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Sabéis? Yo era poeta.
Desde que me recuerdo regando en los bancales
Desde que el tren aquel me hizo soñar distancias
Desde que el sol orlaba de rojo los crepúsculos.
Soñar costaba poco. ¡Si volaban los pájaros…!
Entre tanta aventura apenas me conozco.
Aquel daguerrotipo ya ha perdido su impronta;
Cómo no, si ha sufrido el sol de mil
derrotas.
Ahora, desde estos versos que quieren ser
sinceros
Le estoy haciendo un traje a todos mis
recuerdos.
Mas no sé si la talla será la suficiente…
¡Había tanta vida en aquellas mañanas
Tanta luz en las cosas, tanto fuego en las
gentes…!
Y siempre el fondo amable de madre en sus
faenas.
Que no se engañe nadie: El hombre es aquél
niño
Que en todos los recuerdos nos mira
sorprendido
De ver como ha llegado a tanto desencuentro.
El hombre es el muchacho de pelo desgreñado
Que andaba por los cerros de todas las
batallas
En las que fue ganando su puesto pulso a
pulso.
El hombre… ¡Tantos hombres!, se sigue
desnaciendo
Hasta que llega al punto aquel de la
inocencia
Con la que va a iniciar la etapa de regreso.
Y así, recuperada la luz de los orígenes,
Vuelto a ese ser que siempre llevó sobre su
entraña
Se acercará hasta el atrio de ese severo
templo
En el que alguien aguarda con la pregunta
puesta:
¿A ver, niño, qué has hecho con todos los
talentos
que te entregué aquel día de tu llegada al
mundo?
Y acaso cabizbajo, con un hilo de miedo
En esa voz de hombre que ya cumplió su tiempo
Dirá: Yo fui
poeta, Señor: ¡Traigo mis versos!