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domingo, 27 de julio de 2014

¿UN DIOS MENOR...?



Quiero relataros una historia; pero no tengo elementos suficientes para dar coherencia a la trama, ni argumentos para darle credibilidad. Más que historia es una revelación, un sueño utópico que nadie creerá; es más, muchos habrá que lo tachen de disparate. Otros intuirán en la lógica simplista de mi narración, algo así como un ejercicio espiritual, una búsqueda errónea, un desajuste total en los esquemas que conforman mi raciocinio.

De hecho, no me aventuraría en esta empresa si no sintiera la imperiosa sensación de obligatoriedad que emana de mi sueño. El porqué he sido yo el elegido para dar forma a esta visión es algo que escapa a toda explicación lógica. Quizá sea porque mi mente está en relación directa con el origen, o dicho de otro modo: mi búsqueda es un salto en el vacío hacia una plenitud que intuyo tan simple como impresionante.

El hombre, ese ser curioso que puebla la Tierra, siempre ha estado a vueltas con el porqué de la existencia, con el fin para el que ha sido creado, con la inmortalidad que su ego necesita. Y se ha creado explicaciones para todos los gustos y dioses de todos los estilos y formas de vida después de la muerte por las que el padecimiento y la enfermedad, la vejez o el debilitamiento y todas cuantas miserias configuran la existencia tuvieran un fin digno de ser vivido. Solo que el hombre ha buscado siempre en las alturas, en lo abstracto, en lo inalcanzable. Como si fuera preciso elevarse de la tierra para entender el misterio.


Yo no voy a descubrir ese misterio, de momento no es mi cometido. A mí solo se me ha ordenado que haga un somero esbozo de lo que estamos buscando lejos de nosotros desde el principio de los tiempos. Otros vendrán detrás que darán forma a esta revelación y desarrollarán la doctrina necesaria para su entendimiento y divulgación a todos los niveles. Pero eso será cuando la civilización que entonces pueble la tierra esté concienciada y preparada para afrontar este cambio.
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Debo dejar constancia de que en este punto se ha borrado una línea de pensamiento que no debería ser el correcto. Y no ha sido por ningún efecto sobrenatural, sino porque he escrito sobre esa primera línea otra que ha borrado los caracteres anteriores , dándome a entender con ello que estaba desviándome del tema.

Si alguna cosa os resultara extraña, pensad que es debido a que la traducción no es literal. Se me ha dado una certeza y se me ha dejado solo. Por tanto debo indagar, imaginar, aventurar todo aquello que escape a mis posibilidades. Claro que tengo el precedente de que en otros ensayos, a estas lagunas se las ha llamado misterios y la única llave de acceso hacia ellas es la Fe.

No os pediré que tengáis fe en lo que digo; solo que lo que digo es tan cierto como el sol que nos alumbra , como la tierra que nos acoge, como la noche que nos envuelve.

Todo lo que nos define, lo que nos da carácter, lo que nos hace creernos superiores al resto de las especies que nos acompañan; todo el entramado por el que nuestro cerebro llega a sentir, a gozar, a sufrir, a recordar, a amar, a pensar; todas las sensaciones, ilusiones, fracasos, egoísmos, angustias, fantasías, dudas, cavilaciones; toda la metamorfosis que se produce en nuestro cerebro (evolución la llamaron en mi sueño) , no son sino los humores de una naturaleza imponente; los efectos de la convulsión interna de una  poderosa mente a la que llamamos Planeta Tierra.


Es decir: La Tierra es un ser inteligente que a lo largo de millones de años ha ido conformando su naturaleza y autoregulando sus necesidades; es el único ser cuyo pensamiento es original; el único capaz de crear formas de vida que subsisten durante breves espacios de tiempo según a el/ella le conviene, pues en su perfecta  concepción está dotada de ambas sensibilidades ; su alimento esencial son los cadáveres que produce incesante para satisfacer su voracidad insaciable.

Ya sé, que a estas alturas de mi relato alguien habrá utilizado la palabra "loco"; pero cuidado es otra trampa más: La confusión; su arma más sofisticada para que nadie sepa como piensa o cual será su reacción. No os confundáis, somos su despensa; nos engorda y luego nos devora. )Vampiros? Solo hay un vampiro: Enorme, monstruoso, omnipotente, eterno, inalcanzable. Es la Tierra.

Puedo aseguraros que no es este mi estilo de narración. De hecho no soy narrador, sino poeta. Siento una enorme presión en la cabeza como si alguna fuerza oculta intentase aplastarla para evitar que sea el vehículo por el que otra mente , antagónica al criterio con el que actúa la Tierra- ) Quién podrá ser ? - trata de alertarnos. Estas fueron sus palabras de presentación:

Yo soy fruto de la conspiración de mil fantasmas
de una intensa marea aún en desarrollo
de un parto a contratiempo de la vida.

Indescifrable. ) No les parece ?.

Noto la tensión de las dos fuerzas sobre mi ser; la densidad de su ira; la silenciosa lucha de sus mentes. Tengo que dejar de escribir ( Socorr...!.

Han pasado dos semanas en las que no me he atrevido a seguir con mi relato. Aquella noche ( siempre escribo de noche) perdí el conocimiento y mi cabeza cayó sobre el teclado del ordenador. Al despertar pude leer esta frase que les juro que yo no escribí: ((( NO SIGAS !!!
No somos ni más ni menos que los servidores de un amo egoísta y caprichoso. El reflejo de un cerebro portentoso que es capaz de crear a voluntad formas de vida que aún pareciendo independientes dependen de él y solo a él sirven , aún inconscientemente. En qué laboratorio se preparan las pócimas para la creación de estos organismos menores y qué parte de su prodigioso cerebro se dedica a la alquimia es el secreto más celosamente guardado por este ser maquiavélico. Dragones de fuego, monstruos de siete cabezas, laberintos inescrutables, espejismos, metamorfosis, magia blanca magia negra, hipnotismo...Son algunas de las incontables defensas de que dispone este ser abominable cuya panza ha llegado a ser tan descomunal que ha anulado al resto de sus órganos externos.

Por qué tenemos cerebro, inteligencia, voluntad, memoria, sentidos, autonomía, libre albedrío...Es otra de sus armas, quizá la más portentosa, pues al ser creados con los componentes de su propio organismo no ha podido evitar transmitirnos parte de sus capacidades  y las enmascara haciéndonos creer poderosos, sabios, fuertes... mezclando en nosotros sensaciones incontroladadas que no nos permiten ver con claridad su juego fantástico.
Fijaos bien en la transmisión de las formas de vida que conocemos: el polen necesita del viento para fecundar el m...mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm... alguien quiere que pierda el hilo, pero tengo que contar esta...revela...aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa... (AGGGGGGG!.
Siento verdadero terror a sentarme de nuevo ante el teclado del ordenador; el rectángulo negro de la pantalla semeja una sima que va engullendo mis palabras; aún no he podido sobreponerme al intento de estrangulamiento que padecí hace varios días; el porqué no acabaron conmigo es un misterio; debió salvarme la mente aliada porque necesita de mí para su propósito, solo sé que desperté del desvanecimiento con un intenso dolor en el cuello. Confieso que no soy valiente, otro susto como estos y mi corazón dejará de latir. )Porqué sigo entonces?; )porqué esta obsesión en ser fiel a la especie de mandato que emana de mi sueño?.
Existen claros indicios de que somos un subgénero que a nuestro creador le conviene aguantar, de momento; fijaos bien lo que ocurrió con los dinosaurios. Y no estamos seguros de que antes de ellos no existieran otras especies. Pero al fin, después de muchos ensayos ( fuerza, agilidad, volumen...) consiguió crear un ser no demasiado fuerte, ni demasiado grande,  capaz de almacenar todos los componentes químicos necesarios para desarrollar una pequeña inteligencia. Un nuevo experimento con el que, si algo no fallaba podría gozar de servidores eternamente.


Quiero  hacer un pequeño paréntesis aunque no sé si el orden es el correcto. Siempre se ha hablado de Dios como creador de un ser modelado en barro al que infundió su espíritu. Ha sido, hasta ahora, la definición más aproximada a una realidad que la ciencia no es capaz de sustituir. Pero el barro, por sí solo no produce reacciones en cadena; ni en cadena ni de ningún tipo. Son los componentes químicos, líquidos, minerales... los que, mezclados sabiamente han conseguido dar identidad al ser llamado, erróneamente, humano, pues el verdadero nombre ( puesto ya en boca de los posibles marcianos en los cuentos de ciencia ficción) es el de "terrícolas", es decir: compuestos de tierra.

Es , tal vez, nuestro empeño en definirnos, en ubicarnos, en buscar un origen que nos eleve o un final que nos libere de esta sensación inocua y limitada, la artimaña mejor urdida para hacernos dar vueltas sobre el mismo rodal y mantenernos en una libertad esclavizada.
Todos hemos sentido en más o menos ocasiones esa sensación de dependencia, esa falta de libertad, esa necesidad de espandirnos, de escapar a nuestras propias limitaciones. Y hemos dado por bueno que nuestra vida será gozosa una vez traspasado el umbral de la Muerte; o que nos reencarnaremos en nuevas formas; o que seremos los felices moradores del paraíso terrenal, hasta el extremo de crear religiones y sectas fanáticas llenas de leyes y preceptos que nos conducirán a buen puerto en caso de seguirlos.

La carcajada terrorífica del monstruo, produce un terremoto de enormes magnitudes. Y miles de personas son engullidas en un inimaginable banquete incapaz de saciar una voracidad sin límites. No hay cielo ni infierno para esos miles de cuerpos inertes. Solo son pasto de los minúsculos aliados del gigante que volverán a dar a la materia de la que estamos compuestos su exacta dimensión :"Polvo al polvo". Nuestros átomos volverán a  integrarse en la marea común y la armonía será completa.

Porque la Tierra, a la que en todo somos semejantes, es un ser la mayoría de las veces armónico que pasa su eternidad componiendo las más bellas sinfonías, esculpiendo las más sorprendentes imágenes, creando incesantes policromías. Y todo ello, hecho con la infinita paciencia de quien se sabe dueña del tiempo; retocando sin cesar su obra, matizando su música, mezclando sus tinturas hasta el éxtasis.


) Para qué nos necesita entonces?.Puede que sea para satisfacer su ego, para sentirse admirada. Nuestro aplauso la hace feliz ; lo necesita aunque esté por encima de nosotros. Es vanidosa ( y me atrevo a aplicarle el femenino porque es sin duda el sexo más creativo y fecundo) hasta el extremo de creerse única.

Hay, en torno a mí, un silencio denso. Nada extraño se manifiesta; nada hostil me perturba. Como si hubiera conseguido adentrarme en ese todo armónico del que también yo formo parte . Estoy llegando al conocimiento, traspasando por tanto las barreras hostiles ; a la comunicación; al entendimiento. Creo que mi misión no es antagónica y que quien me la revela forma parte de la misma naturaleza; creo que el mensaje es claro :Nada va a prevalecerme, pero todos junto a mí, gozareis de la eternidad.

(Era otro truco!. Resulta que la pérfida me estaba embaucando, adormeciendo mis sentidos; anulando mi espíritu; aturdiéndome con sus cantos de sirena. (Ah malvada, malvada!. ( No conseguirás tu propósito!.

Un mar de duda , ninguna certeza . Estoy como siempre, como antes del sueño revelador; creo que el sueño se va desvaneciendo a medida que mi cerebro se va sintiendo presionado. ) A quién creer? , ) cual de estas mentes será sincera ?. Ambas son poderosas, las siento; utilizan toda clase de trucos para convencerme de lo que ellas quieren que piense; se presentan las dos con disfraz de cordero, ladinamente, tratando de ganar mi voluntad.

Renuncio. ) Debo renunciar ?. A fin de cuentas, aunque yo llegara a una conclusión definitiva, no me íbais a creer. Uno de nuestros mayores sometimientos es estar convencidos de que es nuestra verdad la única coherente.


Pero el mensaje es claro : Nuestro ciclo vital es un proyecto más en experimentación y el proceso está llegando a su fase final. Es posible que regresemos a los átomos y seamos reciclados en un nuevo intento del viejo alquimista por controlar sus turbios impulsos ; es posible que esta maraña de sensaciones que hemos vivido sirva para corregir las fórmulas químicas que darán lugar a un mejor producto ; es posible que una vez descubierta la sustancia que origina el caos en el que estamos inmersos, sea eliminada durante un nuevo proceso geológico y surja, nuevamente el paraíso. Era tal la armonía del principio, la quietud y el silencio , que la Tierra, embriagada de su propia dicha quiso sentirse amada y se deshizo en formas y mezcló sus esencias en su enorme perol. Desde aquél preciso momento no ha dejado de intentar conseguir su sueño ; no en vano , sólo es un ser a nuestra imagen y semejanza.

lunes, 21 de julio de 2014

PUEBLO MÍO

                                                                                  Este hacerse mayor sin delicadeza,
                                                                                  Esta espalda mojada de moscatel
                                                                                  Este valle de fábricas de tristeza
                                                                                  Esta espuma de certeza,
                                                                                  Esta colmena sin miel.


                                                                                              Joaquín Sabina


Cuando la edad rompe el corsé de la costumbre
Y te permites, aunque sólo sea de vez en cuando
Darte un paseo despacioso por las calles de tu pueblo,
Curioseando, mirando escaparates,
Observando lo cotidiano con distintos ojos,
Haciendo pausas sobre lo que la prisa  nunca te dejó ver,
te das cuenta de lo mucho que ignoras
sobre ti y sobre  ese lugar en el que ha transcurrido tu vida.
Las imágines te van guiando por galerías jamás exploradas,
Y vas abriendo puertas a una conciencia
Que casi siempre estuvo soterrada,
Persiguiendo los propios logros.

Porque no nos engañemos,
Sólo hemos tenido ocasión para lo nuestro.
Y lo nuestro ha sido ganarnos una vida
Que no nos lo puso fácil.
Si nos ha sobrado tiempo
Lo hemos regalado en personales aficiones,
En altruistas labores humanitarias,
En misiones que, pagadas, no hubiéramos aceptado.
Porque la naturaleza es así: caprichosa y voluble,
Y hace aquello que le cuadra por el simple placer de hacerlo.

La ciudad presenta infinidad de rostros,
Diferentes lecturas, para quien como yo ahora
Intenta verla sin perturbaciones.
Sus gentes, sus profesiones, sus motivos,
Todo lo que en ella se cuece,
Le aceleran el pulso, la hacen hervir
En una amalgama de sensaciones que la humanizan.

Es novia, esposa, madre,
A veces madrastra –si las madrastras fueran
Como el común del vulgo afirma-.
Es origen y llegada,
Inicio y final. Lugar de referencia
Para quienes, lejanos, añoran sus paseos,
Las huellas imborrables de sus pasos de niños.

Ha pasado una vida, me digo mientras observo:
En el escaparate del retratista, la novia,
Sonríe con emoción a quien algún día será su verdugo.
La peluquera oferta en su vitrina productos para el cuidado del cabello
Que prometen más que cumplen;
El bazar, para eso estamos en la Mancha,
Ofrece quijotes y sanchos entre una amalgama
De utensilios que no sabríamos dónde situar,
El joyero, tras su escaparate blindado,
Insinúa que un diamante es para siempre
Cuando todos sabemos que, para siempre,
Aún no se ha concebido nada, si no es la nada;
El comerciante de tejidos
Liquida retales de épocas gloriosas
Con la única intención de quitarse de maulas,
El mueblista salda sus existencias
Porque ha llegado al final de su época activa;
El herrero, el carpintero, el mecánico…
Se afanan en sus talleres que a través de las entreabiertas puertas
Dejan percibir los honestos olores del trabajo.
La vida, en fin, es una constante oferta,
A través de un intercambio de objetos y miradas
Que incitan el deseo de poseer aquello
Que si no nos pusieran delante de los ojos
No necesitaríamos para nada.
Así la humanidad ha ido creando un monstruo
De siete mil cabezas que nos sonríe desde todas sus bocas,
Que nos anima con sus alardes mentirosos
A poseer, a gozar, a ambicionar lo que al día siguiente
Consideraremos inservible.

Puede que una sonrisa  displicente haya asomado a mi rostro
Porque  ya soy mayor
Y empiezo a entender lo necio del comportamiento humano.
Pero aún sigo aquí, en este pueblo que me vio nacer,
Contemplando, aprendiendo,
Viendo cómo la ciudad, a pesar de los años transcurridos,  nunca se hace vieja
Porque se remoza con la llegada de nuevas generaciones,
Y cambia su fisonomía con la apertura  de nuevas calles,
Y sus establecimientos modifican las fachadas,
Y el pavimentado se adapta a los nuevos vehículos,.
Y la iluminación  decora y embellece rincones y monumentos.

Puede que la ciudad sea la misma. O no.
Puede que lo único que cambie sea mi forma de mirarla.
No sé. Estoy aquí. Y la siento.
Huelo el limpio perfume de su esencia,
Percibo la calidez de su entraña
Mientras las campanadas del viejo reloj de la torre
Confirman que este es el lugar en el que querría descansar

Bajo la sombra vigilante de un ciprés centenario.

miércoles, 16 de julio de 2014

PIRUETAS DEL DESTINO.

       Siempre imaginé que la vida, que sin duda tiene sus caprichos, me conduciría por sendas insospechadas; pero lo más sorprendente estaba por venir.

 Inicio este relato desde un idílico lugar frente a la Ría de Arosa, en Cambados, (Pontevedra). Todo, en este hermoso pazo invita al sosiego, a la meditación, al reencuentro con tanta historia diluida en mi peculiar andadura. Es el Parador Nacional de Cambados un hermoso intento por conjugar armónicamente progreso y medio ambiente, lujo y tradición, gastronomía y acervo cultural. Desde su soleado jardín y acariciado por una brisa que mas parece el roce de un suspiro, intento recordar...

       Yo tendría unos siete años, y mi madre, viuda de guerra, se ganaba la vida con penosos menesteres; normalmente, su jornada comenzaba al salir el sol; recuerdo su mano tibia, que en un gesto protector, ponía sobre mi frente todos sus buenos propósitos; después, cogía su raida toquilla de sobre la silla y con un suspiro de resignación y un gesto a modo de cruz sobre su pecho salía a la calle.

      Ya, a tan tempranas horas, algunas de las vecinas más madrugadoras, barrían su parte de calle y mi madre entrecruzaba con ellas palabras de saludo.
-Buenos días hermana Petronila , ¿qué, como siempre?.
-Haber, hija mía, este es el cuento de nunca acabar. ¿Y tú, con quién estás ahora?.
-Voy a casa del hermano Remigio que desde que quedó viudo necesita una mujer que le lave la ropa.
-Hoy no te llevas a Pedrín.
-No, hace mucho frío en la cuadra de lavar, y aunque echaremos alguna gavilla para calentar el agua, no quiero que esté allí no vaya y se queme.
-Bueno hija mía, resignación. Verás como vienen tiempos mejores.

      Se perdía la voz de mi madre a lo largo de la empinada calleja mientras yo, arrebujado en el lecho que compartíamos, intentaba recuperar ese calor corporal que enfriaba su ausencia.

Por aquel entonces, la escolarización contaba con enormes deficiencias y aunque existían colegios públicos, éramos muchos los niños que por diversas causas no podíamos asistir a la escuela. Para compensar esta deficiencia, mi madre, a la que nunca podré agradecer bastante sus desvelos, me llevaba a la casa de un buen hombre, llamado por mal nombre "tronchapilas", quien en una pequeña dependencia, que era a la vez cocina y escuela, y por una modestísima cantidad, me inició en las cuatro reglas básicas para no ser considerado analfabeto.

Don Acisclo, que así se llamaba aquel maestro, era un hombre entrado en años ( a mí entonces me parecían muchos los cincuenta o cincuenta y cinco que luego supe que tenía ) que por causas de depuración había sido cesado de empleo y sueldo y vivía  haciendo honor a aquel refrán que alguna vez oí y que decía: "Pasas más hambre que un maestro de escuela".Por lo demás, D. Acisclo era un hombre serio y profundamente enamorado de la enseñanza. Nunca sabrían los ganadores de la contienda civil el gran daño que hacían al país eliminando, por cuestiones políticas , a personas como Don Acisclo.

Y fue en aquella humilde habitación donde prendió la chispa del deseo en mi corazón ; chispa que ya nunca dejaría de arder y que solo se apagará, cuando los designios que configuran mi existencia me acojan en el lecho final.

* * * * * * * * *

Aquella noche, mi madre, desde la seriedad de su negra indumentaria, me miraba con especial interés.
-¿Que ocurre madre?, pregunté desde la cortedad de mis temores.
Mi madre exhaló un suspiro hondo y cogiendo mi mano entre las suyas agrietadas y toscas me dijo: -Mira Bernardo, ya tienes once años y eres fuerte; tú sabes que te quiero con toda mi alma y que nunca permitiré que te ocurra nada malo. Si viviera tu padre, sería su brazo seguro el que ganara el sustento necesario. Pero ya ves, murió antes de que tú pudieras decirle papá y desde entonces solo hemos logrado sobrevivir de mala manera. Todo el mundo abusa de quien no puede defenderse, y yo, pobre de mí, apenas se poner mi nombre. No se como voy a poder sacarte adelante; cada vez me parece más difícil pagarle a don Acisclo las doce pesetas que nos cobra por enseñarte a leer y escribir. Y eso que el buen hombre me dice que no me preocupe. Además me siento cansada y tengo miedo de que algún día te quedes solo. No puedo vivir con esta pena...
     -Madre, yo...
    -Déjame continuar hijo. Verás, la vida es una lotería. Hay quien tiene la suerte de cara y todo le sonríe. Pero otros..
No pudo contener un sollozo hondo y se llevó las manos a la cara tratando de ocultar su debilidad.
    -Yo te cuidaré, madre; trabajaré mucho; te compraré un vestido precioso. Te...
    -Hijo mío, nunca dejes de ser generoso. Tu padre también lo era. Y recuerda siempre que es mi amor por tí el que me hace dar este paso tan doloroso...

     Por primera vez, aquella noche fría de finales de noviembre, dejó sobre mi carne las huellas del desconsuelo. Me sentí pequeño, tan pequeño que casi me desvanecía bajo la mortecina luz de los candiles. Mi madre lloraba mansamente incapaz de continuar hablando. Sentí por mis venas una sensación extraña. Yo no sabía entonces lo que era la rabia. Pero debí sentir rabia, impotencia, desesperación, miedo... todo en un mismo vuelco de sangre. De pronto me sentí mayor, casi viejo.
A la mañana siguiente, supe lo que mi madre no pudo terminar de decirme. En la cocina, junto a la puerta que daba al patio, una vieja maleta presagiaba el desenlace.

-Ven conmigo, dijo mi madre con una energía que contrastaba con la ternura de la noche anterior.
Me dejé conducir receloso y cabizbajo. Caminábamos deprisa, sin contestar a las vecinas que miraban extrañadas deteniendo por instantes sus escobas.

Después de cruzar todo el pueblo, llegamos a la parada del renqueante autobús que nos conduciría hasta Madrid en un viaje que a mi me pareció triste y largo, y en el que lejos de ilusionarme con el paisaje y las novedades del trayecto, me sentía como siempre me imaginé que debían sentirse los pajarillos que se caen del nido. No sé porqué asociación de ideas me vino esta imagen a la mente; yo era, en ese instante, un ser tan desvalido como aquellos pajarillos de angustioso piar, que sin duda reclamaban el cálido rebujo de las plumas maternas.
Mi madre, desde la severidad de su rostro, no parecía invitar a confidencias, y yo no alcanzaba a imaginar el porqué de esa actitud; aún tardaría algunos años en comprender que era solo dolor lo que mi madre trataba de disimular.

     Por fín, llegamos a Madrid. Para quien nunca había salido de la calma de un blanco y pequeño pueblo manchego, aquel tráfago resultaba ensordecedor. Mi madre, decidida como yo nunca  la hubiera supuesto, sacó un arrugado papel del bolsillo y preguntó a un guardia por la dirección que allí rezaba.
-Pero eso está lejos, señora; debería Vd. coger el tranvía que pasa por Atocha y que les dejaría en Cuatro Caminos; desde allí está muy cerca la calle que buscan.
-Vd. dígame como puedo llegar andando, dijo mi madre sin perder su apostura.
Tras dilatada andadura, salpicada de numerosas pérdidas y otras tantas preguntas, llegamos a la casa que respondía a aquella dirección.
En ella vivían las herederas de una acaudalada familia de nuestro pueblo, dos mujeres de mediana edad y aspecto reservado y pulcro que se miraron sonriendo.
-Aquí lo tienen ustedes, dijo mi madre, empujándome ligeramente hacia ellas.
Yo intentaba resistir el movimiento que inevitablemente provocaba el empujón. Miré  a mi madre sin querer comprender y vi dureza en su mirada. Volví la vista hacia las dos mujeres que aguardaban y noté en sus ojos una dulzura extraña, casi tímida. Me alargaron sus brazos y lentamente, inicié los tres pasos que me separaban de ellas...


* * * * * * * * * * * * * *

      La habitación a la que me condujeron era confortable, luminosa. Un amplio ventanal, daba a un jardín exterior de hermosas plantas que yo no sabía denominar. La cama, de hierro y latón, estaba cubierta con un blanquísimo edredón con aplicaciones bordadas simulando un sol emergente tras una inevitable colina. Un armario amplio, en el que mis escasas pertenencias se perdían, flanqueaba la habitación por la derecha y un escritorio de nogal, austero y fuerte, lo hacía por la izquierda.

      No pude evitar la comparación, ni el rubor que encendió mis mejillas al comprender que aquello despertaba en mí encontradas sensaciones que nunca hubiera imaginado sentir. Algo parecido al júbilo, como aquella vez que mi madre me llevó un caballito de cartón cuando yo tenía cinco años, se intentaba colar en mi entristecido corazón.

Aquella noche, lloré como nunca recuerdo haberlo hecho; ni antes ni después de aquel momento. Pero eso fue todo. Definitivamente, acepté el magnánimo sacrificio de mi madre.

A partir de aquel día, mi vida dio un giro insospechado. Mis tutoras, a las que llegué a querer sinceramente, tenían todo previsto para mi llegada; uniforme, libros, lápices, cuadernos...
y sin más dilación me presentaron al director del que sería, por primera vez en mi vida, mi colegio. Era éste, un centro privado , dependiente de una orden religiosa, al que solo accedían los hijos de la más selecta sociedad madrileña. De cómo me integré en aquel ambiente, prefiero guardarlo en el arcano de mi alma, porque los hijos de la más selecta sociedad madrileña no me lo pusieron nada fácil. Pero yo era, pese a todo, fuerte. Y las lecciones del buen don Acisclo, de quien ni siquiera pude despedirme, fueron buena referencia, para no sentirme marginado en el aspecto educativo. Así, al cabo de unos meses, conseguí ganarme el respeto de quienes, en un principio, vieron en mí a ún tímido chico de pueblo del que parecía fácil burlarse.
             
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      Hablar de mis tutoras, sería cuando menos, una muestra del agradecimiento que durante toda su vida les profesé. Y aún hoy, cuando la ausencia ha puesto entre nosotros barreras eternales, no tengo por menos que recordarlas con una veneración pareja a la que profeso a mi madre.

Elena y Remedios, eran dos almas gemelas que por razones de timidez, o de otras que me atrevo a imaginar, se quedaron para vestir santos. Su padre, oriundo del mismo lugar en el que nací, descendía de una familia importante en la que todos los hermanos eran notarios; alguno creo que llegó a ser notario mayor del reino, y él mismo, fue general de división. Debió ser un hombre severo, a juzgar por las fotos que presidían la pared principal de la dependencia utilizada como biblioteca, aunque ya se sabe que las fotos son solo una pose. La madre fue una distinguida señorita de Madrid que había cursado estudios de piano en el real conservatorio de la misma ciudad y que llegó a tener notoriedad como concertista. De esta unión, y como única descendencia, nacieron mis dos tutoras que con una escasa diferencia de edad parecían fruto de una misma concepción; quedaron sin madre a temprana edad, y su padre las ingresó en un internado de señoritas en el que recibieron una amplia y severa educación. Poco después de alcanzar la mayoría de edad, falleció su padre, empedernido fumador, de un cáncer de pulmón irremediable, con lo que Elena y Remedios se vieron solas, tristes, y dueñas de una inmensa fortuna que entre bienes rústicos y urbanos, rentas, cosechas, alquileres y una considerable suma en monedas de oro, les hicieron sentir el peso de una responsabilidad para la que no estaban preparadas. Posiblemente esta causa, las hizo retraídas y algo desconfiadas por lo que no hubo partido, y los tuvieron, que pareciera  conveniente a sus recatadas mentes.

Transcurrieron algunos años de una relativa calma  espiritual, en los que ambas hermanas apadrinaron toda suerte de eventos en favor de los más desposeídos. Pero su natural bondad, les inculcaba la necesidad de sentir esa entrega en propia carne. Así que algún día de los que regresaban al pueblo para controlar sus fincas y casas de labor, debieron conocer a mi madre y saber de nuestra difícil situación, tras lo cual, y hechas las oportunas negociaciones, mi madre convendría, pensando en un mejor porvenir para mí, en cederme en calidad de pupilo.  
  
Yo era un chaval de natural alegre, y una vez superados los recelos, fuí para sus vidas mortecinas, como una chispa de luz que les abrió nuevos horizontes. Mi formación progresaba con normalidad contribuyendo a ello en gran medida, la solidez de conocimientos de mis tutoras; Elena había estudiado música y era, como su madre, una virtuosa concertista que si bien dió algunos conciertos en Madrid, nunca quiso salir al extranjero por no dejar sola a su hermana; Remedios era una consumada pintora que pasaba largas horas delante del caballete en un soleado estudio que era algo así como su santuario; por la misma razón que Elena, nunca quiso exponer sus obras a pesar de solicitárselo prestigiosas galerías de arte.

Y en este ambiente culto en el que la armonía reinaba por todos los rincones de la casa fuí desarrollando esta etapa crucial de mi personalidad, sin olvidar ni un solo instante que todo se lo debía a aquella abnegada mujer que fue capaz de renunciar por amor a sus derechos de madre.( ¡ Ah, madre, si alguna vez pudiera devolverte el bien que me has hecho !).

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Pero el destino, que va tejiendo en nuestras vidas su tela de araña, me tenía reservados otros caminos que si bien, ya nunca fueron nefastos, dejaron un gran vacío en mi corazón.
Una mañana, mis tutoras entraron en mi habitación con gesto serio; levanté la vista del libro de historia que estaba estudiando y las interrogué con la mirada. MI corazón latió descompasado, adivinando tal vez el desenlace. Por fin, Remedios, en un hilo de voz, me d la triste noticia. Mi madre había muerto. Una gran soledad invadió mi alma; musité :¡ madre !...y llegaron en oleada los recuerdos de aquellos primeros años en los que su figura era todo mi horizonte.
Regresamos al pueblo para efectuar las exequias. El pequeño camposanto jalonado de cipreses, era un hermoso lugar para el inicio. Porque estaba seguro de que aquella muerte era tiempo de inicio para mi madre; de que su sufrimiento tendría en equidad la justa recompensa de una vida gozosa en un lugar acaso presentido en su corazón.

Mi mayoría de edad, supuso un nuevo rumbo en mi existencia. No sabía como decir a aquellas dos almas buenas que la mía necesitaba aventuras; que yo era un volcán incapaz de contener por más tiempo la ardiente lava de mi sangre; que necesitaba conocer mundo, vivir nuevas experiencias, estar allí donde la vida prologaba sus conquistas.

Se quedaron sobre la escalinata del portón, con su mano levantada en un triste gesto de adiós. Sus ojos querían decirme lo que su timidez les impedía transmitir con palabras. Dejé la maleta sobre la acera y corrí hacia ellas para fundirme en su abrazo.
- Nunca os olvidaré.

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     Han transcurrido muchos años. Mi rostro se ha curtido por vientos de guerra, por genocidios, por tragedias que nunca he sabido comprender. Mi nombre ha cobrado triste fama como corresponsal en el extranjero para diversos periódicos. He contado la guerra desde el lado de los perdedores; he intentado hacer comprender al mundo el sin sentido del fanatismo, el error de las armas, el dolor de las almas. He luchado, desde la palabra por la paz, por la democracia, por el desarrollo de las zonas más deprimidas de la tierra. He hecho mía la oración que cada mañana entonan todos los elementos de la naturaleza; he descrito la armonía que envuelve el Universo y la otra pequeña de las almas que como Elena, como Remedios, como mi madre... se esfuerzan por llevar su carga pesada o liviana con toda la dignidad de la que son capaces.

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Mis tutoras fallecieron con un corto intervalo de tiempo entre ambas muertes. No podía ser de otra manera. Era tal el sincronismo de sus almas que una no pudo soportar la ausencia de la otra. Yo estaba incomunicado en una de esas guerras cruentas en cualquier lugar del mundo, intentando, por enésima vez comprender el origen de tanto odio, de tanta sangre, de tanta sinrazón...
De pronto me descubrí solo. Fue una sensación distinta a cualquiera de las vividas en los momentos difíciles de mi existencia. Decidí poner fin a aquel largo y voluntario exilio; regresé a Madrid cuando ya España había iniciado un apoteósico desarrollo; nada recordaba , en esta primavera de Mil novecientos ochenta y cinco a aquella otra España de la que huí tratando de encontrarme en algún recodo de mi camino. 

     Y sin embargo , nunca había sentido la soledad llenando las estancias, rebotando en los cuadros, colgando en las lámparas, deslizándose por las notas de una fermata...Aquella casa, en la que viví los años más dichosos de mi existencia, seguía manteniendo una especial armonía en su abandono; el piano, aguardaba manos que sacaran de su entraña el sentimiento tantos años acumulado, el caballete soñaba un lienzo para atrapar un gesto; los muebles reclamaban vivencias en su estática inmovilidad; la penumbra soñaba con la luz; el sol desperezaba, a intervalos, la plácida quietud de mis fantasmas.
Lo decidí de pronto: Recorrería España; esta España de la que se hablaba en los foros internacionales y a la que se ponía como ejemplo de una transición democrática; esta España luminosa y multicolor, donde las autonomías iniciaban una recuperación  de valores y tradiciones. MI corazón saltó gozoso; anhelaba sentir que la vida tenía una claridad en la que nunca había reparado; que mi tiempo reclamaba bonanza y que mi lucha había tocado a su fin. 

Podía permitirme unos años de relativa complacencia. Nada había que tuviera potestad sobre mí, salvo la propia vida. Era el momento de iniciar la reconquista.
Conocía un medio único para descubrir las zonas más pintorescas del país. Ya, en ocasión de unas jornadas veraniegas, había ido con mis tutoras a uno de los lugares más tranquilos y  hermosos que recuerdo: La Hostería de Alcalá de Henares, emplazada en el antiguo Colegio Mayor de San Jerónimo, en la que los paseos bajo sus arcadas,  la belleza de su Patio Trilingue, armónicamente ajardinado y el cálido ambiente de sus instalaciones, abrieron ante mis atónitos ojos un mundo de posibilidades hasta entonces ignorado.

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Y aquí estoy, apurando los tibios rayos de sol que reconfortan mi espíritu en este pazo gallego convertido hoy en Parador Nacional; reviviendo un pasado de luces y sombras que dejó huella en mi sangre; pero sabiendo que es, éste presente, un tiempo de apacible bonanza por el que aún podrá deslizarse mi vieja arboladura.

Ya no espero nada. Ya no aspiro a nada. Simplemente a estar, a sentir el embrujo de estos enclaves únicos donde la vida detiene su prisa, su inquietud, su empuje...
De Bielsa a Benavente; de Jarandilla de la Vera a Guadalupe;de Ciudad Rodrigo a Cervera de Pisuerga; sin orden, sin prisa, a merced del destino caprichoso; anotando la magia, la belleza plural de estos rincones; bebiendo atardeceres a sorbos decididos; restañando mis viejas cicatrices con esta nueva forma de terapia.

Se cruzan mis caminos con nombres conocidos. Y es el abrazo, entonces, un eslabón que anuda mis vivencias. otras veces, coincido con colegas en seminarios que tienen como marco alguno de estos hermosos paradores que trazan la silueta de esta esquina de Europa en la que la vida tiene sabor a mañanas recién estrenadas, o a noches compartidas en apacible tertulia. Algunos me incitan a que de conferencias; recibo invitaciones para coloquios y mesas redondas que, o bien eludo, o cuando me entero en alguno de mis regresos a la casa de mis tutoras -nunca sabré decir mi casa y eso que me nombraron heredero legal de algunos de sus cuantiosos bienes- están canceladas.

Tal vez después, me digo, mientras preparo la nueva excursión jugando a la ruleta sobre el mapa de España.

domingo, 13 de julio de 2014

PONGAMOS QUE HABLO DE MADRID (título robao a Joaquín Sabina)

1

La ciudad ha  amanecido gris, con un deje mortecino en el ambiente; la lluvia repica en el asfalto impasible y opaco. La ciudad cobra ahora un aspecto de huérfana que se hubiera quedado sin cenar esta noche. No es que sean más tristes las gentes esta mañana, es que las gentes tristes se dan cuenta de su aguda tristeza y dejan sus destartaladas buhardillas o sus míseras pensiones con el ánima a ras de suelo, mientras la esperanza bosteza intentando desasirse de la tela que, a su alrededor y durante siglos han urdido las arañas .

Hay mucha gente triste en la ciudad; gente que añora un tiempo de esplendor, gente que aún no ha podido conseguir un trabajo; gente que vive pendiente de un canuto, de un pinchazo, de un instante de evasión;- eso es: la evasión es el origen de la dependencia-; gente que mendiga, que roba, que pulula, por este inmenso solar en busca de un reflejo en el que encontrarse. Y en esta mañana triste en la que el agua chapotea en el asfalto impasible y opaco, se agigantan los miedos, la soledad, la incertidumbre, las ansias por encontrar esa estabilidad, esa salida, esa felicidad que, aparentemente, se adivina en los ojos del vecino, pero que , con toda seguridad. el vecino intentará adivinar en los nuestros.

Pero no solo los marginados son tristes esta mañana; también los acomodados sienten que la "grisura" se les cuela en los huesos. También los que tienen una ocupación cotidiana sienten el hastío subiendo sangre arriba hasta enquistarse en el hueco de la desesperanza, que puede ser el corazón o el estómago, que vaya usted a saber desde dónde llegan esos inoportunos reflejos hasta el cerebro.
Esta mañana, acaso porque el calendario señala martes y trece, o porque realmente en el ambiente flotan iones negativos, se han producido trastornos en el ánimo de las gentes; y el taxista reniega del tráfico, el comerciante se lamenta de la crisis, al portero del hotel le molesta el cuello alzado, al sacerdote le gustaría que suprimieran el celibato, a los médicos les inquieta el alboroto de la sala de espera, a las putas se les corre el rímel, a los barrenderos les pesa el cepillo, a los estudiantes les asusta el profesor de cálculo, el policía maldice en su silbato a todos los conductores que, mira por donde, hoy parecen principiantes...                    
       Y así podríamos enumerar a toda esta ingente masa que cohabita en la ciudad y que en constante acelero transita de aquí para allá como si le fuera en ello la vida . Porque en la ciudad no hay lugar para el relajo, ni siquiera en los días en los que parece que el tiempo invita a detenerse. Antes al contrario, todo parece amontonarse, como si la maquinaria que mueve el pulso urbano perdiera algún diente del engranaje y se produjera, irremediable,  el caos.

En cambio los pájaros alardean como nunca, y los árboles parecen más lozanos; y  no hay ardillas, ni conejos, ni perdices; pero si las hubiera, sentirían que la vida les regala este día en el que el aire se purifica con aromas de sierra y de jarales. Y la tierra, procaz y parturienta, daría a luz nuevos brotes de su vientre fecundo; ni un ruido diferente rompería la armonía o el pulso de la vida, de esa vida inocente que se basta a sí misma.

Pero esto es la ciudad; el lugar donde los humanos se arraciman y viven colgados los unos de los otros en altos edificios de cemento, simétricos y exactos, desde los que la miseria cae por propia gravedad hasta las cloacas en las que, millones de ratas viven en continuo alboroto aguardando el momento de su supremacía; la ciudad donde los abuelos no caben - porque los pisos tienen solo dos dormitorios y éstos tan pequeños que el 1,15% de hijos que corresponde al matrimonio, duermen hacinados en literas (porque es curioso que en el reparto del 1,15 familiar, sean las familias más humildes las que acaparan el 3 o el 4% redondeado)- y hay que mandarlos a la residencias/almacenes que el gobierno, acuciado por las presiones sociales y en un loable intento de conseguir sus objetivos políticos, ha construido, dotándolas de unos excelentes servicios en los que, menos descubrir una brizna de amor, todo es posible.
      Esta es la ciudad, hoy, porque el estado de ánimo ha rodado hasta el suelo empujado por los grandes goterones de agua, y el corazón ha sentido ese vaho maternal que emana de los alcorques de los álamos blancos, y ha sentido nostalgia de esa tierra que un día dejó por venir a descubrir nuevos medios de vida - que no horizontes-, porque los horizontes se quedaron allí, donde la vista abarcaba las sierras cuando ya los ojos se cansaban de divisar llanura, o se mostraba el sol con insolencia en todo su magnífico esplendor .

      Es curioso cómo el pulso se hace universal en esos instantes en los que el individuo es sacudido por atávicas emociones ( y dejan de tener valor esas conquistas que un día parecieron inalcanzables y que hoy son -al menos eso quiere creer uno- hitos esperanzados plantados en el duro camino de la vida), para volver los ojos a esa serenidad con la que las cosas se suceden en el medio rural, donde este mismo día contribuye a hermanar a quienes, suspendidas sus tareas momentáneamente, se juntan en los soportales de la plaza para hablar de los preparativos de la cercana simienza, o de cómo los hijos que se marcharon a la ciudad están ganando " dineros a espuertas, si no, no hay más que ver al hijo del hermano Heraclio que el domingo estuvo aquí con un cochazo que no cabía en la calle Mayor y parecía mismamente un marqués".

     Como aves migratorias que encontraran su apoyo en inmensas colonias de  congéneres, el ser humano abandona su individualidad para sumergirse en este laberinto con el único instinto de encontrar una salida. Pero el laberinto es intrincado y difícil. Y sólo los audaces alcanzarán  la puerta de la salvación. El resto, esa gran masa gris y maloliente, con las ropas empapadas y la esperanza hundida, seguirán su continuo deambular en busca de ese rayo turbador que no llegará nunca a iluminar su senda.

      Esta es la ciudad, en la que las estatuas reflejan el paso de los siglos y miran impotentes las escenas vandálicas de quienes, incapaces de asumirse, derraman su ignorancia en los pies amarillos del héroe o del artista, o rompen las farolas, o siegan las cabezas de ingenuos angelotes, mientras quedan , pisadas en el suelo, las últimas palabras que producen los labios de un hombre diferente.

2

Hoy no llueve en la ciudad. Yes Domingo. Y la gente dibuja su mejor sonrisa cuando se cruza con el vecino en el rellano del décimo. Es una sonrisa de cercanía, familiar, de añoranza. Se conocen, se saben. Y saben , quién lo duda, que hoy ganará su equipo. Y saben que ambos son de pueblos cercanos - lo adivinaron un día por el parecido acento y por algunas palabras comunes-. Y saben que hay que dejar atrás las preocupaciones y aparentar una calma que se está lejos de poseer. 

Porque hoy es domingo. Y no llueve. Y hay que llevar a los niños al parque. Y comprar el periódico y mirar las hojas de economía con gesto de suficiencia. Nadie debe saber que las letras de la hipoteca obligan a trabajar más horas de lo habitual, ni que el hijo mayor se ha dado a las drogas, ni que uno quisiera volverse a aquel pequeño pueblo del que nunca debió salir. ¡A quién le importa!. Eso queda para los días de lluvia. Para cuando uno tiene que coger el autobús que le llevará a un trabajo que queda a dos horas de distancia. Para cuando uno siente allí, en el hueco del corazón, o del estómago, que vaya usted a saber de donde vienen aquellos reflejos, esas punzadas de inseguridad ante un futuro imprevisible.

Pero hoy es domingo. Y el hijo del hermano Heraclio - ese que se fue a la ciudad y gana los dineros a espuertas-, llevará a sus hijos al parque y se le ensanchará el corazón cuando la ilusión, la mágica ilusión que cabe en la sorpresa, ilumine sus rostros. Y se reirá sonoro con las gracias gastadas del payaso callejero o con la vieja cabra que baila al ritmo de una música ramplona, o se admirará de los malabaristas que se cruzan teas encendidas, o alcanzará a ver al mimo de dorados destellos, que semeja otra estatua desfasada en el tiempo, al que acuden, solícitos, asombrados infantes que dejarán, sobre la repisa de su falsa peana, un gramo de metálica ilusión para que los ojos del inanimado artista brillen por un instante y con un gesto cómplice, inviten a los demás niños a vencer su timidez; se parará después en el pequeño guiñol donde se cuentan fantásticas historias, a orillas de un estanque en el que los peces sacian su glotonería con gusanitos y migas de pan. Porque como, como hoy es domingo, y no llueve, hay vida en el parque; vida que se arremolina alrededor del  músico callejero o del vendedor de patitos nadadores, o del pintor que intenta atrapar ese instante en la quietud de su lienzo, o del vendedor que pone en almoneda los heredados libros..

3

La ciudad tiene mil caras, dos mil caras.; rostros para cada ocasión, vestidos para cada circunstancia. Es, puede ser, fantástica y vulgar, pordiosera  y opulenta, lo mismo desborda alegría que rezuma tristeza; deslumbra desde su brillo o incomoda desde su fango. La ciudad es así .Y nadie podrá, nunca, ahondar en su misterio.

jueves, 10 de julio de 2014

MEMORIA DE UNA CASA (Estampas costumbristas)


No sé porqué tengo que guardar silencio y sufrir humillaciones, vejaciones. abandono, ingratitud... 
¿ Acaso no he sido yo entrañable y acogedora? ¿ No  he aguantado el paso de los años soportando fríos intensos, calores achicharrantes, vientos huracanados, lluvias torrenciales ? ¿ No he vivido más de dos siglos siendo el refugio de quienes han traspasado mi umbral ?¿ No he alumbrado vida ? ¿ No he dado el último adiós a los que se fueron antes que yo ? ¿ No he tenido entrañas ?

Si es así; y todos lo saben ¿ porqué me han sumido en este abandono ? ¿ Por qué a nadie importo y dicen ahora que no soy confortable, que la humedad corroe mis paredes, que es mejor hundirme y hacer un bloque de pisos como estos de enfrente, que maldita la gracia que tienen ?

Estoy aquí, anclada en esta calle -una de las más hermosas del pueblo- viendo como han transformado conceptos urbanísticos y costumbres peculiares. Y no sé si sentirme orgullosa por mantenerme todavía en pié  o llorar desconsolada por el abominable acto de vandalismo que han cometido con las casas que, como yo, dábamos identidad a un pueblo grande, acogedor, importante creo ; manchego sobre todo ; encrucijada de caminos...

" Cañada Real Soriana "  reza un cartel que solo saben descifrar los del pueblo, tan deteriorado está , tan en desuso. Recuerdo cuando pasaban por mi puerta los grandes rebaños de merinos levantando grandes polvaredas; la voz recia de los pastores ; el ladrido de los mastines ; el dolondón de las esquilas ; la ingente masa borreguil apretada y torpe; cruzaban nuestro pueblo , mi calle , en busca de mejores climas para asentarse durante los meses de invierno . Y yo aquí, tan en mi puesto, tan acogedora,  tan blanca como si fuera de nieve en medio de esta desolación de llanuras áridas , tan llena de vida, que al buen pastor se le venían los ojos hacia mis ventanas, tal vez añorando la paz de su casa.  ¿ Pero a quien importa eso ahora ? Nadie se ha preocupado de conservar un estilo urbanístico que pudiera decir al visitante : " Sigues estando en la Mancha". Ni los legisladores ni los propios dueños que así que han podido han demostrado tener mal gusto y pocos escrúpulos. Fijaos en la variedad de estilos - ¿ estilos ? - que conforman la calle : Azulejos en los zócalos, miradores de dorado aluminio, aleros cojitrancos y desproporcionados ...( yo creo que eso lo han hecho para demostrarle al vecino quien era más importante ). Y, de pronto, comou una gigantesca seta, surge  una mole impresionante sin orden ni concierto; no me extraña que los lugareños lo llamaran el edificio de la leche, pues acostumbrados a divisar las esquinas del pueblo sin levantarse del suelo, se encontraron de golpe con aquél mazaquote y no tenían por menos que exclamar : " Vaya leche".

La verdad es que me divierte saber que soy la única casa que aún conserva su sabor tradicional. Pero me entristece ver que pertenezco a una ciudad que no ha sido capaz de guardar su identidad. Dicen los más viejos del lugar, que junto con Almagro y Villanueva de los Infantes nos llevábamos la palma por nuestro estilo urbanístico - ejemplar a través de los siglos - y que aunque no estamos como  el Toboso o Argamasilla de Alba  unidas a la literatura Cervantina , éramos tan manchegas como ellas ; con nuestros zócalos de azulete y las paredes encaladas y prietas. Aún me parece notar el golpe pausado del pisón , insistente, preciso , formando mis tapias ; aún me parece ver al hombre curtido y recio que lo manejaba limpiándose el sudor con su pañuelo de yerbas. Pero aquello es agua pasada; suerte que aún quedan algunos rincones que quizas por despiste o por dificultades económicas se han salvado de la quema y junto a algunas casas solariegas de recia raigambre  siguen recordando que nuestro pueblo también pertenece a la Mancha. Porque mucho vino Yuntero, mucho Torreón,, mucho queso, mucha jotica. ¿ Y para qué si no han sido capaces , no ya de mantener las casas de sus abuelos , si no de hacer una ciudad coherente, convirtiendo la nuestra en un muestrario de abalorios?

Yo sigo aquí por pura casualidad ; pero cada vez más abandonada. El frío rezuma por mis oquedades - más lacerantes cada nueva estación - y no hay nadie capaz de darme un mal enjalbiego."Así se pudra", pensarán mis dueñas que solo han estado pendientes de sacarme el máximo rendimiento con el menor gasto. Gracias a la vecina, que aún mantiene mi aspecto exterior como buenamente puede. Pero mi interior es cochambroso. Fijaos en mis paredes desnutridas y abultadas: en los desconchones que me desnudan y desprotegen del agua y de los hielos, en las puertas destartaladas, en las rejas herrumbrosas; en la maleza que se acumula sobre mi tejado. Me están matando lentamente. Ni siquiera voy a morir con la dignidad de quien sabe que ha llegado su hora. ¿Hasta cuando este maltrato ? ¡ No, no me lo merezco !.

Fijaos en la puerta de la cueva, podrida y carcomida. Nadie baja siquiera sea a sentir mi vaho maternal; mi frescor en el verano o mi calidez en el invierno. Antes sí, antes bajaban patatas, fruta, agua, leña ...; era el alma de la casa. Pero llegaron las neveras y si te ví no me acuerdo. Aquí no baja nadie desde que Sánchez Megía murió en aquella fatídica tarde de Agosto en nuestra plaza de toros . Y qué decir de los cachivaches que en su día fueron imprescindibles y que hoy aguantan en las estacas su impuesta invalidez. Ahí está la caldera de cinz , y el zaque dispuesto a seguir bajando a las entrañas de mi pozo y la garrucha medio oxidada que chilla como una loca si alguien intenta girarla, y la artesilla, y la tabla de lavar, y el cordel del pozo medio destrenzado y áspero, inservible ya para su función.¡ Qué de bodegones habrá podido pintar nuestro paisano  Antonio Iniesta! ¡ ¡ Qué de vida concluída, olvidada, perdida en los arcanos de un tiempo que ya es historia !

Hay algo, sin embargo que me mantiene viva : es el recuerdo.En mis dependencias, como en las  de todas las demás casas, se crearon unos vínculos de vecindad que superaban a los de la sangre. " Más que de familia " decían unas vecinas de otras cuando hablaban con alguien que no era de la casa. Y era cierto porque entonces todo era comunitario : El cuidado de las macetas, el enjalbiego del patio y del corral, el rito de salir a barrer la puerta de la calle cuando aún las claras del día no habían roto la oscuridad de la noche, mientras los hombres y los zagales aparejaban las mulas y las enganchaban en el carro y los gatos ronroneaban al calor del fuego que, en la cuadra de lavar, ya habían encendido las vecinas con una buena gavilla y un montón de cepas para calentar el agua que serviría para la colada... Era un buen lugar esta dependencia;  mientras en la artesilla se dejaba la ropa en remojo para que  el ojo ablandara la suciedad, quedaba tiempo para la confidencia, para el chisme, para la crítica. No importaba el frío, ni los sabañones, ni el aire que se colaba por la rendija de la puerta mal ajustada, ni el humo que revocaba de la chimenea que no tenía buen tiro ; nada de esto importaba si el comentario era sabroso :- ¿Sabes lo de la "fulanica" ?.- Sí mujer, la hija de " la menganica ".- Se la ha dejado el novio en puertas de boda y con la casa puesta... Ya había materia suficiente para soportar la dura mañana invernal. Otras veces eran las canciones coreadas por todas las que daban al lugar una peculiar y entrañable complicidad.

Entonces yo era feliz, me sentía querida; la vida se desgranaba por todos los rincones estableciendo un vínculo entre mis moradores y yo, como si por mis tapias - hechas de tierra - corriera su misma sangre. 

Cómo no recordar aquellas entrañables veladas en las horas en que el tórrido calor disminuía y los vecinos se sentaban en la puerta, sin prisa ya, a saborear aquél vientecillo que a intervalos se levantaba haciendo exclamar a la hermana Lola: ¡ " uy que gustico" ! . La vida , entonces, transcurría plácida y tranquila; sin los agobios y las apreturas que ahora tienen que soportar los nuevos modos en los que todos corren arriba y abajo como alma que lleva el diablo ; como si la vida se les fuera a acabar en un momento y no les diera tiempo - que no les dará - a realizar tantos proyectos como tienen ; a utilizar tantas cosas de las que disponen; a llegar a tantos lugares a los que quieren ir...

Me dan pena; porque se están equivocando. La vida es otra cosa. Y lo digo yo, que llevo doscientos años viéndola pasar desde mi acera. Se ha perdido la sonrisa , la fraternidad ... hasta el saludo: .- " Adiós chico, siempre ha habido ricos y pobres ". - "Perdona, no me había dado cuenta, llevo la cabeza en tantas cosas "... Pero cómo puedo decirles yo, que estoy condenada al olvido , que deben frenar sus impulsos, que deben buscar su felicidad en las pequeñas y cotidianas cosas , que un gesto amable , una sonrisa, unos minutos de conversación, no van a romper sus esquemas y les hará sentirse más humanos y más arraigados a su lugar de origen. Cómo decirles que han perdido la perspectiva y que han emprendido una huída hacia ninguna parte en busca de no se sabe qué apetencias.

La sabiduría no quiere prisas, pero ahora hay pocos sabios. Sabio es mi amigo Rafael, el indigente que vive en las "cuevas del Cerro del Moro ". Tiene setenta años y lleva bastantes avecindado en esta localidad ; es un gran aficionado a la música ; todos los jueves  por Semana Santa , como la procesión pasa por mi calle - no en vano he dicho al principio que estoy situada en una de las mejores del pueblo -  lo veo cruzar junto a la banda municipal  con su pelliza raída y su cara de buena persona ; le encantan las marchas de procesión; todos en el pueblo sabemos que vive de su humilde pensión social y que es feliz. No necesita nada que no posea : lumbre en su chimenea, comida caliente que él mismo se guisa , un pozo cercano que cubre sus necesidades de agua, alguna manta, una - aunque raída- confortable pelliza y unas botas deslucidas que debieron ser de calidad hace veinte años. Pero es feliz, al menos eso dice él, cuando frente a mi puerta se para a hablar con su amigo el músico. No ambiciona nada, solo tener salud y ver pasar la vida desde la puerta de su covacha. Es experto en amaneceres, en puestas de sol, en meditaciones profundas; es, como yo, uno de los pocos vestigios de otra forma de vida que a mí me parece más hermosa que la actual.

Ah, si tuviera que hablar de las buenas gentes que han compartido conmigo sus vidas. Tendría materia para llenar un libro mucho mayor que "El Quijote"; algún día lo haré (si no me derriban antes ) y hablaré del hermano Damián llamado por mal nombre "cagachinas"; de Andrés, el zapatero remendón que casi siempre llegaba "cargado" del mejor vinillo que vendían por cuartillos en la taberna del " Menano"; de  la abuela Dolores que cantaba la jota de Manzanares como nadie; de Javi , el niño que murió cuando acababa de tomar la primera comunión...¡ Son tantas historias , tanta vida compartida...! Ya solo me queda la hermana Antonia - ya imagináis que "hermana" es una forma cariñosa de llamar a los mayores por estos  lugares - tan viejecita ella ; tan sola en esa triste habitación del rincón detrás de la cortina . Noventa años tiene ya y no quiere perder su independencia. Un día se la van a encontrar tiesa como un pajarico. Lo de su independencia es un decir, porque ya podía su hija buscarle un hueco en su casa ; claro que a lo mejor la hubieran matado ya de un disgusto ¡ porque la hija...!, ¡ y no digamos el yerno...!. Pero mejor no hablar ; si hay Dios ya se encargará de que su justicia divina llegue adonde no llega la de los hombres. Porque cuantos habrá que se hayan ido al otro barrio con fama de buenas personas y no han sido capaces de tener ternura ni tan siquiera con la madre que los parió . Pues ahí está la pobre mujer aguantando como puede con la única compañía de una radio gangosa y atronadora que no apaga ni para dormir; haciendo su comida en el "infiernillo" -que algún día le va a explotar o le va a quemar los vestidos- y rumiando su soledad con la esperanza de salvar el crudo invierno. Porque a pesar de su edad , es un puro nervio ; su cuerpo es un esqueleto que oscila desequilibrado sobre dos piernas rígidas que mueve como a pequeños saltos dando a su andar un peligroso bamboleo ; me da pena ver su escaso pelo tan poco limpio que a saber quien le peinará ; supongo que su hija de Pascuas a Ramos; o puede que la vecina, porque como ya he dicho anteriormente llegan antes que la propia familia.

Y pensar que  la recuerdo como si fuera ayer... Nada se le resistía ; entonces era joven. Y limpia como la que más ; solo había que ver los colores que llevaba su hija de tanto frotarla para quitarle los churretes. Entonces la hermana tenía la voz timbrada y cantaba la jota de Manzanares como nadie; entonces la hermana, se levantaba con las claras del día y se iba a rebuscar patatas, o melones, o uvas, según la ocasión, aventurándose a que " el viscoeltrén " o cualquier otro guarda rural de los que se creían los amos por haber pertenecido a los " nacionales ", le dieran un susto de muerte ; entonces ,la hermana, luchaba con la fuerza de una leona para mejorar el exiguo salario de su marido que no alcanzaba para comprar el tazón de leche que daba a su hija ; entonces la hermana no tenía los ojos apagados, ni el vigor perdido, ni la soledad como única compañera...

"La hermana" y yo somos dos ruinas a quien nadie presta ya  atención. Nos han condenado a morir en el más absoluto de los olvidos..- " Lo que el cuerpo aguante " dice alguna vez la hermana hablando sola ;.- "Lo que el cuerpo aguante " , respondo en un eco que sale de lo más hondo de mi ser.

Y es que es lo que yo digo : - ¡ No se porqué tengo que guardar silencio y sufrir humillaciones, vejaciones, abandono, ingratitud...! ¿ Acaso... ?
  

NOCTURNO DE OTOÑO.

1

Era quietud la noche
cuando el reloj marcaba su ritmo monocorde
cuando todas las horas quedaban sin aristas
y en un dulce descenso llegábamos al sueño.
Era quietud la noche
cuando todos los ruidos iban cobrando esencia,
quebrando los silencios, haciéndose presentes  
en esa plenitud astral de los sentidos.
Era quietud la noche
tan lejos de ese mundo frenético y absurdo
tan cerca de ese instante de muerte resurrecta
tan lúdica y ambigüa con su juego de sombras.
Era quietud la noche
y el beso de lo incierto razando la epidermis
bajo un cielo siniestro de agujas plateadas
era como un presagio de historias siderales.

2

Era quietud la noche
acaso un sortilegio cruzara por mi mente
presagiando vivencias que aún no sé si he tenido
despertando inquietudes a la luz de la luna.
Era quietud la noche.
Guardaban sigilosas su nido las perdices
cantaban estridentes su salmo las chicharras
y bajaban aromas de la sierra de Siles.
Era quietud la noche
un sentimiento atávico danzaba por el aire
impregnando mi mente de imágenes confusas
como si todo fuera de la misma materia.
Era quietud la noche
y mi madre cantando su canción en la sombra
y mi padre , cansado , dormitando en la silla
y el silencio más hondo soportando la historia.

3
 
Era quietud la noche
con la vieja armonía presidiendo el misterio
con la paz inocente de quien nada ambiciona
con el verso callado fecundando la tierra.
Era quietud la noche
cuando todos los perros aullaban a la luna
en un largo concierto de miedos viscerales
y la lluvia acunaba blandamente mis sueños
Era quietud  la noche
apenas un susurro quebraba la belleza
primigenia y exacta de todo el universo
y la estela del alma dibujaba una elipse.
Era quietud la noche
tan extraña y tan cierta, tan ausente y tan mía,
tan ingrávida y bella , tan impúdica y pura,
que aún rezuma en mis manos el olor a su esencia.