No es un poema divertido, pero sí demostrativo de que el tiempo y las personas no alteran el devenir de la humanidad. Nos corresponde a nosotros, mientras podamos, sentar las bases de una nueva civilización , ya que probablemente, la actual, se originó en algún despiste de Dios,
"Siempre el tiempo es el mismo"
Nos cuenta la
historia
que en aquel
tiempo, la gente vivía con lo puesto.
Los pobres, casi
todos, comían de las migajas del banquete de los opulentos.
Las mujeres se
escondían detrás de los muros de adobe de sus humildes viviendas
a engendrar y
parir los hijos del tedio y la desesperación.
Los niños
moqueaban mientras hacían lo que han hecho todos los niños siempre:
jugar delante de
las puertas de sus casas.
Las enfermedades y
la muerte bailaban sobre los tejados de cañas
entretenidos en el
juego de adivinar el sexo del próximo difunto.
La miseria, la
insalubridad, la falta de agua y alimentos
diezmaban a las
familias que, por esa razón entre otras, multiplicaban la especie.
Y así fue
creciendo el mundo animado; mientras el otro, el estático,
seguía pareciendo
el cuadro del salón comedor de Dios.
Y pasaron los
siglos terriblemente lentos,
-lentos como
transcurren los ríos de lo eterno-,
aquel tiempo no es
sino tiempo olvidado
en esta epifanía
de nuevos contraluces.
Siempre el tiempo es el mismo.
Y nos sigue
contando la historia
(la historia, en
este caso, es contemporánea)
que llegaron los
tiempos del teléfono móvil
(el milagro
perfecto, el maná de los pobres)
Desde entonces,
los pobres cambiaron las migajas
por el chute agenciado
en el mercado negro,
(a golpe de
teléfono se consiguen milagros
si el escrúpulo es
poco
y el dinero,
ilegal, sigue siendo de curso).
Que hoy el mundo
es un antro donde todo es posible,
donde vender el
alma es tan sólo un oficio
-acaso un viejo
oficio sabiamente aprendido-
con el que
conseguir generosas prebendas.
(La miseria es la
misma que contaban aquellas
páginas tenebrosas
de los libros sagrados
en los que Dios
hervía -paladín justiciero-
su pócima de
plagas contra todo lo infecto).
Siempre el tiempo es el mismo.
En estel tiempo la
gente se moría de asco
-un asco de sí
mismos para el que nadie era capaz de recetar remedio-.
Las mujeres lloraban
amargamente por sus hijos muertos de sobredosis,
o en reyertas
callejeras producidas entre grupos mafiosos
que se disputaban
la esquina más propicia para mercadear su miseria.
Los marginados,
casi todos, esnifaban la mierda que caía de las mesas de los opulentos
que a carcajada
limpia planeaban su dominio desde sus torres blindadas.
Las niñas y los
niños, se prostituían ante la mirada perdida de una sociedad ensimismada
que no acertaba a
desterrar su miedo y su egoísmo..
El Sida, el
cáncer, las enfermedades coronarias, el exceso de velocidad,
las guerras
selectivas, con sus consabidos daños colaterales,
cabalgaron por
todo el orbe como nuevos y esperpénticos jinetes del apocalipsis
diezmando las
familias, ya breves de antemano,
por el férreo
control de natalidad que les imponía su agitada existencia.
La tierra bramó;
el aire si hizo tóxico y los océanos abrieron sus tentáculos
hasta ocupar toda
la superficie del planeta.
La Muerte. bailaba
sobre las azoteas de asfalto
entretenida en
adivinar las causas que provocarían el siguiente fallecimiento
Y así fue
desapareciendo el mundo animado, mientras el otro, el estático,
seguía pareciendo
el cuadro impoluto del salón comedor de Dios.
Siempre el tiempo es el mismo
.
Y pasaron, de
nuevo, lentamente los siglos
Y se puso la
tierra a parir nuevamente.
Y corrieron los
ríos con su carga de peces.
Y los mares se
hicieron felizmente habitables.
Y surgieron los
bosques con esplendor antiguo.
Y amaneció la vida
desde la desmemoria
de un Dios que se
moría de puro aburrimiento.
Siempre el tiempo es el mismo.
Y seguirán pasando
lentamente los siglos,
y seguirá la vida
muriendo lentamente
hasta que ya no
queden vestigios de nosotros
y alguien venga de
nuevo, perdida la memoria,
a contar en parábolas
la historia de los tiempos.