Análisis.-
Partimos de una base: Lo que somos,
lo que creemos que somos
y lo que ignoramos que somos.
Y ahí empieza el problema.
El problema es saber que, sin ser un dios,
tienes que actuar como si lo fueses.
Si fueras una planta, te bastaría con ser;
si una piedra, con estar;
si fueras una gota de agua
y tuvieras la misión de hacerte mar
te deslizarías incansable hasta el océano.
Pero eres hombre, y no tienes una misión específica.
Sabes, o crees que sabes, que eres más que una planta,
y para demostrarlo, te mueves;
vas y vienes con la seguridad de quien sabe adónde va..
Sabes, eso dices, que eres más
inteligente que un animal
y te rodeas de confort para poner distancias
en la escala biológica.
Sabes que tienes capacidad creativa
y eriges rascacielos sobre la corteza de esta tierra
a la que por el momento, has dejado muda.
También sabes, a pesar de todo sabes,
que tu ciclo vital es como el de la más humilde hierba
y terminará por sorpresa,
sin que tú puedas poner remedio alguno a pesar de tus capacidades.
Sabes todo eso y sigues cumpliendo la que crees tu misión,
la de actuar como un ser superior,
como un dios pequeño en fase de desarrollo.
Y como sabes que la duración de la vida no te basta para conseguirlo
una resurrección gloriosa de la carne,
un edén a la medida de tus deseos.
En el fondo, te dices necio,
y te haces las preguntas que se hace un ser inteligente,
no un perro, ni una planta, ni una gota de agua.
Te haces las preguntas que se hace un hombre:
Por qué, para qué, cuándo, cómo dónde... Y sufres.
Sufres porque no vale la pena
complicarse la vida hasta el extremo de un dios
por pequeño que este sea para, un día, dejarlo todo
tal y como te lo encontraste a tu llegada;
porque envidias la naturalidad con que las hojas
aparecen y desaparecen;
porque quisieras ser parte de los elementos
como la gota de lluvia, o la piedra del camino.
Sufres, pobre dios, pequeño dios,
porque tienes la misión más difícil
de las encomendadas a todos los seres que pueblan
este lugar de misterio: La de entenderte.