Vuelo de metáfora).-
Hoy he soñado que podía escribir
un poema.
Un hermoso poema de insólitas
palabras nunca hasta ahora significadas.
En mi sueño, las metáforas
llegaban como deslizándose por un tobogán,
[pero yo era incapaz de sujetarlas.
Pensé dejar todo lo que estaba
haciendo y apresarlas en el papel.
Pero no tenía papel.
Y, otra vez, decidí que lo mejor
sería dejarlas seguir su camino.
Porque entonces, llegarían a
algún lugar en el que alguien tuviera a mano papel y lápiz.
O encontrarían, en el cauce “vía
Internet”, a algún coleccionista de metáforas frente a la [blanca pantalla de su ordenador, en actitud de
búsqueda.
Todo esto soñé esta mañana
mientras intentaba reencontrarme ante el
espejo;
mientras
mis ojos miopes volvían a posarse en las hendijas que el tiempo va trazando
sobre
[mi
frente.
Pero ahora, roto el sortilegio,
no las recuerdo.
Escribo en su nombre, pero no
las recuerdo.
Sólo sé que siento la necesidad
de escribir en su nombre.
Y que me siento iluminado poeta.
Por eso, y porque el cielo es,
hoy, de un azul inmaculado, he cogido mi
red de cazar [metáforas y he salido con el ánimo presto a encontrarlas.
Ellas, las metáforas, siempre
están revoloteando por los lugares más insólitos.
Sólo hay que seguirles el rastro
y descubrirlas por sus exóticos contrastes.
A veces, se detienen a libar el
dulce jugo de un racimo de cerezas.
O se acomodan detrás de las
hojas de una vetusta hiedra para sestear un rato.
Hay quien dice que las ha visto
curiosear en el charco donde el pájaro sacia su sed.
O en la madriguera donde el
viejo lagarto desayuna su rayo de sol.
O huyendo despavoridas después
de soliviantar un apacible avispero.
Otras veces se cuelgan de un
cable de alta tensión e intentan un trino
[bajo las risas insolentes y
estúpidas de alguna bandada de estorninos.
Y es que las metáforas son
imprevisibles y caprichosas,
Como ese enjambre de nubes que
pasta en las laderas del firmamento
[las últimas briznas de una
tarde de agosto.
Si las descubres. Si a pesar de
su mimetismo consigues encontrarlas,
Se dejan atrapar , porque en el
fondo, sólo pretenden ser descubiertas.
Las metáforas, son palabras
huérfanas a las que les hace falta el calor de otras palabras.
Arropadas en ese calor, cobran
insospechadas magnitudes.
Y se hacen presencia viva en el
vuelo de una hoja que, sin su lirismo, acabaría en el
[contenedor
de los barrenderos;
O en el triste color del otoño,
al que su sola cercanía puede infundir
tonos cobrizos
o amarillos poblados de
melancolía.;
Un beso, entonces, puede ser el universo que ha empezado a
desgranarse en excelsa
[metafísica,
O la descomposición del arco
iris en lágrimas lentísimas.
En el fondo, su juego es tan
inocente como embaucador. Sólo son sueño.
Parte de un sueño universal en
el que todo participa.
Así provocan las metáforas la
eclosión de la poesía,
La luminosidad de las sombras,
La plasticidad de los
sentimientos: Con su sola presencia.
Lo lamentable, es dejarlas marchar
por no tener a mano un simple lápiz,
O un trozo de papel en el que
hacerles un sitio a su medida,
O un lugar en la prisa, para que
todo suceda a impulsos de lo eterno.
Vienen y van a merced de los
vientos.
A merced de la vida.
A merced de un suspiro salido de
la alquimia de una sangre impaciente..
Son lamentos de mar,
O gregorianos salmos
deslizándose por monásticas celosías.
Son caligrafía de sol sobre
encalados tapiales,
O ecuaciones de luz sobre la
incierta penumbra de los soportales de la nada.
Son atrevimiento puro,
columpiándose desde la rama más alta del instinto.
Su esencia es pura levedad,
irrefrenable intento de conjugar distancias,
Desasosiego íntimo en el que el
alma trenza sus despeinados flecos.
Por eso, hoy, al sentirlas
llegar, hubiera querido hacer ese poema único que todo poeta [piensa.
Pero no tenía lápiz.
Y, como siempre, he tenido que
conformarme con admirar el exótico colorido con el que [ellas navegan por los
infinitos espacios.
Como un pobre poeta, limitado a
los versos que destilan sus sueños…