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Caminando
hacia el lugar común de las ausencias
con la maleta presta
y el corazón transido de palabras
que no encuentran la luz.
Como un deseo
que muriera en la tarde,
justo cuando la boca se dispone
a socavar fronteras.
Laceradas
como reos al borde del destierro
mirando el suelo propio, prisioneras
de un misterioso acervo que las
hace
víctimas de sí mismas.
Así mueren
aún sin nacer los versos
que quisiera escribir para decirme;
para escuchar después, cuando la noche
me descubra llorando
por el tiempo perdido a contravida.
Qué he de decir, y cómo.
Con qué palabras nuevas he de darme
para no repetir lo tan sabido.
Cómo llegar al puerto
del que parten las vírgenes bandadas
de palabras no dichas.
Hoy
oficio
desde el viejo ritual de los poetas
que ya no tienen voz, mas se resisten
a no escribir su último poema.