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jueves, 12 de diciembre de 2013

MEDITACIÓN

Hoy, el diálogo más común no el de fútbol (es posible que lo sea a nivel de quienes no padecen la crisis, que los hay), hoy se habla de política, de corrupción, de paro, de subida de impuestos, de quiebra del estado de bienestar, de recortes, de peligro en la retribución de pensiones, de la familia real, de Méndez y de tantos políticos o sindicalistas tildados de corruptos, de los bancos, de las hipotecas, de los desahucios, de los comedores sociales, de la pobreza que nos asola, de la precaria situación de tantas y tantas familias que se subieron al tren de un consumo que nos  pintaban fácil y al que accedimos porque teníamos un puesto de trabajo y un buen salario, sin pensar que el futuro podría dar un bandazo.

Hoy se habla de todo esto. Y se hace desde la indignación o la impotencia; desde la desesperación, desde el miedo, desde la inseguridad que provoca el cierre de fábricas, los eres salvadores, la suspensión de créditos bancarios; desde el desencanto que alguien nos ha traído como antes nos trajeron la esperanza, desde la súplica por un puesto de trabajo, desde la ira a punto de ebullición, desde las manifestaciones (que pocas son) en protesta por tantos atentados como están padeciendo los más desafortunados (que son muchos, casi mayoría).

Y me viene a la memoria, por reciente, una frase que se atribuye, que será, de Nelson Mandela: “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y so se respetan los derechos fundamentales de las personas, la democracia es una cáscara vacía aunque los ciudadanos voten y tengan PARLAMENTO” . Una frase para meditar ¡pero tantas hermosas frases se han quedado sólo en eso…! Desde Cristo, desde los revolucionarios, desde los propios políticos antes de llegar al poder, cuando son oposición y tratan de derrocar al que ocupa el puesto. La vida es un cajón de frases que se quedan almacenadas, que no surten el efecto deseado y que sólo sirven para adornar una oratoria. Poco más.

No sé si toda la culpa será de los políticos. Hemos conseguido logros a lo largo de la historia y muchos de estos logros se deben a quienes han creído en sus predicamentos, a quienes han sido honrados, desde la política o desde cualquier otra faceta humana, y han pensado en los demás. La vida es una larga cruzada en la que combatimos contra nosotros mismos. Nos cuesta trabajo entender que los demás no se diferencian de nosotros más que en las circunstancias que han guiado su rumbo. Es con esas circunstancias con las que hay que hacer malabares para que a nadie le sean adversas hasta el extremo de convertirlos en marginados.


Y esto requiere un aprendizaje, una dedicación vocacional y una exigencia propia para quien tiene la circunstancia de gobernar. Y no son los partidos políticos los que hoy ofrecen estas perspectivas. No mientras se odien, mientras se enzarcen en discusiones bizantinas, mientras no se quieran creer que todos somos uno. “Es mucha la mies y pocos los segadores” que dijo otro de esos grandes hombres de los que está jalonada la historia. Hagamos bien nuestro trabajo. Es el mejor esfuerzo que podemos ofrecer para la causa de la humanidad.