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martes, 14 de octubre de 2014

LAS VOCES QUE NO FUERON (del poemario inñedito CUESTIONES ESENCIALES)


I
De quien no puede hablar quisiera hablaros,
por la boca de aquellos
que no tuvieron tiempo, quiero hablaros,
con palabras de tierra quiero hablaros
-palabras amasadas con sudor y tristeza
sobre yermos parajes de infinita distancia-.

Porque ha llegado el tiempo
de llamar a las cosas por su nombre
quiero hablaros por ellos, por quienes no pudieron
aprenderse el Catón, cuando de niños,
rozando apenas juegos y caricias,
deshicieron su pobre cartapacio
bajo el turbio candil de la ignorancia.

Cómo decir qué fueron, si ellos apenas fueron;
cómo dar una imagen, de quien quedó entre sombras;
cómo hablar de sus sueños, si no tuvieron sueños,
si nada más nacer eran respuesto, mano de obra precisa
para seguir labrando tras los pasos del padre...

Yo he vivido ese tiempo, por eso los conozco;
los he visto llorar al borde del olvido,
cuando la luna hablaba de amor con los espigas;
los he visto agotados al límite del alma,
cerniéndose en la noche sobre humildes yacijas.
Los he visto fundirse bajo un sol despiadado
cuando aún sus huesos eran de tierna hierbabuena.


II

Mas no es su desconsuelo lo que quiero contaros,
sino su briega brava, su entrega generosa,
su mirada segura, sus anhelos ocultos,
su firmeza abrazando la inocencia del hijo...

Ellos fueron la savia que, callada, pervive
laborando caminos hacia un nuevo horizonte;
el germen del deseo  nunca cuantificado,
de desbrozar las sendas a los que luego fuimos;
el diezmo acostumbrado que todos los humildes
pagaron en moneda de manso conformismo.

Y esta es su voz, las voces que nunca imaginaron
una página en blanco para decir su verso,
su verso, como un grito nacido del olvido,
su verso como tierra, tan virgen como entonces.

III

Si alguna vez la vida no nos fuera propicia
y viéramos el rostro brutal de la miseria,
si esta nuestra opulencia rodara cuesta abajo
haciéndose pedazos y el pan no germinara;
si un día nuestras carnes quedaran sin abrigo
como quedan desnudos los brazos del otoño,
si,  en fin, la vida fuera luchar cada mañana
sin saber si la noche nos salvará los sueños...
dónde estará el coraje, sobre qué arquitectura
forjaremos un mundo que nos haga creíbles,
dónde estarán los hombres, los sufridos aquellos
que, negándose el tiempo, nos alzaron del hambre.

Por eso estas palabras, por eso estos recuerdos
casi desmadejados y azulados de invierno:
Para que nadie olvide su deuda con los muertos.