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jueves, 19 de diciembre de 2013

CARTA A LOS REYES MAGOS

Queridos Reyes Magos:

El hecho de que seáis multirraciales y llevéis dos mil trece años cabalgando juntos, me anima a haceros una petición insólita. No sé si la podréis complacer, porque cuando mi edad requería juguetes, nunca me los traíais. Y me quedó una decepción que casi me ha acompañado de por vida (luego comprendí; pero aun así, el resquemor dejó huella). Aún recuerdo como si de un sueño se tratase, cómo en el Gran Teatro repartías juguetes a los niños más humildes. No pobres, porque pobres entonces éramos casi todos, pero  no siempre la pobreza y la humildad se dan la mano.

Recuerdo digo, como un sueño, que por alguna recomendación con alguno de los pajes, pude acceder a aquella entrega de regalos. Lo que no recuerdo es si me dieron algo, o qué me dieron. A lo mejor después de todo sólo fue un sueño que vosotros propiciasteis para que al menos durante aquel duermevela fuera un niño feliz.

Pero la vida enseña, y curte, y cicatriza las heridas aunque queden verdugones mal disimulados por las arrugas de la edad. Por eso ahora, que ya no necesito más que tiempo, voy a tener la arrogancia de pediros, no para mí, pero sí para los míos, teniendo en cuenta que los míos, además de los propios, son mis paisanos, mis compatriotas, los ciudadanos del mundo que en su deambular llegan hasta nuestras plazas, las familias que lo pasan mal y las otras que aún siguen teniendo la suerte de tener un trabajo y un salario a fin de mes, quienes nos gobiernan, quienes están en la oposición., quienes juzgan, quienes promulgan leyes, quienes sufren condena, quienes se han estancado en la marginalidad, quienes barren las calles, quienes ponen las luces de navidad, quienes tienen la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos. Si; aunque suene demagógico, aunque parezcan frases huecas y no sirvan más que para humedeceros los ojos durante un instante, todos los aquí nombrados, y los que podría seguir nombrando, son los míos.

Porque por encima de todo, a pesar del caparazón  con el que el tiempo me ha ido envolviendo, tengo momentos como estos, en los que pienso que la vida, la existencia dicho más exactamente, debe ser otra cosa que esta forma por la que transitamos de una a otra orilla.

Yo no sé si será buen momento de filosofar cuando de una petición se trata. Pero es que mi petición es pura filosofía. Porque lo que os pido es ESPERANZA. Esperanza para que podamos entendernos por encima de rivalidades, envidias, odios, soberbia; por encima de colores, de razas, de religiones; esperanza para un mundo que se está desmoronando, que arde por los cuatro costados como si nos estuvieran acosando los jinetes del Apocalipsis ( que deben ser mas de cuatro); esperanza para que salgamos de esta crisis de identidad y de valores que nos supeditan al dinero, a los mercados, a los índices que alguien nos exige para seguir creciendo porque la sociedad de consumo no tiene marcha atrás y a la velocidad que llevamos un frenazo en seco sería mortal.

Ya sé que mi petición caerá en saco roto. Que moveréis la cabeza en gesto afirmativo y os encogeréis de hombros porque ni a los reyes, por muy magos que sean les está permitida la facultad de hacer milagros. Pero tenía que intentarlo. Mi tiempo se cumple y siento el dolor por la herencia que dejamos a las generaciones que nos han de relevar.

No sé cuál será la solución. A mí se me ocurren algunas, pero son tan simples que me extraña que aún no se hayan podido poner en práctica. Por eso apelo a vuestra magia. A lo mejor vosotros, que tenéis el don de la ubicuidad podéis susurrar al oído de los poderosos, de quienes tienen la sartén por el mango, de quienes deciden ocupar naciones o extorsionar a los más débiles. Hacedles ver que el camino por el que se llega al otro extremo de la vida sólo precisa de sombra, agua y espíritu decidido. Que no hay desvíos porque al final todos los caminos conducen al mismo lugar. En fin, vosotros  tendréis mejores palabras que yo.

Ya me despido, porque si todas las cartas son tan extensas, comprendo que muchas de ellas no lleguéis a leerlas. A lo mejor es lo que ocurrió cuando yo era niño.

Abrazos fraternos.