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jueves, 10 de julio de 2014

NOCTURNO DE OTOÑO.

1

Era quietud la noche
cuando el reloj marcaba su ritmo monocorde
cuando todas las horas quedaban sin aristas
y en un dulce descenso llegábamos al sueño.
Era quietud la noche
cuando todos los ruidos iban cobrando esencia,
quebrando los silencios, haciéndose presentes  
en esa plenitud astral de los sentidos.
Era quietud la noche
tan lejos de ese mundo frenético y absurdo
tan cerca de ese instante de muerte resurrecta
tan lúdica y ambigüa con su juego de sombras.
Era quietud la noche
y el beso de lo incierto razando la epidermis
bajo un cielo siniestro de agujas plateadas
era como un presagio de historias siderales.

2

Era quietud la noche
acaso un sortilegio cruzara por mi mente
presagiando vivencias que aún no sé si he tenido
despertando inquietudes a la luz de la luna.
Era quietud la noche.
Guardaban sigilosas su nido las perdices
cantaban estridentes su salmo las chicharras
y bajaban aromas de la sierra de Siles.
Era quietud la noche
un sentimiento atávico danzaba por el aire
impregnando mi mente de imágenes confusas
como si todo fuera de la misma materia.
Era quietud la noche
y mi madre cantando su canción en la sombra
y mi padre , cansado , dormitando en la silla
y el silencio más hondo soportando la historia.

3
 
Era quietud la noche
con la vieja armonía presidiendo el misterio
con la paz inocente de quien nada ambiciona
con el verso callado fecundando la tierra.
Era quietud la noche
cuando todos los perros aullaban a la luna
en un largo concierto de miedos viscerales
y la lluvia acunaba blandamente mis sueños
Era quietud  la noche
apenas un susurro quebraba la belleza
primigenia y exacta de todo el universo
y la estela del alma dibujaba una elipse.
Era quietud la noche
tan extraña y tan cierta, tan ausente y tan mía,
tan ingrávida y bella , tan impúdica y pura,
que aún rezuma en mis manos el olor a su esencia.