Estoy haciendo un soneto a la mula como homenaje a ese noble animal que durante una larga
etapa fue el baluarte en el que los
campesinos se apoyaron para hacer su trabajo más eficiente y productivo. La
mula era el tractor de la época. Lo mismo araba, que tiraba del carro, que daba
vueltas en torno a la noria, que trillaba… pocas faenas se podían hacer sin su
colaboración y su energía. Y todo ello por un poco de paja y cebada. Y lo peor
del caso es que era tratada como una bestia,
a base de latigazos y malos modos. No creo que haya tenido muchos reconocimientos
a lo largo de la historia. Desconozco si algún monumento la recuerda. Poemas he
visto pocos. Y prácticamente desparecieron cuando la maquinaria vino a
sustituirlas.
Creo que alguna podría haber sido una buena ministra de
trabajo, porque de trabajo sabían bastante y, visto lo visto, es preferible la
práctica a la teoría. No quiero que se malinterprete la metáfora, es decir, no
quiero llamar mula a ningún ministro, sí quiero que se entienda que a los
ministerios o a los puestos de responsabilidad no se debería llegar a dedo y
que la dirección debería darse a una
persona con la adecuada preparación e independientemente del equilibrio
sexista.
Últimamente, se está
pretendiendo dar una imagen de progreso con la paridad y el nombramiento de
personas más o menos relevantes en las distintas ramas del saber. Pero es que
no consiste en que los nominados sean personajes mediáticos, que, a lo mejor y
además, gozan de conocimientos
adecuados. Se trata de encontrar a la persona idónea entre el elenco de posibles
y eso nunca puede hacerse arbitrariamente.
No es cuestión de entrar en los dimes y diretes que ahora,
con el nombramiento del Director del Instituto Cervantes, Luis García Montero,
están saliendo a la luz, entre otras cosas, porque a mí me parece un gran poeta
y porque lo he oído en alguna conferencia y me han parecido interesantes sus
reflexiones. Sin embargo se dicen cosas
de él como que no es excesivamente honrado a la hora de otorgar premios y que
en igualdad de condiciones, prefiere dárselo a un amigo. Que no sería grave si
el amigo es buen poeta, pero ¿Cómo se sabe quién es el amigo si el sistema de
plicas con los que se participa en los concursos debe garantizar el anonimato?
Por otra parte, imagino que habrá muchos intelectuales preparados para ese
cargo. ¿Cuál es la razón para que haya sido precisamente éste el elegido?
Pedro Duque, una leyenda en España por aquello de su viaje
espacial, podría ser un buen Ministro de Ciencia, pero hasta ahora sólo ha
demostrado que puede ser astronauta y
parece que gracias a la enseñanza privada. Maxim Huerta, ese fugaz
Ministro de Cultura al que aún no he
tenido el gusto de leer, no ha tenido siquiera la oportunidad de demostrar su
valía. Y así sucesivamente…
Pero es que, las personas dedicadas a la política, deberían
ser, por encima de todo y además de los conocimientos necesarios para el cargo
a desarrollar, políticos. Teniendo en cuenta que el político al que yo me
refiero debe tener vocación de servicio,
talante y capacidad de negociación, generosa entrega y sobre todo, honradez. Y
no cabe duda tiene que haber gente así entre todos los españoles. Pero como en
todas partes ocurre, por desgracia, “ni son todos los que están ni están todos
los que son”.
En fin, me vuelvo a mi mula. Es difícil hacer un soneto de modo genérico sobre un animal de carga que
no tiene la emoción de ser competitivo. Por ejemplo un caballo ganador, un toro
indultado, un perro equilibrista… La mula sólo ha sido un instrumento y como
tal ha sido utilizada. Así que voy a esforzarme en ese soneto de
agradecimiento. Si soy capaz de conseguirlo, lo colgaré en mi muro.