1
Que la mano sea libre, que diga lo que
sienta.
Dejad que sea la mano, en esta última
instancia,
la que alfombre el camino con las rosas del
alba:
Corto ha sido el trayecto Apenas quedan horas
para poner las lindes en lo que hicimos
nuestro.
Se pasarán las vidas y volverán las cosas
a depender de aquellos que nacerán entonces.
Y tornarán las redes su cosecha de peces
sobre los mismo ríos donde la Luna habita
Restañará la Tierra sus cicatrices pardas
y volverán los mares a circundar la vida
como ballenas viejas que, celosas, preservan
a sus hijos del miedo.
Regresarán las barcas hasta el tronco del
árbol
dónde ayer fueran savia portadora de anhelos.
Se tornarán azules los insensatos humos
que dejaron estériles humedales antiguos
y reinará el vacío sobre los mismos pasos
en los que una mañana despertamos soñando
que éramos el destino final del Universo.
2
Que la mano sea libre. Que canalice el verso
que fluye vida arriba como agua milenaria;
que anote los sentires que llegan en manojos
de integridad fundida sobre el corcel del
aire:
Casi todo es regreso.
Desde el instante mismo
en el que el vuelo inicia su trayectoria
urgente,
se adivina una nube de inquietud en el ala
que, temerosa surca, la vastedad del ansia.
La plenitud es esa dimensión en que el miedo
se proyecta imbatible sobre el alma vencida,
sobresaltos de sangre navegan ese impulso
con el que todo anhelo regresa hacia el
origen;
la combustión interna sólo es una promesa
de que mañana, acaso, nos llamarán de nuevo
esas voces gastadas que perdieron su timbre
igual que pierde el día su luz cuando
anochece.
Casi todo es regreso.
Tal vez este poema
es tan sólo el comienzo de mi inverso camino
hacia el útero malva de una tierra
impaciente,
tal vez cuando despierte de este sueño de
vida
me descubra vagando sobre el cárdeno olvido
y no tenga más versos para seguirme haciendo.
3
Que la mano sea libre en este mediodía
por el que voy llevando mi barca a la ribera
que desciende hasta el alba de aquel tiempo
primero
y se pierde en la bruma de pasadas
conquistas.
Nadie tiene la culpa si la vida es fracaso,
pues que somos producto de una alquimia
incompleta,
la vida es sólo un turbio reflejo en las
arenas
de este desierto oscuro donde la luz no se
hizo.
Como chispas ingrávidas después del artificio
daremos fe del todo desde esta nuestra noche,
y, lo mismo que el fuego, habremos consumado
esa razón de ser que alentó nuestros
instante.
Tal vez estas palabras, estos juegos
florales,
sean las últimas notas que yo arranque a mi
lira
y quizás esta urgencia que mis versos
expresan
no son sino el deseo de anular mis derrotas.
Por mis manos desfilan gastadas inquietudes
con el torpe aleteo de una alondra asustada
y estas páginas blancas dejan huella inocente
de que toda mi sangre se ha sentido promesa.
Tal vez es este punto de eternidad que sueño
el eslabón que anuda mi sed de siemprevivas
y esta luz que me embarga mientras hilo el
poema
es el último intento de encontrar mis
orígenes.
Por eso en esta tarde de extrañas
confidencias
me he dejado llevar a merced de los vientos
como leve vilano, como sueño incompleto
que buscara en la duda la razón de su
esencia.