría de allí; que no habría fantasmas, ni dragones, ni pajes rubios por los que se deslizara el cuento.
- Yo no digo ni que sí, ni que no, sólo digo que si quieres que te cuente un cuento recuento que nunca se acaba...
Nervioso, divertido, impaciente, el niño cambiaba su respuesta. Sabía que daría igual, que su contestación no iba a variar la letanía que una y otra vez repetía su madre. Y eso era lo  que él quería en definitiva: que aquella voz, aquella hermosa voz, no dejara de cosquillearle, de acariciarle como nunca más volvería a ser acariciado por voz alguna; que los matices, el tono,  las inflexiones en la pronunciación, la comicidad en la expresión, llenaran esos instantes plenos de comunicación afectiva.
-Que yo no digo ni que no,  ni que sí, sólo digo que si quieres que te cuente..., volvía a decir la madre zarandeándolo cariñosamente.
-¡Que sí...!, carcajeó el niño incapaz de sustraerse al encanto de aquel juego de afectos.

II

El recuerdo de la inocente carcajada rompió el sortilegio. Se incorporó sobre el catre de la aséptica celda en la que cumplía condena. Miró hacia el alto ventanuco por el que se adivinaba la libertad, aunque no era la luz, cambiante, que ya se sabia de memoria, ni el gorjeo de las alondras, que poblaban el cercano parque, colándose estridentes por entre los barrotes, lo que añoraba en su soledad. Su añoranza, su sensación de privación de libertad nacía desde el fondo de su alma, desde el más recóndito lugar en el que pudiera considerarse persona; podía ser, éste,  el corazón, el cerebro, el estómago; porque en todos esos lugares de su organismo sentía el daño: el corazón le oprimía el pecho, el cerebro martilleaba una y otra vez su culpa, el estómago le producía náuseas. Era insoportable seguir sintiéndose vivo en tal estado de culpabilidad, no había otra libertad que la muerte,  pero eran vanos sus intentos de suicidio que siempre tropezaban con las inflexibles reglas de seguridad de la prisión; deprimente el lento paso de las horas al que estaba atrapado de por vida...
- Cuéntame el cuento que nunca se acaba, mamá. Sollozó...

III

El antro -ahora comprendía que aquello no podía llamarse de otro modo-, poseía todo lo que su juventud exaltada le exigía: guapas muchachas de carnes abundosas y generosamente exhibida; cubalibres tiernecicos ( a quién oyó llamarlos así por primera vez), que entraban sin sentir, inundando su sangre de cantidades insostenibles de alcohol; una música pegadiza y rítmica que invitaba a moverse sin control,  y aquellas pastillas con las que el mundo desaparecía de su mente quedando sólo marcha, ¡marcha!, ¡¡ marcha...!!

-¡Me vas a matar hijo, me vas a matar!... Bien hizo tu padre muriéndose antes de saber lo que había engendrado. ¿No te da vergüenza ver cómo me mato a trabajar mientras tú te dedicas al golferío?. ¡Eres...!

No terminaba la frase la madre. Ya para qué. Eran tantas las veces, tantos los caminos emprendidos para luchar contra aquella fuerza que anulaba la de su hijo.. La única vez que se atrevió a denunciarlo, impotente ya, herida de muerte en el alma y magullada en la carne por quien nunca creyó que se atreviera a pegarle, sintió que el corazón iba a salírsele del pecho. Lloró amargamente durante las semanas que estuvo internado en un centro de menores y lo abrazó como loca a su regresó. Desde ese momento se  hizo el firme propósito de no separarse nunca más de aquél ser que era una prolongación del propio." Lo que sea de ti, sera de mí", se dijo.

-¡No me mires así, vieja puta!, ¡hago lo que me sale de los cojones!, ¿te enteras?: la mano en el aire, amenazante el gesto, iracundos los ojos inyectados en droga!
-Me vas a matar...
-¡Un día. Te mataré un día!

"¡Cuéntame el cuento que nunca se acaba...!"  ¡¡¡Mamá!!! ¡¡¡Mamá...!!!, rugió más que gritó, en un acceso de impotencia.

IV

Se despertó tranquilo. Estaba en la enfermería de la penitenciaría. Le habían sedado y la ansiedad había dejado paso a la reflexión. Estaba atado a los barrotes de la cama y descartó, como en otras ocasiones el suicidio.
"¡Pero qué puedo hacer, Dios...! ¿Quién coño eres, si eres capaz de engendrar tanto mal en una persona? Yo era feliz, alegre, divertido. ¡Qué guapo es su hijo!, le decían a mi madre con envidia todas las vecinas. ¡El más listo de la clase, con diferencia!, le decían mis maestros. Y yo sonreía. Y mi madre sonreía. Y cogidos de la mano, emprendíamos el regreso a casa, a nuestra casa, tan humilde como limpia; tan modesta como acogedora.

No acierto a encontrar la hora en que todo cambió, ni comprendo por qué una persona lúcida se ve envuelto en una nebulosa que le impide reaccionar ante el despropósito. O es que el pensamiento, antes de llegar al cerebro, se desvía por la bragueta y pierde la noción de la realidad.
Lo cierto es que aquella mujer , la que me desvirgó, estaba como un tren, y yo estaba en el andén con la luz roja destellante. Era sabia; puta y sabia en los asuntos del sexo. Y me metió el veneno en la sangre. Por ella hice mis primeros robos, para regalarle la  ropa íntima más cara que exhibían en las corseterías de Serrano, para llevarla a lujosos hoteles en los que pasábamos la noche en total desenfreno. Robar era fácil, la gente se acojona en cuanto ve una pistola, aunque sea de juguete. Sólo hay que hablar con energía y montarse bien el numerito. En la primera joyería el dependiente se cagó; así, literalmente. El olor que se produjo era insoportable. ¡Maldito cagón! ¡Dame las joyas o te meto el cargador en el cuerpo! ¡vaya que si me las dio!, y sin pérdida de tiempo. Luego era cuestión de encerrarlo en el baño y salir echando leches.
Pero la puta quería más de todo: más dinero, más sexo, más tiempo. El empujón en la estación de Sol, fue limpio y exacto. Nadie lo notó y a mí que me registren. En una fracción de segundos había desaparecido del mapa.

V

Mi madre tenía las manos bastas, llenas de callos y sabañones. Pero nunca una caricia me supo como las suyas. Me dormía arrullado por su voz, ¿lo he dicho?, era dulce. Y su olor corporal era tan limpio que ningún perfume podría igualarlo. ¿dónde estás mamá? Debiste encerrarme, debiste matarme la primera vez que te crucé la cara con esta mano que no he tenido el valor de cortarme. ¡Cuéntame el cuento recuento que nunca se acaba...!

Hacer una cosa por primera vez, sea matar, robar o violar a una niña pija, es algo que puede parecer difícil para aquellos cuya vida transcurre por cauces normales: trabajo, familia, hipoteca..., pero incluso estos, habrán comprobado que hay cosas que, hechas una vez, hechas ciento. Hablo de pequeñas infidelidades, de mentiras para salir de un atolladero, de la devolución de un recibo del préstamo, de la pintada en la puerta del vecino diciéndole que es un capullo presumido..., cosas que no constituyen un delito propiamente dicho, pero que demuestran la fragilidad de los principios del ser humano, o que estos principios están sometidos a las circunstancias. Pues así es con todo. Mi primer cigarrillo llegó después de una lucha interna con los consejos con los que mi madre había intentado salvarme de posibles caídas. Me dije, bah, qué importancia puede tener un cigarro. Fue igual con el primer cubata, con la primera salida nocturna... seguir descendiendo por aquella pendiente fue tarea fácil. Cuando me dí cuenta -bueno, no me dí cuenta, si me hubiera dado,  no me encontraría en el lugar en el que me encuentro-, estaba pillado por todos lados. Mi atractivo personal también ha jugado en mi contra. Las mujeres se me daban bien, pero eso costaba una pasta que tenía que sacar de algún sitio. El alcohol y las drogas fueron una consecuencia lógica en aquel arrebato de pasiones que inundaba mi sangre.

Los ojos de mi madre se fueron apagando; su carácter, amable por naturaleza , se volvió taciturno y sus súplicas se tornaron exigencias. La empecé a mirar como a un enemigo y me molestaba la idea de que cada noche, al regresar de mis juergas, estuviera allí dándome la paliza, amenazándome con volver a poner otra denuncia o poniéndome las maletas en el pasillo. Ahora sé, en este momento de lucidez, sé, cuánto debió sufrir por mi culpa; pero entonces sólo veía a una vieja gruñona tratando de amargarme la existencia. ( ¿Cómo es posible que yo pudiera tener siquiera concepto de existencia? ) Así que no lo dudé. Una de esas noches la golpeé hasta dejarla sin sentido; después la cogí sobre mis hombros -estaba tan delgada que no resultó difícil- y subí hasta la azotea. Eran cinco pisos sin ascensor por una escalera estrecha de uno de esos barrios suburbiales a los que vinieron a parar los emigrantes. Llegué jadeando, loco de deseo por arrojar su cuerpo al vacío. Así se acabarían sus engorrosas retahílas. Por un momento abrió los ojos aturdida. Incapaz de sostener su mirada la volví a golpear y todo volvió al  silencio. De repente, sentí una presencia extraña, como si unos ojos me taladraran por la espalda. Me volví asustado hasta que descubrí que una lechuza me miraba impasible desde una cornisa cercana. Agité los brazos y huyó con un aleteo poderoso. Puse el cuerpo de mi madre sobre el alféizar de la terraza y lo empujé decidido. A los pocos segundos, oí un golpe sordo y el grito asustado de algún viandante.

VI

"Quieres que te cuente un cuento recuento que nunca se acaba..."

Pobre mamá. Tan blanca, tan dulce, tan buena... Ojalá pudiera devolverte la vida. Ojalá me hubiera muerto en una de esas orgías inacabables con las que te destrozaba el alma.  Te quiero tanto... No me culpes. La vida es una triste senda por la que se deambula sin norte. De aquí me sacarán para meterme en un manicomio. Dicen que lo mío es una enfermedad paranoica. Ya sé lo que me espera. Me atiborrarán de pastillas. Es curioso, mi vida y las pastillas. Un maridaje inviolable. Pero no podré matarme porque nunca pondrán a mi alcance más de las que mi organismo pueda permitir. Así estaré hasta que un día se le ocurra a alguien decir que estoy curado. Y vuelta a empezar. Como en tu cuento. No saben que lo que anhelo es morir. Reunirme contigo en ese onírico lugar en el que todo es posible. ¡¡¡Mamá...!!!

martes, 10 de junio de 2014

COMO PARCHE DE TAMBOR.

Este poema me lo publicaron en un libro conjunto titulado POEMAS AL DIRECTOR. El libro cumplía con su venta una labor social. Si alguien estuviera interesado en su compra puede acceder a la página de este blog titulada LIBROS. En ella se dan las orientaciones sobre el libro y cómo adquirirlo.


Hoy es uno de esos días en los que estoy convencido
de que el poema debiera ser de sangre.
Debiera sangrar por cada sílaba
como si las sílabas fueran heridas a pie de poema.
Debiera impactar como esas fotografías
que dan la vuelta al mundo en cuestión de segundos
denunciando atrocidades, o simplemente
haciéndose eco de nuestra abominable realidad.
Para eso, en primer lugar, debería servir el poema;
para denunciar desigualdades,
para eliminar diferencias,
para encontrar caminos de esperanza,
para hacer pequeños milagros de  panes y de peces
-hoy sería más fácil hacer esos milagros que en la época de Cristo-.
A lo mejor estoy equivocado y no hablo de poesía.
Realmente, no sé qué es lo que se entiende por poesía.
¿Alguien sabría decírmelo?
¿Alguien con la mano en el corazón sabría decírmelo?


Yo, mientras tanto, me cuestiono la honradez de los poetas.
Ellos,  prestidigitadores del más hermoso todavía,
con esa facilidad que tienen de encandilar con sus palabras
no han sido capaces de hacer del idioma un vínculo,
una herramienta que permita allanar las diferencias
poniendo en las palabras su exacta dimensión.

A las palabras no sólo debe exigírseles que sean hermosas;
deben ser auténticas,
deben vibrar como parches de tambor:
 tam tam tam.
Deben avisar al amigo y advertir al enemigo.
Tam tam tam
deben cruzar la llanura como gacelas en estampida
y avisar del peligro que supone el incendio.

Estamos rodeados de fuego,
un fuego incontrolado que primero adormece y luego quema;
la historia de las civilizaciones tiene una asignatura pendiente,
siempre la misma,
siempre su equivocado tam tam que no alerta,
que se pierde en recovecos hasta extinguirse.

¿Pero cómo llegar a esa conjunción sin que el poema sangre;
sin que el poeta vea que la tinta escarlata de su corazón
se está reflejando en el poema?

La única posibilidad de redención que nos cabe.

jueves, 5 de junio de 2014

CUENTO. (Pero no tan cuento) . Escrito en el pasado siglo.

Decididamente, estoy hasta el moño: a mis veintiséis años, con una Licenciatura en Ciencias Físicas  -que me ha costado un ovario- en el bolsillo, sólo he conseguido un trabajo  que me esclaviza porque el tiempo que necesito para ir y venir a la empresa me obliga a perder dos o tres horas diarias en medios de transporte, por lo que, además de estar siempre arreada, me encuentro con que no llego a la punta para realizar las tareas domésticas propias de una mujer de su casa con la mínima reputación de curiosa. Mi casero, valiente cabrón, me anuncia una nueva subida porque e IPC subido tres puntos este año . Y a mí qué coño me importa el IPC de los cojones. Yo gano menos que cuando empecé a trabajar, porque todo ha subido, con el aquel del petróleo, bueno la vaca ha bajado, pero a ver quien es el guapo que se atreve a comer vaca con el follón que han liado con lo delas vacas locas. Así que el próximo recibo se me pone en ochenta mil pesetas al mes. Y eso por una mierda de piso que no tiene cuarenta metros cuadrados. La verdad es que esto es una puta mierda. Pero a ver como le digo yo a mi padre que me vuelvo al pueblo después de estar el pobre sacrificado para que yo saque una carrera. Estoy mirando pisos; creo que con el alquiler que pago podría hacer frente a una hipoteca y hacerme con un piso propio. No sé si es la mejor solución, pero qué puedo hacer. Además, a mi cónyuge (a mi novio, coño) se le inflan las pelotas cada vez que viene el recibo del alquiler y me forma unos pollos de aquí te espero. ¡Como si yo tuviera la culpa del puto recibo!

He estado en una caja de ahorros solicitando un crédito hipotecario. ¡De pasmo! ¿Pero de verdad se cree alguien que puede una persona joven hacer frente a tanta usura? Usura en el préstamo, usura en el vendedor, usura en Hacienda que se chupa el seis por ciento de derechos reales; usura en los honorarios del Notario... Y todo legal, hay que joderse, todo el mundo se forra al contado y yo tengo que hipotecarme por treinta años. ¡Treinta años! Cuando termine de pagar los diecisiete millones, que con los intereses de demora se convertirán en veintiocho, soy una anciana. Eso, si se dan las cosas medianamente bien y podemos seguir haciendo frente a los pagos. Porque hoy nadie está seguro en el trabajo y lo mismo el día menos pensado te dan el portante y el banco te embarga en menos que canta un fraile. 

De escándalo. No me extraña que la delincuencia aumente, que las drogas aumenten, que la prostitución aumente... Sí, joder, porque ser decente es imposible. Y caro. A mí siempre me han dicho que hay que ir por el camino recto; pero ese camino se quedó en el pueblo. Aquí, en la  capital, todo son recovecos a los que no se les ve salida.
Cuando veo a tanto mendigo, a tanto marginado, a tanto drogata obnubilado, pienso, entre el miedo y la prudencia en la que he sido educada,  si antes, toda esta gente sería gente normal porque no creo que se llegue a esa situación de la noche a la mañana. Y me imagino cantidad de historias hasta llegar a tales extremos de abandono, y me veo a mí misma, desahuciada, sin trabajo, asqueada de intentar ir por el camino recto y no recibir más que patadas y puertas cerradas. Y se me rompe el corazón. Y lloro agarrada al almohadón hasta que el sueño y la desesperanza me vencen.

El bloque en el que vivo parece la embajada de Colombia. Debe haber más colombianos que en Bogotá. Yo creo que deben vivir en cada piso veinte o treinta personas, hacinadas, claro está, porque ya me contarás  de qué otra forma se puede vivir en estos cuchitriles. Pero en la calle pisan fuerte, saben sacar partido a su natural belleza y con cualquier trapo van arreglados. No quiero imaginarme como se ganarán la vida aquí,  y me cuesta trabajo pensar que si  dejaron su país para venir a caer en esta mierda, es porque allí estarían mucho peor. Lo malo de la existencia  es que hay que sobrevivir. Como en la jungla, devorándonos los unos a los otros. Y todavía dicen los políticos que España va bien.¡ Ellos sí que van bien! Eso es una carrera y no la que se saca a base de codos. Me revienta verlos discutir, sonreír, hablar..¡Me revienta verlos!  Les daba yo a ellos un sueldo de setenta mil pesetas, aunque fueran ochenta, y un trabajo a dos horas de su casa. Me gustaría verlos subidos en un andamio a cuarenta metros de altura y con el sol dorándoles las pelotas, para luego echar mano de la merendera en la que, con infinito amor, les habrá preparado la parienta el menú del día. Y para el reposo del guerrero, regresar, después de dos horas de trasbordos, a su modestísima vivienda prefabricada con materiales de ínfima calidad en barriadas surgidas como las setas, sin orden ni concierto. A ver si entonces seguían diciendo que España va bien. España va como va, quien tiene come y quien no ayuna. ¡Y son tantos los que ayunan...!

Porque esa es otra: Para conseguir que la Junta de Comunidades te de algún piso de protección social, tienes que ponerte a la cola. Y ser más pobre que las ratas y poseer todos los certificados de miseria que puedan expedirte.
Me estoy dando cuenta que hablo como mi padre. Joder, que mi padre tiene ya cincuenta y cuatro años y yo estoy empezando a vivir... ¡seré gilipollas!

Después de incontables visitas, en las que hemos visto verdaderos zulos, de los que se anuncian en la banda de INTERNET "Entre diez y catorce millones de pesetas" decidimos mirar la banda superior: "Hasta dieciocho millones". Como de ilusión también se vive, seguiremos con este deporte, que no veas  como se endurecen los gemelos después de un día de subir y bajar a cuartos sin ascensor y de llegar a "muy cerca de la boca de metro de..."; ¡debería darles vergüenza poner tantas mentiras en los anuncios...!

martes, 3 de junio de 2014

CARTAS A UN HABITANTE DEL SIGLO XXI (Luna de Octubre)

Como podréis observar por el  nombre de los que se citan, este escrito es, como poco, de hace veinticinco años. Lo triste es que su argumentario siga estando en vigencia. Pero lo más triste es que seguirá estándolo a través de los tiempos...



Anoche, como tantas, hice un recorrido por los distintos canales de televisión -síntoma de evolución e inconformismo- para caer en un debate de Antena 3, moderado por Jesús Hermida, en el que se hablaba de la droga que consume a nuestros jóvenes y de las razones, más bien suposiciones, para     
caer en este fango aniquilador. 

Entre los contertulio-famosos licenciados en todo-se analizaban los mil y un porqués que llevan a nuestros hijos a amar la noche.Se cuestionaba  la permisividad de unos padres que han perdido su autoridad; se culpaba a la sociedad que hemos creado para salir de las cavernas, de todos los males que acechan tras de las luces de neón; el académico Cela ponía a parir a la Universidad, mientras el catedrático Pérez Royo la magnificaba; un psicólogo loco, como todo buen psicólogo, hablaba de niños mimados, de regreso a la infancia y de disciplina; se habló incluso de represión,  de información, de legalización; alguien dijo que si alguna vez los jóvenes ponían de modo comerse un bocata de jamón,se acabarían las drogas. 

Otros echaron la culpa al poco deporte que se hace en los colegios; nuestro paisano Piña, un diseñador de este fin de milenio, al que tú no conocerás, también estuvo allí.Todos en fin, y esa era su misión, utilizaron esta vez su glamour para ser los abanderados de una causa que no entiende de banderas. 
Lo curioso de este debate es que, para hablar de un tema que afecta a una juventud a la que no conocemos, no se llevara a ninguno de estos jóvenes. Lo curioso era, que si alguno de los contertulio conocía este mal de  fondo, no tuviera las suficientes agallas para poner sobre el tapete sus verdaderos motivos, o sus posibles errores,o su búsqueda de sensaciones más fuertes que las habituales; lo curioso era, como siempre, la frivolidad de algunos, la  ignorancia de muchos y la autoestima de todos para hacer de un debate serio y trascendente algo que no fuera mirarse su propio ombligo. 

Hablar de droga, es hablar de hábito; algo común en todos los humanos; solo que cada cual utiliza su hábito en lo que le gusta.Cualquier faceta que absorba en demasía, es motivo de preocupación para quien la padece. Solo son distintas las consecuencias. Y es eso lo que se  persigue; lo que molesta, lo que asusta, lo que degrada al individuo frente a una sociedad llena de parámetros que solo valora y justifica el triunfo económico.

La droga esta ahí,porque en algún recodo del camino el individuo se sintió solo, débil, asustado, impotente para hacer frente a tantas desilusiones como se le echaron encima. La droga está ahí  porque nuestra  sociedad no ha sabido crear alternativas al ocio, al paro juvenil, a la incultura. La droga está ahí, por la comodidad de  todos y el beneficio de muchos; la droga esta ahí por la rutina que nos invade, por la falta de entusiasmo, por la apatía. Si buscamos culpables no debemos  mirar demasiado lejos para encontrarlos; si buscamos soluciones, habrá que revisar nuestros conceptos filosóficos sobre el fin del ser humano en esta tierra. 

Desde que un niño empieza su edad escolar hasta que termina el COU se nos ha convertido en adulto. En estos años se deben poner los cimientos para desarrollar una personalidad fuerte, con criterio, capaz de discernir y valorar lo que tiene a su alrededor.Si en esta  etapa se fracasa - y me temo que se fracasa- debemos reestructurar los esquemas. Y aquí estamos implicados todos : maestros, padres, poderes establecidos... Deberemos exigirnos autenticidad, entusiasmo, prioridades, para que nuestros hijos amen la vida. Debemos desterrar el miedo al fracaso, la competitividad, la desigualdad; deberemos fomentar las aptitudes naturales y encauzarlas hacia una meta colectiva. Porque la riqueza de una sociedad, se nutre de individualidades y todas son necesarias.

No podemos permitir que a los dieciocho años, una persona se pregunte ¿ Y ahora que hago? Debemos dar respuestas, en la forma que sea, en la medida que podamos. El empleo juvenil es imprescindible para evitar un ocio excesivo que no conduce a nada bueno.  ¡Cuantos padres querrían que sus hijos trabajasen aunque su remuneración fuera pequeña, por el solo hecho de aprender un oficio!. 
Con medidas preventivas; con inversiones orientadas al desarrollo de la juventud, se evitarían muchos de los males que aquejan a una sociedad decadente, empobrecida de valores y anclada en el ostracismo del propio bienestar. 

Perseguimos una cometa brillante que vuela a favor de los vientos, falso señuelo de equilibrio, que solo se recrea en el gozo efímero del instante de su suspensión. 

Hagamos de nuestra estancia en la tierra, por pequeña que sea, por insignificante que nos parezca, algo sólido, porque en la medida en que nos sintamos fuertes, útiles, capaces, desterraremos los miedos que nos atenazan y nos someten a los desmanes de quienes saben aprovechar estas debilidades en su propio beneficio. 

Doy por supuesto, que habrá miles de actitudes y aptitudes que dirigidas en este sentido erradicarán, como una  mala lepra, la droga de nuestro entorno. Pero debemos buscarlas dentro de nosotros y tener el valor necesario para ponerlas en práctica. 

Si queremos que nuestros jóvenes, que nuestros hijos se desarrollen en plena armonía, aún es tiempo de tender un puente que los lleve hasta el siglo XXI, en la seguridad de que esos enemigos,no podrán seguirlos.