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martes, 12 de agosto de 2014

¡UN MILAGRO, SEÑOR!

¡Un milagro, Señor!

Effatá “, dijo Jesús al sordomudo metiéndole los dedos en los oídos y                                   tocando su lengua  con saliva”.

¡Un milagro, Señor!
Haz conmigo el milagro que hiciste con aquel sordomudo en Galilea..
Permite que mi palabra se abra paso a través de las dunas
A través del desierto de la incomunicación.
Permite que  mi poesía sea clara y haz de mi claridad poesía.
No soy digno. Ya sé que no soy digno.
Pero dime de verdad, cuántos hay, dignos de estar en tu presencia.
Sé que no tengo fe. Por más que la he buscado en esas horas bajas
En las que todo se reduce a implorar tu misericordia.
Pero soy fuerte y sé sobreponerme a los fracasos.
A lo mejor, eso también es fe después de todo.
Sólo tengo referencias  sobre tu vida e incertidumbre sobre tu muerte.
No sé si fuiste un hombre tan hermoso como te pintan
O no se han atrevido a pintarte como a un hombre.
En mi vida hay tantas lagunas como estrellas en el firmamento.
Quiero sortear esas lagunas,
Bucear por esas aguas procelosas en las que me siento inseguro
Y emerger a la superficie con palabras de luz.
No sé si esto es una oración, una súplica o una simple reflexión.
Sé que estoy aquí, frente a la pantalla del ordenador
Intentando buscarte, intentando buscarme.
Todo lo he hecho mal (bueno, espero que algo pueda salvarse).
Pero la intención ha sido buena.
Es el camino, que a veces parece intransitable.
Es la sangre, que a veces se encrespa en su tortuoso discurrir.
Es el miedo que no me deja lanzarme al vacío.
Es la ignorancia que pone su muro frente a mis ojos.


Estas son mis credenciales.
Como ves, a todas luces insuficientes para salirte al paso
Y pedirte que abras mis sentidos.
Por eso te las digo aquí, en la intimidad de mi reducto,
Susurrando desde la timidez de mi esperanza,
Mostrando humildemente mis defectos.
Y esperando que  tu benevolencia
 Llegue también a quienes estamos perdidos..

Es largo ya el trayecto recorrido.
Y corto, muy corto el que me queda por recorrer.
Por eso te apremio, Señor. Pon luz en mis palabras.
No sé por qué. No sé para quién.
Es que soy poeta ¿sabes?
Y llevo toda la vida buscando ese verso que no encuentro
Por más que lo haya buscado en los más insospechados recovecos.

Pon tu mano sobre mi cabeza y di la palabra:

EFFATÁ