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domingo, 28 de febrero de 2016

HOY LA MANCHA ES AZUL.

Hoy podría ser uno de esos días redentores en los que la naturaleza se pone de acuerdo para que la primavera entre con esplendor inusitado por estos campos de la Mancha cubiertos ahora  de un verde pajizo y desangelado que esperaba la llegada de la lluvia como único remedio para su recuperación.

Es un día feo, podríamos decir dado el frío, la lluvia parsimoniosa y el gris plomizo de un cielo acostumbrado al azul inmaculado. Pero visto desde otra perspectiva es un día hermoso; un día de esos en  los que no ha sido pródigo el benigno invierno que adelantó la floración de los almendros al mes de Diciembre y no permitió que la savia gozara de su invernal descanso. Hoy el agua, si persiste, borrará el amarillento despuntar de las tímidas sementeras y pondrá color en las laderas de la sierra, en los montículos que forman las norias abandonadas, en los caminos serpenteantes y áridos, en las riberas de los ríos que por un tiempo volverán a recibir las aguas que les niegan los pantanos. Hoy es un día hermoso en el que la climatología volverá a prestar color a esta Mancha parda en exceso, pero que tierra al fin parturienta, sólo espera la ocasión propicia para mostrarse en toda su belleza.

Hoy sería un día para que uno de mis viejos poemas nos mostrara el color de la esperanza.

                        1

 Hoy la Mancha es azul;
-dejadme que imagine
colores a la estepa -
azul casi de lienzo.
Y verde de liturgia.
Y rojo de osadía.
Que ya no es la cardencha
la flor de los humildes... 
Se ha vestido de fiesta
este rincón del Mundo
y lo ha poblado Mayo
de colores purísimos.
Hoy la Mancha revienta de contrastes
bajo el azul preciso de una tarde
de efluvios monacales;
bajo el silencio denso de unos campos
de inmensas sementeras,
bajo el rumor del agua que ha devuelto
la luz a nuestras vidas,
bajo la arcilla roja donde anidan
raudales de esperanza...
Hoy la Mancha es distinta,
dejadme que la cante
sin miedos ancestrales;
que la muestre en mis versos
con ésta nueva imagen.
Mirad esas llanuras de malvas y amarillos
donde Van Gogh copiara la fuerza de sus  campos;
son simples pensamientos que nacen del secreto
de una tierra que anhela demostrarnos su afecto,
son pequeños instantes de luz desmenuzada
para alfombrar un suelo tantas veces sediento.
Mirad los humedales meciéndose en un sueño,
mirad como se pueblan los nidos de promesas,
mirad como despiertan aromas olvidados...
Mirad como es la Mancha en este nuevo génesis.

                        2

Hoy la Mancha es azul ,
lo dice la mirada de sus gentes:
campesinos quemados por un cierzo
que se cuela en los huesos,
segadores de avena que dejaron
los haces en la orilla,
jornaleros curtidos por mil años
de sol e incertidumbre;
artesanos , mineros, mercaderes,
pintores o poetas;
toneleros, orfebres ,ceramistas,
insignes personajes ,
que dejaron la impronta de su genio
en  estas soledumbres
mientras iba fraguándose el arrojo
de Alonso de Quijano.
Hoy la Mancha se ha puesto su vestido
de pequeñas guirnaldas
y se siente capaz de las proezas
que antaño le negaron
quienes no sospecharon que esta tierra
rayaba el infinito.
Hoy la Mancha es azul
-dejad que sueñe
que ha venido la lluvia a despertarnos
de un letargo de siglos
y se encuentran sus gentes trascendidas,
como en una catarsis-.
Mirad la historia rancia de estos pueblos manchegos
que aún conservan la esencia de pasadas grandezas
y veréis como el alma recupera su espacio
en esta apoteosis de tierra resurrecta.
Mirad sus soportales , sus plazas , sus escudos,
sus casas solariegas de sabia arquitectura,
sus patios sombreados, sus cálidas despensas…
Mirad como rezuma la cal de su nobleza.

                        3

Hoy la Mancha es azul
- dulce promesa -,
que una lluvia fecunda y redentora
ha roto el maleficio.
Ya recorren las aguas sus veneros
llenándola de vida,
y los ríos remontan por su cauce
caricias olvidadas,
ya se pueblan, frondosos, los viñedos
de pámpanas inquietas
que a la brisa de mayo le susurran
secretos ancestrales.
Hoy la mancha es azul,
en cada plaza,
en cada pueblo blanco donde el alma
se viste de esperanza,
en la espadaña altiva donde anidan
las místicas cigüeñas,
en el ocaso puro de esta tarde
cuajada de nostalgia,
en la serena imagen de unas crestas
pobladas de molinos,
en la canción de vida que se eleva
en cándida plegaria
de todos los rincones de esta tierra
sufrida y milenaria.
Mirad esas lagunas nacidas del misterio
de un río que se oculta celoso de su imagen ,
mirad sus encinares de recia consistencia
tan serenos y eternos como el mismo silencio,
mirad la flor del agua que inquieta y rumorosa
se agita en las espumas de un lúdico secreto...
mirad la tierra  madre pariendo a borbollones
el fruto de su vientre preñado y libertario.
Mirad - solo un instante - esta Mancha que os muestro.

Que hoy Dios ha descendido a darnos un abrazo.

lunes, 22 de febrero de 2016

LA CIUDAD.


LA CIUDAD.

1

La ciudad ha  amanecido gris, con un deje mortecino en el ambiente; la lluvia repica en el asfalto impasible y opaco. La ciudad cobra ahora un aspecto de huérfana que se hubiera quedado sin cenar esta noche. No es que sean más tristes las gentes esta mañana, es que las gentes tristes se dan cuenta de su aguda tristeza y dejan sus destartaladas buhardillas o sus míseras pensiones con el ánima a ras de suelo, mientras la esperanza bosteza intentando desasirse de la tela que, a su alrededor y durante siglos han urdido las arañas
 .
Hay mucha gente triste en la ciudad; gente que añora un tiempo de esplendor, gente que aún no ha podido conseguir un trabajo; gente que vive pendiente de un canuto, de un pinchazo, de un instante de evasión;- eso es; la evasión es el origen de la dependencia-; gente que mendiga, que roba, que pulula, por este inmenso solar en busca de un reflejo en el que encontrarse. Y en esta mañana triste en la que el agua chapotea en el asfalto impasible y opaco, se agigantan los miedos, la soledad, la incertidumbre, las ansias por encontrar esa estabilidad, esa salida, esa felicidad que, aparentemente, se adivina en los ojos del vecino, pero que , con toda seguridad. el vecino intentará adivinar en los nuestros.

Pero no solo los marginados son tristes esta mañana; también los acomodados sienten que la "grisura" se les cuela en los huesos. También los que tienen una ocupación cotidiana sienten el hastío subiendo sangre arriba hasta enquistarse en el hueco de la desesperanza, que puede ser el corazón o el estómago, que vaya usted a saber desde dónde llegan esos inoportunos reflejos hasta el cerebro. Esta mañana, acaso porque el calendario señala martes y trece, o porque realmente en el ambiente flotan iones negativos, se han producido trastornos en el ánimo de las gentes; y el taxista reniega del tráfico, el comerciante se lamenta de la crisis, al portero del hotel le molesta el cuello alzado, al sacerdote le gustaría que suprimieran el celibato, a los médicos les inquieta el alboroto de la sala de espera, a las putas se les corre el rímel, a los barrenderos les pesa el cepillo, a los estudiantes les asusta el profesor de cálculo, el policía maldice en su silbato a todos los conductores que, mira por donde, hoy parecen principiantes...
                
Y así podríamos enumerar a toda esta ingente masa que cohabita en la ciudad y que en constante acelero transita de aquí para allá como si le fuera en ello la vida . Porque en la ciudad no hay lugar para el relajo, ni siquiera en los días en los que parece que el tiempo invita a detenerse. Antes al contrario, todo parece amontonarse, como si la maquinaria que mueve el pulso urbano perdiera algún diente del engranaje y se produjera, irremediable,  el caos.

En cambio los pájaros alardean como nunca, y los árboles parecen más lozanos; y  no hay ardillas, ni conejos, ni perdices; pero si las hubiera, sentirían que la vida les regala este día en el que el aire se purifica con aromas de sierra y de jarales. Y la tierra, procaz y parturienta, daría a luz nuevos brotes de su vientre fecundo; ni un ruido diferente rompería la armonía o el pulso de la vida, de esa vida inocente que se basta a sí misma.

Pero esto es la ciudad; el lugar donde los humanos se arraciman y viven colgados los unos de los otros en altos edificios de cemento, simétricos y exactos, desde los que la miseria cae por propia gravedad hasta las cloacas en las que, millones de ratas viven en continuo alboroto aguardando el momento de su supremacía; la ciudad donde los abuelos no caben - porque los pisos tienen solo dos dormitorios y éstos tan pequeños que el 1,15% de hijos que corresponde al matrimonio, duermen hacinados en literas (porque es curioso que en el reparto del 1,15 familiar, sean las familias más humildes las que acaparan el 3 o el 4% redondeado)- y hay que mandarlos a la residencias/almacenes que el gobierno, acuciado por las presiones sociales y en un loable intento de conseguir sus objetivos políticos, ha construido, dotándolas de unos excelentes servicios en los que, menos descubrir una brizna de amor, todo es posible.

Esta es la ciudad, hoy, porque el estado de ánimo ha rodado hasta el suelo empujado por los grandes goterones de agua, y el corazón ha sentido ese vaho maternal que emana de los alcorques de los álamos blancos, y ha sentido nostalgia de esa tierra que un día dejó por venir a descubrir nuevos medios de vida - que no horizontes-, porque los horizontes se quedaron allí, donde la vista abarcaba las sierras cuando ya los ojos se cansaban de divisar llanura, o se mostraba el sol con insolencia en todo su magnífico esplendor .

Es curioso cómo el pulso se hace universal en esos instantes en los que el individuo es sacudido por atávicas emociones ( y dejan de tener valor esas conquistas que un día parecieron inalcanzables y que hoy son -al menos eso quiere creer uno- hitos esperanzados plantados en el duro camino de la vida), para volver los ojos a esa serenidad con la que las cosas se suceden en el medio rural, donde este mismo día contribuye a hermanar a quienes, suspendidas sus tareas momentáneamente, se juntan en los soportales de la plaza para hablar de los preparativos de la cercana simienza, o de cómo los hijos que se marcharon a la ciudad están ganando " dineros a espuertas,  no hay más que ver al hijo del hermano Heraclio que el domingo estuvo aquí con un cochazo que no cabía en la calle Mayor y parecía mismamente un marqués".

Como aves migratorias que encontraran su apoyo en inmensas colonias de  congéneres, el ser humano abandona su individualidad para sumergirse en este laberinto con el único instinto de encontrar una salida. Pero el laberinto es intrincado y difícil. Y sólo los audaces alcanzarán  la puerta de la salvación. El resto, esa gran masa gris y maloliente, con las ropas empapadas y la esperanza hundida, seguirán su continuo deambular en busca de ese rayo turbador que no llegará nunca a iluminar su senda.


Esta es la ciudad, en la que las estatuas reflejan el paso de los siglos y miran impotentes las escenas vandálicas de quienes, incapaces de asumirse, derraman su ignorancia en los pies amarillos del héroe o del artista, o rompen las farolas, o siegan las cabezas de ingenuos angelotes, mientras quedan , pisadas en el suelo, las últimas palabras que producen los labios de un hombre diferente.


2


Hoy no llueve en la ciudad. Yes Domingo. Y la gente dibuja su mejor sonrisa cuando se cruza con el vecino en el rellano del décimo. Es una sonrisa de cercanía, familiar, de añoranza. Se conocen, se saben. Y saben , quién lo duda, que hoy ganará su equipo. Y saben que ambos son de pueblos cercanos - lo adivinaron un día por el parecido acento y por algunas palabras comunes-. Y saben que hay que dejar atrás las preocupaciones y aparentar una calma que se está lejos de poseer.

Porque hoy es domingo. Y no llueve. Y hay que llevar a los niños al parque. Y comprar el periódico y mirar las hojas de economía con gesto de suficiencia. Nadie debe saber que las letras de la hipoteca obligan a trabajar más horas de lo habitual, ni que el hijo mayor se ha dado a las drogas, ni que uno quisiera volverse a aquel pequeño pueblo del que nunca debió salir. ¡A quién le importa!. Eso queda para los días de lluvia. Para cuando uno tiene que coger el autobús que le llevará a un trabajo que queda a dos horas de distancia. Para cuando uno siente allí, en el hueco del corazón, o del estómago, que vaya usted a saber de donde vienen aquellos reflejos, esas punzadas de inseguridad ante un futuro imprevisible.

Pero hoy es domingo. Y el hijo del hermano Heraclio - ese que se fue a la ciudad y gana los dineros a espuertas-, llevará a sus hijos al parque y se le ensanchará el corazón cuando la ilusión, la mágica ilusión que cabe en la sorpresa, ilumine sus rostros. Y se reirá sonoro con las gracias gastadas del payaso callejero o con la vieja cabra que baila al ritmo de una música ramplona, o se admirará de los malabaristas que se cruzan teas encendidas, o alcanzará a ver al mimo de dorados destellos, que semeja otra estatua desfasada en el tiempo, al que acuden, solícitos, asombrados infantes que dejarán, sobre la repisa de su falsa peana, un gramo de metálica ilusión para que los ojos del inanimado artista brillen por un instante y con un gesto cómplice, inviten a los demás niños a vencer su timidez; se parará después en el pequeño guiñol donde se cuentan fantásticas historias, a orillas de un estanque en el que los peces sacian su glotonería con gusanitos y migas de pan. Porque como, como hoy es domingo, y no llueve, hay vida en el parque; vida que se arremolina alrededor del  músico callejero o del vendedor de patitos nadadores, o del pintor que intenta atrapar ese instante en la quietud de su lienzo, o del vendedor que pone en almoneda los heredados libros..


3


La ciudad tiene mil caras, dos mil caras.; rostros para cada ocasión, vestidos para cada circunstancia. Es, puede ser, fantástica y vulgar, pordiosera  y opulenta, lo mismo desborda alegría que rezuma tristeza; deslumbra desde su brillo o incomoda desde su fango. La ciudad es así .Y nadie podrá, nunca, ahondar en su misterio.