Hoy, el diálogo más común no el de fútbol (es
posible que lo sea a nivel de quienes no padecen la crisis, que los hay), hoy
se habla de política, de corrupción, de paro, de subida de impuestos, de
quiebra del estado de bienestar, de recortes, de peligro en la retribución de
pensiones, de la familia real, de Méndez y de tantos políticos o sindicalistas
tildados de corruptos, de los bancos, de las hipotecas, de los desahucios, de
los comedores sociales, de la pobreza que nos asola, de la precaria situación
de tantas y tantas familias que se subieron al tren de un consumo que nos pintaban fácil y al que accedimos porque
teníamos un puesto de trabajo y un buen salario, sin pensar que el futuro
podría dar un bandazo.
Hoy se habla de todo esto. Y se hace desde la
indignación o la impotencia; desde la desesperación, desde el miedo, desde la
inseguridad que provoca el cierre de fábricas, los eres salvadores, la
suspensión de créditos bancarios; desde el desencanto que alguien nos ha traído
como antes nos trajeron la esperanza, desde la súplica por un puesto de
trabajo, desde la ira a punto de ebullición, desde las manifestaciones (que
pocas son) en protesta por tantos atentados como están padeciendo los más
desafortunados (que son muchos, casi mayoría).
Y me viene a la memoria, por reciente, una frase que
se atribuye, que será, de Nelson Mandela: “Si no hay comida cuando se tiene
hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y so
se respetan los derechos fundamentales de las personas, la democracia es una
cáscara vacía aunque los ciudadanos voten y tengan PARLAMENTO” . Una frase para
meditar ¡pero tantas hermosas frases se han quedado sólo en eso…! Desde Cristo,
desde los revolucionarios, desde los propios políticos antes de llegar al
poder, cuando son oposición y tratan de derrocar al que ocupa el puesto. La
vida es un cajón de frases que se quedan almacenadas, que no surten el efecto
deseado y que sólo sirven para adornar una oratoria. Poco más.
No sé si toda la culpa será de los políticos. Hemos
conseguido logros a lo largo de la historia y muchos de estos logros se deben a
quienes han creído en sus predicamentos, a quienes han sido honrados, desde la
política o desde cualquier otra faceta humana, y han pensado en los demás. La
vida es una larga cruzada en la que combatimos contra nosotros mismos. Nos
cuesta trabajo entender que los demás no se diferencian de nosotros más que en
las circunstancias que han guiado su rumbo. Es con esas circunstancias con las
que hay que hacer malabares para que a nadie le sean adversas hasta el extremo
de convertirlos en marginados.
Y esto requiere un aprendizaje, una dedicación
vocacional y una exigencia propia para quien tiene la circunstancia de
gobernar. Y no son los partidos políticos los que hoy ofrecen estas
perspectivas. No mientras se odien, mientras se enzarcen en discusiones
bizantinas, mientras no se quieran creer que todos somos uno. “Es mucha la mies
y pocos los segadores” que dijo otro de esos grandes hombres de los que está
jalonada la historia. Hagamos bien nuestro trabajo. Es el mejor esfuerzo que
podemos ofrecer para la causa de la humanidad.