Cada
mañana, cuando cierro la tienda y mientras mi mujer prepara la comida, me pongo
frente al ordenador ( artefacto que uso, exclusivamente, como máquina de
escribir ) y comienzo la gozosa tarea de llenar esta enorme pizarra negra . A
veces, las más, la lleno de poemas ; otras intento una narración corta. Casi
siempre me interrumpen en el momento en que he cogido el hilo de lo que quiero
contar, porque ya está la comida en la mesa. Y no es cosa de decir luego subo.
Eso queda bien en los bohemios , en los artistas bohemios que viven en
horribles buhardillas con agujeros en el techo por donde se filtra la luz de la
luna y lo mismo se zampan una botella de
whisky de un trago, que se tiran cinco días sin comer.
Lo
mío es distinto . Lo primero porque no soy artista. Y lo segundo porque no soy
bohemio. Yo me debo al humeante plato de sopa preparado con esmero, a la
reunión familiar en torno a la comida, al horario establecido para la apertura
y cierre de mi establecimiento , a las compras, a las ventas, a los impuestos,
a las enfermedades, a los dentistas, al programa hortera, a la conversación banal,
al seguro del coche, a mis padres, a mis suegros, a los albañiles que me están
cambiando el suelo, a las matrículas de la universidad, a los libros, a la
ropa, a los zapatos, al piso de Madrid donde estudian las niñas, a las maulas,
a los escaparates... Todo sin orden ; todo según va llegando, me pille como me
pille.
No,
yo no soy bohemio. (Qué más quisiera! La verdad es que no sé lo que
querría si estuviera en esa situación. Cada uno vemos mejor lo del vecino. Y lo
mío, visto desde la necesidad, tampoco es tan malo.
Pronto
sonará la voz de : ( A comeeerrr...!. Menos mal que ahora con el
ordenador puedo almacenar lo dicho : F7- ) Archivar
Documento?: Sí - Documento que se va a archivar : Bohemio ( por poner un nombre
que me recuerde de que va el tema ) ) Salir de WP ? : Sí. Es casi todo lo que se de ordenadores . Lo que necesito al fin y al
cabo.
El
problema es retomar el tema cuando ha cambiado el estado de ánimo o el estómago
está en pleno proceso digestivo. Yo necesitaría escribir ocho horas seguidas,
las mismas que dedico a vender telas. Solo que si dedicara todo ese tiempo a
decir lo que se me ocurre , mis telas se volverían tela-rañas y mis
escritos terminarían por repetirse.
En
cualquier caso, este tiempo que dedico a la escritura es reconfortante. Ya sé
que esto no va a llegar a ninguna parte. Que tampoco la calidad literaria es
nada del otro mundo. Que a mis años, lo que no haya conseguido ya, difícilmente
lo voy a conseguir a partir de ahora. Pero qué quieres. No soy feliz el día que
no he podido aporrear el teclado de este artefacto. Y además , algo en mi
interior me dice que no es tan malo; tiene sentido, son reflexiones lógicas,
están bien expresadas y llevan la sinceridad de un alma que se desvive por no
sentirse estéril.
Uno,
que ha cumplido ya el medio siglo y acusa el paso del tiempo, se da cuenta de
que debería haber vivido de manera contraria a como lo ha hecho. Claro que como
eso parece ocurrirnos a todos, queda de manifiesto que no es la forma de vivir
lo que origina el malestar de esta década crucial en la vida de cualquier
persona; lo que origina el malestar es la pérdida del propio yo; la acumulación
de responsabilidades; el lastre que anuda, que obliga, que exige...No, no es
que yo diga que no hubiera debido ser responsable; lo que digo es que el cúmulo
de responsabilidades, anula la individualidad.
Yo,
ahora, me hago la siguiente reflexión (una simple regla de tres) : Si la media
de vida está por los setenta y cinco años , llevo vivido casi el 67 % de lo que
me corresponde .Del 33 % restante - suponiendo que llegara al final de la meta-
,bueno, bueno, solo puede quedarme un 20 % , es decir quince años ;el resto
serán achaques , problemas y marginación. Y me entra un desangelo terrible; no
por el poco o mucho tiempo de vida que me quede, que eso siempre es subjetivo,-
lo que para algunos se relaciona con la cantidad, para otros se basa en la
calidad- sino porque no encuentro la forma de salirme de este engranaje del
cual soy diente acostumbrado, gastado y con alguna que otra muesca.
Este
tiempo que me resta - y que no es seguro
- me gustaría vivirlo a mi manera . No sería bohemio - ya es difícil perder las
costumbres , malas o buenas, adquiridas durante tanto tiempo- pero me daría el
gustazo de la improvisación , de la anarquía , del abandono . O haría un viaje
itinerante - por supuesto de más de ochenta días - por el ancho mundo. Creo que
conseguiría encontrarme ; descubrir a esa persona que va conmigo y que no ha
conseguido salir a flote en todos estos años.
Porque
ya está bien ( joder ! , la vida que nos ha tocado vivir ( este
joder es una influencia que me ha debido llegar de algún relato escrito por
alguien más joven; los de mi generación hemos medido más las palabras a la hora
de dejarlas plasmadas en el papel ). Pero sí,(joder!, ya
está bien de inhibiciones , de miedos, de responsabilidades para con los demás.
Ahora el cuerpo me pide marcha, mi marcha... ) Y cuál es mi
marcha ?
Porque
( a ver si somos…! Siempre renegando y en el fondo
nos da un miedo atroz el enfrentarnos a nosotros mismos. Hay gente que lo hace; que tiran por
el camino de en medio y rompen con todo lo anterior. Al principio todo marcha,
los ves ilusionados, libres,
eufóricos... Trasnochan, se divierten, ligan... Y al final- "malo era
padre, pero falta hacía en casa", se encuentran en el más absoluto
abandono, o en el mejor de los casos, repitiendo aquello de lo que huyeron.
Y
así estoy. En una situación personal insostenible. Como el perro del hortelano
que ni come ni deja. Porque esa es otra ) quien tiene
la culpa ? No puedo culpar a nadie de mis responsabilidades - yo me las he
buscado- ; ni tengo motivos para culpar a la mujer que ha sacrificado su vida a
la par que la mía y con la que me casé enamorado; mis hijos son producto de su tiempo,
y es natural, pero no me han dado un motivo de queja importante, al contrario,
de ellos solo puedo decir que son excelentes personas.
) Cuál es
entonces la razón de este estado de ansiedad que me invade? Y aquí entran en
juego una serie de sutilezas inherentes a todo ser humano, de difícil
explicación y de más difícil análisis. Sí, porque son deseos, renuncias, intenciones, que han ido
dejando su huella en la propia personalidad; que no pueden ser compartidas, ni
entendidas, ni puestas en tela de juicio porque en ellas el único juicio que
prevalece es el del propio individuo, el del propio yo.
Y
es ese yo, cautivo durante tantos años, el que ahora reclama, en un último
intento de rebeldía, su propia parcela de vida única y sagrada. Tan única, tan
intransferible, que está por encima de lazos, de vínculos, de afectos...
)Quien puede
saber, si no la propia sangre, que este hombre
sometido a autoanálisis aún reclama ternuras infantiles; que aún sueña
con aquel amor que nunca llegó a encontrar en su forma más plena; que aún trata
de asimilar las carencias físicas con las que ha tenido que hacer frente a sus
fracasos; que aún llora , o se ilusiona, o espera el milagro de destacar en las
letras? Que esa es otra; toda la vida escribiendo y )para qué? Aquí está todo, almacenado en un cajón sin orden ni concierto; esperando el
momento en que pueda ir grabándolo en el ordenador, si es que, cuando vuelva a
releerlo, algo merece la pena.
Escribir ha
sido para mí una necesidad. Desde que yo me recuerdo, siempre me veo
escribiendo; supongo que eso le pasará a mucha gente. (Y si todos
sueñan con triunfar...! Yo siempre he sido sencillo. Mi vocabulario es
reducido, así que no he podido jugar con las palabras como hacen los
intelectuales; he escrito más guiado por el sentimiento que por la creación
literaria. A pesar de todo - y permítanme la vanidad - algún que otro premio he
conseguido.
Fui
un mal estudiante de bachillerato. Y es curioso, porque fui brillante en eso
que entonces se llamaba primera enseñanza. Mi maestro Don Cristóbal siempre me
lo ha recordado cuando, ya adultos, hemos repasado viejos tiempos. Llegué
demasiado pronto a aquello que se llamaba "bachillerato laboral". No
quiero quitarme culpas, pero el sistema, apenas experimentado, me dejó en la
cuneta. Yo tenía inquietudes, pero a los diez años lo que más me gustaba era
jugar. Jugar y leer tebeos o cuentos del Capitán Trueno y de Roberto Alcázar y
Pedrín. Pero el tiempo pasó y cuando quise reaccionar, Fue demasiado tarde...
La
vida ha sido dura conmigo, un pulso constante el que he tenido que ganarle. A
los ojos de mis convecinos soy un triunfador; he logrado una posición estable
partiendo de la nada. Y aun así, hoy, me siento derrotado. Porque la vida
no es la posición social a la que uno tiene la suerte de llegar. Y digo suerte,
porque por mucho que uno se esfuerce si
las cosas se tuercen no hay nada que hacer. La vida es la sensación de plenitud
que invade al individuo; algo así como un estado de gracia al que en pocas
ocasiones se accede.
La
vida es deseo constante, sueños, inquietudes, libertad para morirse en una
esquina si el corazón se siente cigarra, o para caer en la tentación si la
tentación está buena. La vida es absorbente, acaparadora, egoísta, inmoral,
ladina, pérfida, perversa, traidora, perezosa, ramera... La vida es generosa,
sacrificada, equitativa, consecuente, bondadosa, noble, inmensa, única...
Porque la vida es todo lo que los humanos somos capaces de sentir en la
individualidad de nuestros genes. Se han necesitado siglos de entrenamiento,
millones de intentos, innumerables pensadores, poetas, políticos, ideólogos,
observadores, soñadores... para conseguir encauzar esta fuerza imperiosa que
pulula incesante por todos los rincones que es capaz de conquistar; para
domesticar la visceralidad y el ímpetu que la enfrenta a sí misma. Y aun así,
la vida sigue dando muestras de su rebeldía, de su crueldad, de su soberbia, de
su magnanimidad; de su derroche en definitiva...
Yo
no soy un bohemio; y no es porque mi camino estuviera trazado de tal o cual
manera. Mi camino estaba diáfano, expedito, inmaculado- como todos los caminos
que lo son de inicio- esperando mis primeros pasos - esos que das asido a una
mano segura-; son las circunstancias, las que definen la reacción del ser; es
el entorno el que abre las ventanas del infinito o cierra los postigos del alma
a la desbordante luz que encharca las ideas. La penumbra se adueña de todos los
rincones y ya solo queda pasar de una a otra orilla intentando salvar las
turbulencias de una corriente impetuosa. Yo pude ser un río, pero soy un
embalse. No sé si es mejor o peor. Al final parecerán inciertas todas las
referencias. Pero hoy, en la antesala del último vía crucis, arrojo los
cilicios con rabia denodada y destrono la cruz que me somete. Y quisiera
entonar una canción beoda e insolente contra toda opresión y tiranía;- yo, el más
opresor, el más tirano, tirano de mí mismo, opresor de mis propias flaquezas-
porque en algún lugar de mi subconsciente, están los sueños de libertad que
alguna vez tuve, las ilusiones que casi nunca hice realidad, los deseos que
quemaban por desconocidos...
Abomino
de esta oscuridad en la que me encuentro y reclamo la luz que por derecho me
corresponde. La vida es una historia irrepetible; un ascua incandescente que va
arrojando al aire sus sueños de ceniza, sus pavesas anónimas.
Una
vida entera no basta para aprender a vivir; quizás por eso alguien comenzó a
hablar de eternidad, esa necesaria artimaña para no caer en el desencanto. Creo
en la eternidad, en la armonía de los elementos, en los sentidos de la materia.
Pero sé, que una vez traspasada esta barrera, nunca volveré a lograr la
plenitud por el descubrimiento de una palabra, por el desarrollo de una idea,
por la realización de una empresa, por el amor correspondido; tampoco el
desencanto, el dolor, la tristeza... esas sensaciones tan humanas , tan propias
del caos que supone ser persona.
La
eternidad existe. O no existe. Acaso de eso sabe más el bohemio que nada
planifica, que no hace un drama de su supervivencia. A quién le importa una
vida; particularmente la del vecino molesto, insumiso, anárquico. Todos, sin
exclusión, nos sentimos el ombligo del mundo. Incluso los sabios, los
anacoretas, los misioneros, los peregrinos, los artistas; la vida empieza y
termina en nosotros; todo gira y se desarrolla en torno nuestro; después están
los demás, pero después de haber satisfecho nuestro insaciable egoísmo; o sea,
nunca.
Puede
que cuando este caos estalle renazca el silencio de la nada, el más perfecto
poema que alguien haya podido componer. Y nosotros seremos parte del poema,
como esa palabra precisa y preciosa que tiene un significado propio, pero que nada
es sino en función del resto.
Pero
ahora somos -principalmente- estómago. En este momento, mientras reflexiono
sobre lo humano y lo divino, mi estómago está ansioso por devorar el puñado de
frutos secos que tengo en el bolsillo. Es un síntoma de que, si verdaderamente
tuviese hambre, devoraría lo que se me pusiera por delante. Complicada materia
la nuestra, capaz de la sublimación y de la vileza. ) Quién puede
predecir sus reacciones en una situación extrema? Incluso en una situación
cotidiana no siempre se reacciona de la misma manera. En todas ellas tiene
mucho que ver el estómago; él es nuestro verdadero amo; el bufón que nos
encandila con sus piruetas si está saciado, o nos odia a muerte si no se siente
satisfecho.
*
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
Acabo de releer lo escrito hasta ahora; no
está mal, han transcurrido varias semanas desde el anterior punto y aparte; no
sé si encuadrarlo como ensayo o como relato. Desde luego algo he aprendido con
su lectura, y es que uno puede exprimirse hasta la saciedad, descubrirse
constantemente en esa corriente que nos anima, sentirse en comunión con el
orden establecido y creerse, además, que lo que dice es cierto.
La
capacidad de observación, de autoanálisis; el afán de aprender de cada acción
que uno inicia; la intuición que te permite llegar a conclusiones arriesgadas y
que necesitarían de un proceso mucho más complejo, son recursos que el propio
ser va adquiriendo a partir de la reflexión previa.
Y
aquí entra en juego el incansable, el único artífice de este milagro que supone
sentir, oler, gustar, acariciar, hablar, reír, soñar...Tan escondido, tan
silencioso, tan inadvertido en una primera mirada que han sido necesarios
millones de años para descubrirlo. No sé si mi cerebro será grande o pequeño;
si trabajará al cien por cien de sus posibilidades; si será más o menos
limitado en relación a su cavidad craneal. Solo sé que trabaja en función de mi
propio yo, que me ama, que acepta mis limitaciones físicas, que se adapta a mi
espacio, a mi entorno, a mi circunstancia...
Hubiera
podido mi organismo ser cualquier especie en función de la escala animal y mi
cerebro se habría adaptado a esa nueva situación con un único afán de servicio,
de entrega, de puesta a punto.
Voy
a atreverme a hacer una modesta observación fruto de una reciente anécdota: Mi
perro, Yaco, sufrió una indigestión, empacho, atracón o vaya usted a saber qué
desarreglo intestinal, que le dejó en una lamentable situación; vómitos,
diarrea, inapetencia, debilidad corporal... Pensé en la necesidad de llevarlo
al veterinario, pero de pronto, oí su rítmica succión en el cubo de agua que
normalmente tiene lleno para saciar su lujuriosa sed. Bebió, insaciable, varios
litros que luego vomitó; repitió el proceso a lo largo del día siguiente en
diversas ocasiones, rechazando la comida que, normalmente, engullía. Fue
después de este proceso, cuando, atendiendo a su olfato, comió tímidamente los
primeros bocados del resto de un suculento cocido... MI perro, se había hecho,
sencillamente, un lavado de estómago; algo que la ciencia utiliza en medicina
como fruto de infinitos experimentos.
El
cerebro de mi perro no es inteligente, dicen, quienes miden los baremos de
inteligencia en función de la humana; yo creo que el cerebro de mi perro no
necesita desarrollar más inteligencia que la que requieren sus funciones. Por
lo tanto, el cerebro de mi perro, como todos los cerebros de todos los animales
de la tierra, está adaptado a las necesidades de quien lo posee. ) Puede haber
mayor prueba de inteligencia?
Y
aquí estamos, mi cerebro y yo, totalmente adaptados, buscando la manera más
coherente de cerrar esta narración. No ha habido un hilo conductor propiamente
dicho; ha sido un bucear constante por esas pacíficas lagunas del
subconsciente; tampoco pretendo nada definitivo, -solo ganar en algún certamen
para, luego, poder presumir con la placa acreditativa- creo que todo está dicho
desde hace tiempo y desde todas las vertientes, por lo tanto )qué otra cosa
puedo hacer, sino acrobacias?
Esto
ha sido, solamente, un ejercicio de recreación, un solitario juego sin reglas
ni adversarios; un intento de vuelo sin
motor deslizándome a merced de las corrientes que, voluptuosas, inundan mis
sentidos. Esto, amigos, es la vida.