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domingo, 16 de febrero de 2014

CUANDO CORREN LOS RÍOS.

                                                                     I

De esta página que ahora comienzo, sólo tengo el título, bueno, casi siempre es así. Uno intenta decir algo porque se lo ha sugerido la  mirada, la imagen, la charla despaciosa con algún amigo, la búsqueda constante de ese yo interior que pugna por salirse de su encierro. Es así…

Hoy he salido con una intención preconcebida: la de acercarme hasta el río, este río nuestro que llevaba tanto tiempo sin correr y que ahora es constante, si bien algunas veces queda convertido en un tímido hilo de agua sobre un cauce descarnado. Pero hoy no, hoy el agua corre murmuradora, casi cantarina, casi alegre. Le falta, es cierto, el ímpetu de otros tiempos, la sonoridad del caudal completo. Pero es hermoso, y lúdico, y relajante,  detenerse a contemplar el ir de las aguas en pos de su destino. Y uno hace metáfora de esta imagen, y piensa que también es agua en busca de su cauce, en busca de su libertad.

Me he acercado a ese río eterno que sirvió de vida para aquellos primeros moradores que,  a su amparo, construyeron sus rudimentarios refugios; que se nutrieron de su esencia y que dieron lugar a asentamientos que luego fueron aldeas, villas, pueblos o ciudades, dependiendo del mayor o menor grado de afluencia e influencia que el río tuviera sobre el entorno.

En mi paseo, he observado estampas inamovibles, pero siempre nuevas, siempre frescas: el espigón de la torre se recortaba tras los árboles, sobre un cielo azul con un fondo de nubes que, como  espumas surgidas de no se sabe qué océano,  me han llevado hasta ese maestro, Iniesta, que era único pintando estos paisajes, este paisanaje de cielo y luz, y torre y sentimiento.

He regresado lento, despacioso, deteniéndome en conversaciones que, hoy, me parecían necesarias; observando cómo en su ribera  algunos jóvenes se movían al ritmo de una música que llegaba de los coches aparcados con estruendo de discoteca; descubriendo nuevos rincones que, por vistos , pasan desapercibidos; evocando ausencias y nacimientos; sintiendo la armonía que se establecía entre el agua y mi alma. Y me ha surgido el título de este escrito: “Cuando corren los ríos”. Sabía que tenía lo más importante de la página: el título; y que este daría lugar a la claridad de pensamientos, a la palabra precisa para llegar a aquello que pretendía, que pretendo: fluir de las profundidades de ese venero en el que todos, de alguna manera, nacemos a la vida.

                                                                    II

Puede que el título de esta página de para más. El río es la metáfora por excelencia: nuestra sangre es un río, nuestra vida es un río, nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestras ilusiones, son ríos de mayor o menor recorrido, pero ríos al fin desembocando en un inmenso océano. Nosotros, como el agua, vamos labrando nuestro cauce. Con voluntad, con seguridad, con firmeza; hasta el extremo de creer que este cauce nos llevará hasta un lugar de remanso en el que se acabarán todas nuestras desdichas.
Porque somos de agua,vamos hacia los ríos de lo eterno. Hablamos del origen, llegamos más allá de lo posible, prometemos amores más allá de la muerte, soñamos con idílicos parajes que acaso recorremos sin saberlo. Buscamos esa dicha que imaginamos cierta, donde ya ni el dolor ni las miserias podrán amedrentarnos.
Somos ríos ¿quien puede ponerlo en duda? Pequeños afluentes sorteando escarpadas superficies con una lucha intrépida; cruzando por extensos pajonales, bucólicos y perezosos; salvando desiguales altitudes con un arrojo casi temerario. Todo con ese fin preconcebido de descubrir el punto en el que la felicidad nos haga ingrávidos, y gocen los sentidos como nunca; y vuele el pensamiento en libertad, sin miedo a represalias...
Definitivamente, somos ríos en curso hacia el misterio.

                                                               III



¿ Ha sido una ilusión ? . Hoy , hablaba por teléfono con un amigo catalán , viajante de tejidos y su pregunta ha sido ¿cómo sigue la Mancha?; para afirmar seguidamente : en mi último viaje , la Mancha era la tierra más bonita que he visto nunca.

La Mancha, que en esta época estival , vuelve a estar seca y desolada , fié, después de las generosas lluvias del pasado invierno con las que la primavera brotó esplendoroso , un mágico espejismo que transportó a los oriundos , a lugares de ensueño. Paisajes propios de un cuadro de Van Gogh - rojos, amarillos, verdes, lilas...campos enteros de amapolas ; abigarrada profusión de florecillas en caminos, cunetas y en las más insospechados promontorios , - hasta de las piedras brotó la naturaleza- daban una calidez inusual a este páramo seco y penitente.

La Mancha , descarnada, desolada , olvidada ,castigada... ha vuelto a sonreír con una sonrisa multicolor y generosa ; con una sonrisa de desposada en trance , que difícilmente recordábamos quienes la sufrimos . Y digo sufrimos , convencido del vocablo que utilizo , porque sufrir es querer. Y a la Mancha se la quiere , pero se la sufre : en estas tardes de calor insoportable ; en esta desolación de cepas amontonadas ; en este letargo de días repetidos , de paisajes áridos , de pozos abandonados...

La Mancha es mucho más ; está Ruidera , con sus lagunas recuperadas , y Anchuras, y Cabañeros, y las Hoces del Cabriel , y el Valle de los Perales . Por la Mancha corren ríos generosos que crean bellos parajes . Pero esta otra Mancha reseca y calcinada por la que el desierto avanza , ha sido capaz de dar un quiebro a la sequía, y en un alarde de entrega nos ha mostrado una nueva imagen como queriéndonos decir que aquí también es posible tener esperanza.

Pero el espejismo ha pasado ¿Ha sido un sueño ?. Parece que no ; todavía nos queda un testigo del fugaz esplendor : Nuestro río Azuer que aún sigue remontando caricias olvidadas ha poblado sus riberas de carrizos , juncos , eneas...y sus aguas , tímidas e inseguras están llenando los veneros de un acuífero esquilmado durante terribles y largos años de sequía.

Sí ; nuestro pequeño río aún corre , para regocijo de unas generaciones que no lo habían conocido y lleva sus aguas a ese otro río caudaloso y fuerte que , celoso de su propia imagen , se esconde bajo la tierra en un místico arrebato de pudor : El padre Guadiana.

Ojalá que los efectos de esta incipiente metamorfosis sirvan para que la Mancha recupere una imagen de prosperidad y que sus pueblos blancos , que sestean amodorrados por este tórrido sol de Julio , despierten de su letargo y en profusión de manos se entreguen , como saben, a la hermosa tarea de mantener su identidad.
Para que nunca más tengamos que preguntarnos; ¿Ha sido una ilusión ?...