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jueves, 5 de junio de 2014

CUENTO. (Pero no tan cuento) . Escrito en el pasado siglo.

Decididamente, estoy hasta el moño: a mis veintiséis años, con una Licenciatura en Ciencias Físicas  -que me ha costado un ovario- en el bolsillo, sólo he conseguido un trabajo  que me esclaviza porque el tiempo que necesito para ir y venir a la empresa me obliga a perder dos o tres horas diarias en medios de transporte, por lo que, además de estar siempre arreada, me encuentro con que no llego a la punta para realizar las tareas domésticas propias de una mujer de su casa con la mínima reputación de curiosa. Mi casero, valiente cabrón, me anuncia una nueva subida porque e IPC subido tres puntos este año . Y a mí qué coño me importa el IPC de los cojones. Yo gano menos que cuando empecé a trabajar, porque todo ha subido, con el aquel del petróleo, bueno la vaca ha bajado, pero a ver quien es el guapo que se atreve a comer vaca con el follón que han liado con lo delas vacas locas. Así que el próximo recibo se me pone en ochenta mil pesetas al mes. Y eso por una mierda de piso que no tiene cuarenta metros cuadrados. La verdad es que esto es una puta mierda. Pero a ver como le digo yo a mi padre que me vuelvo al pueblo después de estar el pobre sacrificado para que yo saque una carrera. Estoy mirando pisos; creo que con el alquiler que pago podría hacer frente a una hipoteca y hacerme con un piso propio. No sé si es la mejor solución, pero qué puedo hacer. Además, a mi cónyuge (a mi novio, coño) se le inflan las pelotas cada vez que viene el recibo del alquiler y me forma unos pollos de aquí te espero. ¡Como si yo tuviera la culpa del puto recibo!

He estado en una caja de ahorros solicitando un crédito hipotecario. ¡De pasmo! ¿Pero de verdad se cree alguien que puede una persona joven hacer frente a tanta usura? Usura en el préstamo, usura en el vendedor, usura en Hacienda que se chupa el seis por ciento de derechos reales; usura en los honorarios del Notario... Y todo legal, hay que joderse, todo el mundo se forra al contado y yo tengo que hipotecarme por treinta años. ¡Treinta años! Cuando termine de pagar los diecisiete millones, que con los intereses de demora se convertirán en veintiocho, soy una anciana. Eso, si se dan las cosas medianamente bien y podemos seguir haciendo frente a los pagos. Porque hoy nadie está seguro en el trabajo y lo mismo el día menos pensado te dan el portante y el banco te embarga en menos que canta un fraile. 

De escándalo. No me extraña que la delincuencia aumente, que las drogas aumenten, que la prostitución aumente... Sí, joder, porque ser decente es imposible. Y caro. A mí siempre me han dicho que hay que ir por el camino recto; pero ese camino se quedó en el pueblo. Aquí, en la  capital, todo son recovecos a los que no se les ve salida.
Cuando veo a tanto mendigo, a tanto marginado, a tanto drogata obnubilado, pienso, entre el miedo y la prudencia en la que he sido educada,  si antes, toda esta gente sería gente normal porque no creo que se llegue a esa situación de la noche a la mañana. Y me imagino cantidad de historias hasta llegar a tales extremos de abandono, y me veo a mí misma, desahuciada, sin trabajo, asqueada de intentar ir por el camino recto y no recibir más que patadas y puertas cerradas. Y se me rompe el corazón. Y lloro agarrada al almohadón hasta que el sueño y la desesperanza me vencen.

El bloque en el que vivo parece la embajada de Colombia. Debe haber más colombianos que en Bogotá. Yo creo que deben vivir en cada piso veinte o treinta personas, hacinadas, claro está, porque ya me contarás  de qué otra forma se puede vivir en estos cuchitriles. Pero en la calle pisan fuerte, saben sacar partido a su natural belleza y con cualquier trapo van arreglados. No quiero imaginarme como se ganarán la vida aquí,  y me cuesta trabajo pensar que si  dejaron su país para venir a caer en esta mierda, es porque allí estarían mucho peor. Lo malo de la existencia  es que hay que sobrevivir. Como en la jungla, devorándonos los unos a los otros. Y todavía dicen los políticos que España va bien.¡ Ellos sí que van bien! Eso es una carrera y no la que se saca a base de codos. Me revienta verlos discutir, sonreír, hablar..¡Me revienta verlos!  Les daba yo a ellos un sueldo de setenta mil pesetas, aunque fueran ochenta, y un trabajo a dos horas de su casa. Me gustaría verlos subidos en un andamio a cuarenta metros de altura y con el sol dorándoles las pelotas, para luego echar mano de la merendera en la que, con infinito amor, les habrá preparado la parienta el menú del día. Y para el reposo del guerrero, regresar, después de dos horas de trasbordos, a su modestísima vivienda prefabricada con materiales de ínfima calidad en barriadas surgidas como las setas, sin orden ni concierto. A ver si entonces seguían diciendo que España va bien. España va como va, quien tiene come y quien no ayuna. ¡Y son tantos los que ayunan...!

Porque esa es otra: Para conseguir que la Junta de Comunidades te de algún piso de protección social, tienes que ponerte a la cola. Y ser más pobre que las ratas y poseer todos los certificados de miseria que puedan expedirte.
Me estoy dando cuenta que hablo como mi padre. Joder, que mi padre tiene ya cincuenta y cuatro años y yo estoy empezando a vivir... ¡seré gilipollas!

Después de incontables visitas, en las que hemos visto verdaderos zulos, de los que se anuncian en la banda de INTERNET "Entre diez y catorce millones de pesetas" decidimos mirar la banda superior: "Hasta dieciocho millones". Como de ilusión también se vive, seguiremos con este deporte, que no veas  como se endurecen los gemelos después de un día de subir y bajar a cuartos sin ascensor y de llegar a "muy cerca de la boca de metro de..."; ¡debería darles vergüenza poner tantas mentiras en los anuncios...!