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miércoles, 30 de abril de 2014

TIEMPO MUERTO

No sabría precisar cuando dejó de contar el tiempo. Bien pensado, era difícil ponerle una fecha al instante en el que dejó de interesarle todo. Cuántos años habrían transcurrido desde que su mente se sintió despoblada. Es posible que no hubieran sido tantos. Cuando la realidad es difusa se pierden las referencias. De manera que pudo ser ayer el último día en el que tuvo consciencia de sí mismo. Tanto daba.
Los que le conocíamos, sí podíamos precisar su bajón. Le habíamos ido viendo apagarse como un velón de  Semana Santa al finalizar la procesión, y, lo más triste, sin poder hacer nada para evitarlo. De aquella plenitud rayana en suficiencia que tuvo hasta en la risa,  sólo quedaban flecos deshilvanados, como esos cielos filamentosos que no ocultan en totalidad el ocaso del sol, pero lo enturbian. Un día era un nombre que no recordaba. Pero eso es normal a ciertas edades (o eso pretendíamos hacerle creer). En otras ocasiones era la conversación desmadejada., o el repetitivo recuento de sus dolencias el que nos hacía percibir su desmemoria. Sólo le quedaba la risa franca o alguna coletilla tan arraigada que, ocasionalmente, nos hacía dudar si nuestra percepción era cierta o es que estaba jugando al disimulo.
De repente un rostro se vuelve inexpresivo: los ojos divagan, la risa se hace mueca, las manos buscan algo desesperadamente. Puede que las preguntas se amontonen mientras haya lucidez para preguntarse; mientras uno siga reconociéndose en el rostro del otro; mientras el tacto nos devuelva sensaciones, pero las respuestas, cada vez más confusas, llegarán a diluirse hasta la negación.
Mi amigo estaba en esa etapa en la que la identidad aún le era propia. Hablaba de las cosas que fueron, de los hijos que volaron, de los amigos de la mili, del trabajo en el campo, de su padre que fue además amigo y consejero. Lo que no podía recordar era la pastilla que le correspondía tomar después de la cena o la conversación telefónica que habíamos mantenido días antes. Lo vi pasar de la desesperación a la resignación . Y aunque era una conclusión necesaria sentí pena; porque la resignación es la antesala del abandono, del olvido, de la muerte.
Y mi amigo estaba muerto. Le faltaba estar helado; le faltaba el ataúd, el traje de novio que, sí aún da la talla ( y si no también, porque para donde se va...) se utiliza para el último tránsito. Ya no me atrevía a llamarle por teléfono, porque cuando lo hacía, siempre respondía su mujer y la respuesta era invariable: está poco más o menos ,le duelen los ojos y siempre los tiene cerrados, hoy hemos ido a que le regulen el sintrón, le tienen que hacer una prueba nuclear en el cerebro para ver de donde dimana esta pérdida de memoria. Yo no quería oír aquella retahíla; yo quería oírle a él, sentir su optimismo, su risa contagiosa, su chiste al hilo de la circunstancia. Pero él, sentado en el sofá junto a su perra fiel, con la que intercambiaba miradas, quién sabe si entendimiento, era el silencio.

Cuando las cosas tienen que pasar, lo mejor es que pasen; que terminen. No entiendo la adicción al médico (propia o de los familiares) cuando el resultado, en el mejor de los casos va a ser una vida vegetativa. Mi amigo también debió entenderlo así porque una mañana, en un descuido de su mujer dio su último paseo por las vías del tren.

domingo, 27 de abril de 2014

MEDITACIONES

Si al coronar la nieve de la edad las cumbres de  mi vida,
aún me cabe esperanza, y sueños, y proyectos,
se lo debo al progreso, al bienestar social, a la cultura,
al vecino de enfrente que me dice Acon Dios@ cada mañana
-prueba notoria de su buen deseo hacia mi persona-,
a la igualdad de oportunidades que no ha tenido en cuenta
que yo era primo hermano, por línea directa, de quienes padecen síndrome de Down ,
y pariente no muy lejano - por grado de pobreza-, de los limpiabotas,
de los vendedores de bolígrafos en los semáforos,
de los cómicos taurinos que dan vida al espectáculo del bombero torero...
Creer otra cosa sería necedad, arrogancia, prepotencia...
Y yo soy tan humilde
que aún conservo en la sangre las esencias del alma primigenia, esa
que alguien envolvió con el celofán de la inocencia.
 A mi edad,
no hace mucho, yo tendría sobre mí la etiqueta de viejo
en forma de arrugada piel y torpes ademanes,
sin embargo, ya ves, aún sigo aquí, empezando a sentirme vivo,
descubriendo una veta a la que asirme,
en  la que descubrirme,
 en la que conocerme.

(Qué intrincada es la senda por la que camina la humanidad!
Aún nos asombramos de los vestigios prehistóricos que van surgiendo ante nosotros.
Aquellos primeros trazos simples; aquellas rudimentarias herramientas,
aquellas restos fosilizadas que han dejado constancia de nuestro paso
en otros tiempos, en otras circunstancias...
Y sin embargo eran los mismos ingenios
que después pudieron volar, o surcar el fondo de los mares, o simplemente,
alargar la vida unos instantes.
Sólo necesitaron un poco más de tiempo,
más higiene, mejores alimentos, más deporte... Experiencia.
La experiencia es el pedernal elevado a metafísica,


la poesía descendiendo a lo cotidiano.
Todo es válido, complementario, unitario, aprovechable, eterno,
nuestra cultura pasará, pero no sus consecuencias. Y lo que venga después,
buscará en los papiros de nuestra antigüedad la razón de sus orígenes.

Un día, uno tan sólo de nuestros días, contiene el principio y el fin de la eternidad.
Todo el tiempo transcurre en un instante; lo demás son reflejos,
ondas que se expanden, murallas que se elevan sobre el tiempo fenecido.
En este instante propio he intentado la metáfora, he perseguido la palabra,
esa que a veces casi nadie entiende. He creído, he dudado.
Y ahora qué, me pregunto.
Ahora sé que estoy vivo, que una hora más de vida es un avance
de la naturaleza que me va a permitir seguir siendo. Que debo hacer poemas
para dejar constancia de mi paso por la caverna en la que habito,
sin otra pretensión que decir aquí estuve; aquí viví más años que la anterior generación
y por eso tuve tiempo de emborronar estas paredes
para decirte a ti, observador remoto, cómo era mi tiempo.

Reflejos, ondas, chispas que van y vienen, que se cruzan, que se funden...
Eso somos: sumos sacerdotes, pontífices de la existencia, referencias antediluvianas
sometidas a nuevas transgresiones; inocentes moléculas que un día
perderán sus propiedades de fusión y volverán a sumergirse en la negrura de la inconsciencia.
(Increíble!,  diréis desde vuestra nueva percepción. Sin saber que vosotros
también sois nosotros; que todos somos el mismo impulso en proceso evolutivo,
en imparable instinto de supervivencia.
Qué nos mueve, cuál es el sentido de nuestros actos, quién nos hace poetas,
o músicos, o influyentes líderes;
quién sembró en nuestros genes la peculiaridad de nuestra conducta,                                        
cuál es la verdad de nuestro instante...
Son, seguramente, las mismas  preguntas que se hicieron los dinosaurios
si nos permitimos atribuirles pensamiento;
las mismas preguntas que, mañana, os haréis vosotros

para dejarlas, otra vez, grabadas en las graníticas paredes de vuestra gruta.

viernes, 25 de abril de 2014

DOS HISTORIAS QUE PODRÍAN SER REALES.

                                                              I

Pedro tendría ocho años, nueve a lo sumo, aunque sus ojos parecieran los de un hombre de sesenta. Era menudo, renegrido, fibroso. Visto desde arriba, semejaba un sable. No sé por qué me viene a la mente esta comparación, pero eso me parecía: con su pelo en forma de panocha, descuidado y mugriento, sus hombros no muy anchos que bajaban hacia un cuerpo enjuto y liso del que pendían las extremidades como desmadejadas, como si no hubieran sido creadas para fin alguno.
Pedro -yo le llamo Pedro, aunque en realidad no sé su nombre- era gitano, o rumano, o un gitano de Rumania; un inmigrante, en definitiva, de los muchos que comenzaban a pulular por el pueblo desde hacía meses.
Yo lo había visto en diferentes ocasiones por los lugares comunes de la población y siempre me llamó la atención la seriedad de sus ojos; deambulaba como esos perros callejeros en busca de comida que no parecen ir a ninguna parte. Ya sé que la comparación es degradante, pero decirlo de otra manera no dejaría de ser un eufemismo. Quiero decir, que no era un niño al uso de los de nuestra opulenta sociedad, que siempre suelen estar donde deben: si es jugando a la pelota, en el frontispicio de la iglesia o del teatro, con su balón de reglamento, sus guantes de portero y su camiseta de Morientes; si es jugando con el patinete, en la calle peatonal, pertrechados de rodilleras de marca,  mientras sus padres  sentados en las terrazas de los bares, observan los giros de sus pupilos; si es camino de cole, con sus carritos portadores del material escolar y sus uniformes impecables, oliendo a colonia fresca y a champú antipiojos.
Pedro era la antítesis de las costumbres de este lado del mundo. Si era la hora de la salida de la iglesia, o el día del mercadillo, o, simplemente la gente salía a dar sus cotidianos paseos, allí estaba Pedro, en el centro del tumulto, con su mirada seria y su mano tendida en ademán de súplica. Porque eso es lo que hacía Pedro: mendigar, mientras su madre, sentada sobre el suelo de la calle peatonal y con otro niño, este de meses, dormido sobre sus piernas,  recitaba a voz en grito una especie de sermón en el que narraba todo su infortunio de la manera más lastimera que alguien pueda imaginarse. Curiosamente, el pequeño, regordete y hermoso, siempre estaba dormido. No faltaba quien aseguraba que drogaban a los niños para que pudieran aguantar tanto tiempo inactivos. Y algo debía  haber de cierto en aquella opinión, so pena de que los niños rumanos fueran menos inquietos que los españoles.

La historia de Pedro, no pretende tener un final feliz, ni dramático; ni siquiera un final. Porque la historia de Pedro, está repetida hasta la saciedad entre los miles de niños inmigrantes que han llegado a España de la mano de unos padres que buscan un mejor modo de vida, o simplemente piensan que la miseria al lado de una sociedad opulenta es menos miseria. La Historia de Pedro, como la de Andrés, el niño peruano que vestido de traje y corbata,  iba de mesa en mesa tocando una flauta dulce que de dulce sólo tenía el nombre, , o la de Tomás, que vendía discos piratas junto a su familia, ojo avizor,  no fueran a llegar los policías a confiscarles la mercancía; o la de tantos desheredados intentando sobrevivir en un mundo que no tiene un hueco para ellos, no puede tener, todavía, un final
Pretendía escribir un cuento. Pero el tema es serio; demasiado serio para inventarse posibilidades que no son tales; demasiado serio para ignorar la degradación del ser humano; de todos los seres humanos que vivimos inmersos en nuestros cotidianos problemas en esta sociedad de consumo aniquiladora que nos ha convertido en sus esclavos; demasiado serio para intentar siquiera escribir un cuento.
Que la vida es una cuestión de suerte es algo que salta a la vista. Lo que ya no es cuestión de suerte es hacer que la vida no sea cuestión de suerte. Decir esto a estas alturas, cuando han fracasado doctrinas políticas que preconizaban la igualdad entre todos los habitantes de su comunidad; cuando se está demostrando que el capitalismo , con su voracidad, no sólo destruye, sino que insensibiliza a quienes tenemos que convivir con esa circunstancia; cuando las religiones , todas, han demostrado su impotencia para conseguir hacer del mundo la Tierra Prometida y han tenido que inventarse un más allá, en el que los héroes, o los buenos, o los pobres, encontrarán la recompensa que les ha sido negada en esta vida, es, poco menos que una temeridad. Todo está dicho, desde todas las vertientes, desde todos los mensajes, desde todas las plumas, desde todas las voces, desde todas las palabras. Sólo falta, ay, que los oídos escuchen, que la voluntad comience a caminar por el verdadero sendero de la vida; que el miedo y la inseguridad por nuestra propia subsistencia, sean desterrados a través de una filosofía de estreno que comience hablando de la muerte.
Pedro era un niño triste. Yo soy un Pedro triste. Y cualquiera que vea a Pedro sufrir, será una persona triste. Porque a nadie nos gusta sentir que poseemos lo que a otros les falta; al menos lo esencial que a otros les falta. ) Con qué derecho?, podemos preguntarnos nosotros y puede preguntarse Pedro desde la orilla opuesta.


                           II

Amanecía, cuando Dolores, una yonqui que, junto a dos niños de cuatro y tres años, ocupaba una chabola en los suburbios de una monumental ciudad -y omitimos citar alguna deliberadamente, ya que cualquier ciudad, por bella que nos parezca, tiene arrabales o  suburbios, donde se dan cita los pobres y los marginados -, volvía a la triste realidad de su vida en aquel inmundo lugar en el que se refugiaba como una rata más de las que pululaban por cloacas y alcantarillas.
Unos débiles gemidos la alertaron de la adormidera con la que había aderezado la noche.
-Ya voy, ya voy..-dijo mientras intentaba abrir la cerradura de la desvencijada puerta.
Al oído de aquella voz, que para bien o para mal, era la voz de la costumbre, se oyeron los gemidos con más insistencia.
-(Que ya voy, coño!. Mañana os voy a aumentar la dosis a ver si así os dormís para toda la vida. (Joder con la mierda de los niños! (Tenía que haber hecho lo que me dijo el cabrón de vuestro padre: ir a la casa de aquella puta a que me dejara limpia. Pero una, que tiene corazón y además es tonta...

Dolores fue una niña que creció deprisa. A los catorce años estaba tan armónicamente desarrollada y su cuerpo era tan deseable, que pronto se dio cuenta de las miradas de lascivia que provocaba en el sexo opuesto. Fue primero un compañero de colegio, quien después de guerrear con casi todos los de su edad, conquistó el corazón de Dolores. Una historia de amor precoz que podría haber prosperado si al muchacho no lo hubieran metido sus padres en un colegio interno por causa de sus tormentosos amores  y  las malas notas. Después fue un militar, a Dolores le gustaban los uniformes y  aquel cabo primero lucía los galones como si fueran las estrellas de un teniente coronel, pero se fue a Kósovo y murió en accidente de circulación. Entonces conoció a un guaperas, propietario de un descapotable de cuarta mano que la metió en ambientes que al principio la fascinaron y que luego terminaron por esclavizarla y degradarla hasta el extremo de convertirla en una sombra de la belleza que fue. Cuando el chulo se cansó de ella la dejó con las dos criaturas y en la más completa indigencia. Desde entonces su vida fue un rosario de problemas: enganchada a la heroína y con dos bocas que alimentar, tuvo que prostituirse, y aún así, sólo la aceptaban en bares de mala muerte frecuentados por borrachos que no le hubieran hecho ascos a la mujer de Popeye. Tenía buena voluntad con los pequeños, pero de ahí no pasaba. Los niños estaban la mayor parte del día jugando delante de la puerta de la chabola mientras Dolores dormía las trancas que pillaba por las noches. De cómo se alimentaban aquellos dos infortunados, habría que escarbar en la milagrería que  para tanto da, o aceptar que la naturaleza es sabia y saca provecho de las situaciones por difíciles que estas sean.
De nuevo debo dejar el cuento sin final. Porque, desgraciadamente es un cuento tópico. Tópico porque esta historia tiene visos de credibilidad a juzgar por las veces que la televisión muestra situaciones parecidas. Tópico porque no rompe esquemas en su desarrollo y, posiblemente, tampoco sorprenda a quienes estamos ya insensibilizados ante tanta imagen triste. Tópico, en fin, porque esto ya se ha contado de todas las maneras posibles. Y tanto daría terminar el cuento diciendo que los niños murieron atropellados por un camión que se salió de la carretera y arrolló su chabola, que decir que habían muerto en un incendio o que la madre, incapaz de seguir con aquella carga durante más tiempo los había asfixiado mientras les cantaba una tierna canción de cuna.
Buscarle un final feliz, seria ideal. Y no digo que no pudiera darse ese final. Hoy hay medios: Asociaciones, ON gés, Servicios Sociales Municipales, y, a escala nacional, el Tribunal Tutelar de Menores... pero aún así, se ha demostrado que a veces las soluciones pasan por fases tan terribles para los niños que, deben andar de la ceca a la meca, como para quienes les acogen, que siempre estarán con el miedo de si, superada su crisis personal, la madre luchará por recuperar lo que biológicamente le pertenece.
La realidad, la cruda realidad, es que la sociedad no sabe, no puede,  o no quiere tomar partido en asuntos de tal delicadeza.
La realidad es que la marginación, es algo que escapa a consejos, recomendaciones, terapias, cultura o posición económica de los progenitores.
La realidad...
Esto daría para un tratado y no para un relato de como máximo cinco páginas a doble espacio y por una sola cara. Esto, en el fondo, no es más que un intento de conseguir el premio de relatos de la Rebotica para satisfacer con ello el ego del que suscribe. Esto, en resumen, es una mierda más de esas que vamos soltando, envueltas en celofán, quienes al final nos contentamos con aquello de )y qué podemos hacer nosotros?
Puede que, algún día, sobre esta sagrada Tierra, tome forma un ser evolucionado que, consecuente con su finitud, no ambicione otros bienes que no sean los del espíritu. Puede que los Pedros, y las Dolores de mi historia sean un anacronismo en una posible sociedad establecida en base a unos parámetros universales. Puede que el mundo, ese mundo lógico en el que todos deberíamos gozar de las misma oportunidades, aún esté por hacer.


miércoles, 23 de abril de 2014

HACIA LA LUZ (a mi padre)


                                          
He seguido las huellas de tu último viaje
por un bello paseo de jóvenes cipreses.
Era una tarde limpia, de cálidos matices,
perfecta para un alma que rompe el cautiverio.

Con profundo respeto, cuatro sepultureros,
han bajado despacio tu cuerpo hasta el abrigo
de esa postrera estancia silenciosa y profunda
donde ya no habrá miedos que laceren tus huesos.                              

Y han cruzado mi mente las trágicas imágenes
de tu rostro agotado y tus manos nudosas;
de tu cuerpo vencido  y tus ansias de muerte;
de tu estoico silencio marginal y preciso.

Te recuerdo como eras en aquellas secuencias
que aún mi cerebro guarda celoso de tu imagen:
Centinela del alba despejabas las sombras
que tejiera la noche sobre todos nosotros.

Era tu mano sabia la mano de un poeta
que escribiera en los surcos los versos más sublimes.
A tu lado aprendimos que vivir es ganarse
el pan cada mañana con sumisión y entrega.

Las huellas de tus pasos jalonaron las lindes
de una heredad  que acaso semejara a tu madre
-tal era el sentimiento de amor con que cuidabas
las verdes extensiones de inciertas esperanzas-.

              
              Y ahora habitas la tierra desnudo de impaciencia,
sabedor de que has hecho la labor asignada.
Nadie podrá negarte tu reposo perpetuo
que acaso es comparable al del vientre materno.

Todo será ligero como la misma esencia
donde germina el tallo frondoso de la vida.
Y tú podrás sentirlo -tan dentro estás de todo-
como un hálito fresco invadiendo tu alma.

Porque esa es la promesa de vida que nos salva
de este lento víacrucis donde el sol se deshace.
Y en tu noche constante -marinero de espigas-
volverán las estrellas a servirte de norte.

Ahora tú formas parte del sol cuando amanece,
de la brisa que llega como dando un abrazo,
de la gota de lluvia que se agolpa en torrente,
del azul de la nada,  del silencio del mundo.

Ahora tú eres el germen, la perfecta armonía
donde todo se ensambla para ser nuevamente.
Por eso no estoy triste a pesar de tu ausencia
y siento que el poema me llega de tu aliento.


lunes, 21 de abril de 2014

EL RESCATE DE ELIAN. (Una historia de pateras)

No sé si recordarán el caso de Elian. Ocurrió hace bastantes años. Las televisiones se hicieron eco del suceso y lo utilizaron como carnaza para emitir noticias y más noticias. Era la historia de una tragedia en una patera que trataba de salir de Cuba. Yo escribí el artículo que ahora rescato y que traigo a este blog porque aún la situación que planteo sigue produciéndose.



Sobre el alma curtida de la Tierra se aloja un nuevo llanto. Acaso será el llanto más contado de la Historia desde que el rey Boabdil entregara la ciudad de Granada y su madre con una arrogancia inusual en una madre le dijera aquello de ALlora como mujer lo que no supiste defender como hombre@. Y es que la historia se nutre de momentos, de pinceladas, de circunstancias que casi nunca han contado los protagonistas. Seguramente el rey Boabdil tendría una contestación para aquella lapidaria frase; posiblemente, llorara también por aquella muestra de rigor e incomprensión con la que pasaría a la Historia tan a su pesar.

Son esos instantes los que anulan la verdadera trama por la que transcurre la vida; esa vida que llora en tantos lugares del planeta y a la que estamos tan acostumbrados que ya sólo nos produce  indiferencia.

El llanto de Elian tiene varias etapas: La primera - que no llegaron a captar las cámaras-, fue un llanto de desolación frente a la inmensidad de un mar que le había arrebatado del último abrazo de una madre angustiada. Un llanto que no entendía de ideologías ni de razones para arrojarse a las tinieblas en busca de la libertad; un llanto desposeído del más mínimo rencor hacia quienes provocaban situaciones tan dramáticas desde las poltronas del poder insensato.

Fue después el llanto convulsivo de quien ve que la vida le abre de nuevo los brazos, aunque estos fueran rudos brazos de marinero, tan distintos de aquellos otros que el agua se llevó cuando más los necesitaba.

Pero no terminaba aquí el llanto del pequeño superviviente que, de la noche a la mañana se vio rodeado de todo lo que nunca pudo imaginar. De pronto era el Rey del Mundo y fue su llanto, esta vez indefinible, una muestra más de la equívoca unción con la que nos atrapa el consumo. Fue suficiente tan corto espacio de tiempo para que un pequeño ser, zarandeado por  todas las corrientes que hacia él se dirigían, se manifestara como el epicentro de una convulsiva guerra dialéctica en pro y en contra de su posible destino. )Qué destino podría ser mejor que el de no haber tenido que desprenderse tan trágicamente de los brazos de su madre?

Sin embargo, no parece importar a nadie la dramática razón de la situación del pequeño Elian. Todos quieren ponerse la medalla del humanismo, de la solidaridad, de la entrega generosa. Sus familiares exiliados, los cubanos exiliados, los cubanos de la isla, el mundo entero dividido sobre la manera con la que se debe actuar en esta delicada situación.

No entraremos en valoraciones sobre el cómo se debe solucionar este problema; pero sí lo haremos sobre el porqué. Y el porqué no es otro que la opresión que se ejerce sobre un pueblo sometido a una férrea dictadura; una opresión endulzada con los cantos de sirena de unas consignas arcaicas y fuera de lugar que prometen un paraíso a todas luces imposible. Es probable - es seguro- que el mundo necesite una nueva remodelación de sus ideologías para que nunca puedan existir situaciones de fuerza que anulen al individuo. Claro, que mientras tanto, tendremos que escuchar muchos llantos sobre esta Tierra que, lo entendamos o no, es la Tierra Prometida.

Al llanto de Elian, al terrorífico llanto provocado por la absurda manera de dar fin a este asunto -)No habrá cuerpos de psicólogos especializados en tragedias?- debemos unir los llantos silenciosos de quienes mueren sin sospechar siquiera que existe otro mundo; el llanto silencioso de quienes llegan a la vejez desprovistos del más elemental derecho humano: el del amor; el llanto silencioso de quienes ni cuenta llevan ya de los días que hace que no han comido; el llanto de los supervivientes de las bombas de Nepal o de Hiroshima ; el llanto de las víctimas de todas las guerras provocadas por la incomprensión y el fanatismo. El llanto...

Y, como siempre, la pregunta que nos muerde, que nos corroe, que nos llena de impotencia ) Qué puedo hacer yo? También nosotros podamos hacer algo al respecto: Ser críticos con quienes tienen el poder; exigirles que en sus programas se planteen soluciones globales, acuerdos internacionales, medidas integradoras para que la humanidad -Una- sea merecedora de habitar sobre esta tierra. Es posible. Hoy, es posible.


domingo, 20 de abril de 2014

A CONTRAVIDA

Hoy traigo un poema que es toda una declaración de intenciones. El camino está andado y ahora sólo queda rematar la faena,. empresa, esta, difícil,  que siempre coge a desmano y de improviso. A pesar de que no lo parezca, creo que es un poema de esperanza:

.

    Caminando
hacia el lugar común de las ausencias
con la maleta presta
y el corazón transido de palabras
que no encuentran la luz.
    Como un deseo
que muriera en la tarde,
justo cuando la boca se dispone
a socavar fronteras.
    Laceradas
como reos al borde del destierro
mirando el suelo propio, prisioneras
de un  misterioso acervo que las hace
víctimas de sí mismas.
     Así mueren
aún sin nacer los versos
que quisiera escribir para decirme;
para escuchar después, cuando la noche
me descubra llorando
por el tiempo perdido a contravida.
Qué he de decir, y cómo.
Con qué palabras nuevas he de darme
para no repetir lo tan sabido.
Cómo llegar al puerto
del que parten las vírgenes bandadas
de palabras no dichas.
 Hoy oficio
desde el viejo ritual de los poetas
que ya no tienen voz, mas se resisten

a no escribir su último poema.

jueves, 17 de abril de 2014

INTRAHISTORIA

 Poema arrancado a la realidad.

Hoy he vuelto a sentir cómo la vida
me va desposeyendo
de aquello a lo que más me vinculaba.
Mis hijos han crecido
hasta llegar a hacerme casi viejo;
ellos no son conscientes
de la desproporción, de la distancia,
del cansancio que a veces me domina.
Yo ya no soy el padre de los primeros años
el que inflaba los globos
el que arreglaba el coche de bomberos,
el que les daba ánimos,
el que cantaba nanas,
el que contaba cuentos ...
¡ Hemos cambiado tanto... !
Ellos me han dado todo
lo que te dan los hijo :
su sonrisa, su gesto, su ternura,
su beso generoso,
su miedo, sus anhelos,
sus sueños, su promesa...
Y todo estaba bien, eran felices;
éramos tan felices
que no era necesario demostrarlo.
¿ Cómo hablaros, entonces,
de lo que ahora me ocurre?
Porque nada ha pasado;
solo ha pasado el tiempo,
ese tiempo implacable que consume
como una sobredosis.
Y se van agotando las etapas
irremediablemente.
Yo ya no soy el padre de mágicas proezas,
que acunaba desvelos,
que apaciguaba llantos,
que -incansable - jugaba al escondite.
Han cambiado los gestos,
las historias;
cada cual con su tema,
con sus necesidades,
con sus cavilaciones,
-que está la vida dura
y es difícil
vislumbrar el futuro -.
Ya no me necesitan,
-que el corazón descubre otros afectos-
ahora soy el que paga las matrículas,
el que impone las normas,
el que obliga, el que ordena...
Y eso siempre es terrible.
Ya no me reconozco
en esas fotos tiernas
que alguna vez hojeo por si acaso
encuentro algún vestigio de mí mismo.
Se ha endurecido el gesto
y las arrugas
van surcando mi rostro
en una progresión impertinente.
¿ Dónde anidan las ansias,
los miedos,
los desvelos...?

Va muriendo la tarde
mientras mis manos buscan
secuencias olvidadas.
De pronto están allí;
ellos están allí con su sonrisa
única e inocente,
y afloran a mi ser las emociones...
Porque aquello pasó ,
 - me traspasó -
dejándome en el alma
una emoción gastada 
y un intenso deseo
de volver a vivir esos instantes
que el tiempo descompone.
Solo somos recuerdo;
con él cobran las vidas el sentido
que acaso necesitan
para seguir viviendo.
Recuerdos y cenizas
de un fuego consumido
a pesar de que, a veces,
resucite la brasa mortecina
la ilusión de una llama...

¿Quién soy ,
en esta noche triste de poemas ,
mientras hurgo en la huella de un pasado
que no me pertenece?
¿Quienes somos ,
en esta soledumbre donde el alma
revienta de tristeza?
¿Una ilusión tal vez ,
un espejismo ?...
Es nueva la mañana
y el sol y la esperanza...
Es nuevo el horizonte
y el árbol y la música...
¿Pero y yo?,
¿cómo renuevo yo mis ilusiones ,
mis deseos, mis ansias,
mi sangre incontinente...?

Estoy aquí pensando en mi mañana,
porque mi ayer ha muerto
dejándome sumido en la nostalgia.
Y mi mañana es éste:
el instante preciso en que me encuentro
buscando mi pasado
entre restos de historia que reflejan
la vida de otro hombre.
Mi mañana es el paso que ahora inicio,
la voz con qué te nombro,
el beso que me deja
tu huella irrepetible...
Eso soy -eso siento-
mientras voy dominando mis impulsos,
mientras sigo amarrado a mi rutina,
mientras vuelvo la vista a mis recuerdos...
¡Éramos tan felices...!

Voy sacando juguetes, con tristeza;
viejos recuerdos rotos
que han vivido en silencio su abandono;
cuadernos con dibujos infantiles ,
garabatos que luego fueron nombres,
libros que se quedaron obsoletos...
Toda una vida pasa por mi mente,
en esta extremaunción que la limpieza
destina a lo inservible.
Porque es ese pasado el que me falta
en el otoño incierto que me avisa
con sones de nostalgia.
Antes bastaba ser,
para saber que el mundo era una estancia .
Ahora pesa la tierra
sobre unos pies cansados de camino
que descubren que no han dejado huella.
Y es que toda la vida se reduce
a unas pocas secuencias olvidadas,
a unos cuantos juguetes inservibles,
a unos cuantos recuerdos imprecisos...

Hoy he vuelto a sentir como la vida
me va desposeyendo.
Acaso lo más triste es ser consciente
de que la vida es solo un intermedio.


miércoles, 16 de abril de 2014

FILOSOFÍA Y CONSUMO (2)

Este escrito data de una fecha que ya puede parecer lejana, pero como quiera que trata de una situación y unos hechos aún no superados y estimo que no ha perdido vigencia, lo incluyo en esta serie que con el título genérico que lo encabeza, iré dejando en próximas entregas. Para no hacer muy árida una lectura sobre el mismo tema, que pudiera ser repetitiva, voy a intercalar escritos de distinta temática:

Mientras inicio esta reflexión, están pasando por la tele un programa especial como homenaje a la memoria de Antonio Flores, muerto, al parecer, por sobredosis. En cada pueblo de España  se conocen ya los síntomas destructores de la droga; todos vivimos de forma cercana las consecuencias de esta dependencia que primero anula y después asesina a una juventud  a la deriva.

De nada sirven las campañas, que con la mejor voluntad, intentan orientar hacia unas alternativas vitales, porque el problema está en los propios cimientos de una sociedad que ha ido sucumbiendo, sin darse apenas cuenta, ante tantas sensaciones como se nos han colado en el subconsciente. Nunca una sociedad ha sido tan superficial en sus planteamientos, tan artificial en sus necesidades, tan manirrota en los bienes de consumo, tan inquietantemente voraz en sus deseos, tan permisiva con las costumbres, tan nula , en fin , con lo que de verdad tiene sentido , como esta que ahora parece querer confirmar el Apocalipsis.

Estamos inmersos - y esto ya se ha repetido hasta la saciedad - en una vorágine de ascensión-posesión, que anula cualquier otro pensamiento que no sea el de conseguir unos niveles de acuerdo con los parámetros que nos indican quienes quieren que entremos en su juego. Y esto, se mire como se mire, también es droga; una droga que no está penalizada, pero que da pena. Porque hemos sustituido nuestra razón de ser por la razón de estar: estar cómodamente establecidos, económicamente situados y un largo etcétera que todos nosotros podemos seguir agregando a esta lista. Para conseguir estas metas hace falta ser exigentes, agresivos, tenaces, luchadores, despiadados, competitivos  y todos cuantos adjetivos conduzcan a estos objetivos.

Siendo esto así, poco tiempo queda para la reflexión, para el diálogo, para buscarse a sí mismos, para encontrarnos en los otros, para establecer, en definitiva, prioridades en esos valores que hoy están trastocados y que nada parece poder remediar.

Yo os invitaría a reflexionar, a intentar sacar de vuestro interior esas esencialidades que nos conforman como seres humanos;  que nos afirman como únicos poseedores de raciocinio. Y una vez iniciado este camino, dar de verdad valor a lo que lo tiene y eliminar lo superficial. No es fácil; hará falta mucho tiempo para romper los atavismos y los prejuicios, pero cada paso en ese sentido será un logro más para conseguir una sociedad más lógica y coherente con nuestra condición de humanos.

Mientras no consigamos cambiar el concepto filosófico de la existencia no lograremos erradicar los males que nos azotan, consecuencia en la mayoría de las ocasiones de ese vacío existencial que nos domina. Y podemos; cada uno en la medida de nuestras posibilidades, inteligencia o cultura , arrimar nuestra palada de esa tierra fecunda para que germine la buena semilla .

Está escrito: Vendrán los jinetes del Apocalipsis y asolarán la tierra; pero no está escrito si el ser humano puede superar sus debilidades. Yo creo que puede. Nadie crea algo tan hermoso, para luego destruirlo como si de un chiquillo cansado de sus juguetes se tratase.

Es probable que tardemos generaciones en darnos cuenta de la finalidad de nuestro paso por la tierra; o de que podamos iniciar el desembarco en esas playas de doradas arenas que solo esperan nuestros pies descalzos. Pero alguien vendrá que dará un nuevo sentido a la existencia. De alguna manera ya ha venido. Ahí están esas asociaciones humanitarias, o ecologistas, donde la gente se entrega de forma anónima y desinteresada.  Ahí están las víctimas que también provoca el amor por los otros: El contacto con infecciosos, las guerras fratricidas, los genocidios, el racismo, el alcoholismo, las drogas... 

Porque en cada lugar donde se dan estas situaciones hay gente buena tratando de ayudar, de comprender , de evitar que sigan produciéndose estos hechos.


Yo creo, por propia evolución, en la llegada del hombre nuevo , porque desde el principio de los tiempos , los habitantes de la tierra se han ido adaptando y superando adversidades .Es cierto que cada avance se cobra su tributo . Y esto incluso en vidas que aún no han cumplido su misión. Pero también es cierto que seguiremos avanzando en este camino de mejorar las cualidades del ser humano y por coherencia, las condiciones de vida sobre la tierra.

lunes, 14 de abril de 2014

FILOSOFÍA Y CONSUMO

Con este título genérico, quiero traer a esta página una serie de reflexiones escritas a lo largo de los últimos años. Podría llamarlos, y así los llamaré, ensayos. Aquí va la primera entrega:


Cuentan de un sabio que un día/ tan triste y mísero estaba/ que sólo se sustentaba/ de unas hierbas que cogía./ Habrá otro (entre sí, decía)/ más pobre y triste que yo./Y cuando el rostro volvió/halló la respuesta, viendo/ que iba otro sabio cogiendo/ las hierbas que él arrojó.


Probablemente hoy, el sabio aquél de la fábula no pasaría por sabio, entre otras cosas, porque, supongo yo, es difícil filosofar con el estómago hambriento  por mucho que al fabulista le parezca bien el adoctrinamiento que se desprende de sus estudiados versos. Y porque, a buen seguro, su nivel de vida se habría incrementado, como ha sucedido con el de todos los habitantes de las sociedades consumistas, hasta el extremo de ignorar, si no se es especialista en la materia, qué hierbas son aptas para el consumo humano y animal, que cuando de ronzar algo para matar el hambre se trata, tanto monta, monta tanto (si no es el hombre el que debe fijarse en lo que come el animal, mejor dotado de instinto de supervivencia).

Viene esto a cuento de esas reflexiones que, sin poderlo evitar, uno va haciendo al pairo de lo que el día a día le va deparando; de las comparaciones que, irremediables, plantan cara al observador que, asombrado, recuerda tiempos cercanos; de la íntima concepción de los hechos,  que todos tenemos arraigada y por la que juzgamos y valoramos con personal criterio lo que ocurre a nuestro alrededor.

El consumo, responsable de nuestros grandes logros, pero también de nuestros grandes fracasos, es la piedra filosofal por la que se mueve el mundo ( el que conocemos los que hemos tenido el privilegio de desechar los zapatos porque no hay un zapatero que te arregle las tapas, o porque el arreglo es casi tan caro como comprar unos zapatos nuevos . Que no se me moleste ningún zapatero, pues el símil es aplicable a todos los gremios). Todo, incluso las palabras más inocuas que salen del fraseo que utilizan los anunciantes de productos, está pensado para hacernos caer en la tentación de adquirir aquello que se nos ofrece de manera mediática.

El proceso de desarrollo y crecimiento está basado en las grandes cifras. Y, como en los pedidos a imprenta, en los que más se abarata cuanto más se imprime, así, las empresas basan sus objetivos y porcentajes en un consumo masivo y, a mi modo de ver,  innecesario, para canalizar un crecimiento lógico que permita que los números sigan siendo fiables.

Lo malo de estos conceptos, es que en ese crecimiento ilimitado se esclaviza la libertad del ser humano que tiene que dedicar todo su tiempo a conseguir el dinero necesario para llegar a fin de mes sin devolver la letra del coche o, en el caso de un comerciante,  la del último pedido de motivos florales que se dice que serán moda en la próxima temporada.

La solución, probablemente retrógrada, pasaría por unos ajustes entre producción y consumo que oxigenaran la asfixia en la que todos, productores y consumidores, estamos sumidos. Por poner ejemplos sencillos que ilustren esta reflexión, imaginemos a una persona ahíta ante un nuevo y suculento plato del más exquisito de los manjares, con la obligación de comerlo so pena de destierro; o la del concursante que tiene que  soportar más peso del que aguanta la ternilla de la oreja en un intento de mejorar un absurdo e inservible récord. Las consecuencias, previsibles en ambos casos , no dejan lugar a dudas del camino a seguir.


Hoy, sin embargo, esta teoría de la masificación se ha extendido de tal forma, que ha llegado a todos los estamentos, públicos y privados, como objetivo a conseguir. Así hemos pasado, en un esfuerzo, a primera vista loable, de no tener una biblioteca pública en infinidad de municipios españoles, a poseer una particular que nunca tendremos tiempo de hojear, mucho menos de  leer; de no saber qué remedio tomar para curar un catarro si no eran las recetas de la abuela, al dispensario de urgencia para que nos diagnostiquen sobre un vahído etílico; de la precaria jubilación después de toda una vida de sacrificio y trabajo, a la costosa prejubilación a una edad que aún podría considerarse Atierna@; de la tierra refrescante al asfalto plomizo; del analfabetismo jornalero a engrosar las filas del paro con la licenciatura bajo el brazo; de la nada al todo y tiro porque aún se puede estirazar la cuerda...


)Qué hacer? Probablemente, el camino no pueda hacerse de otra forma y habría que preguntarle al sabio, en la actualidad, qué haría con las hierbas sobrantes si no tuviera sitio donde arrojarlas porque ya todos tienen hierbas. )No será pecado de soberbia este deseo insano de no ponerle límites al ansia?