Quisiera pensar que Dios existe. Y que se mesará los
cabellos impotente anta tanta atrocidad como manifiestan los seres creados a su
imagen y semejanza. Y que se dará golpes de cabeza sobre el orbe o incluso
pensará en el suicidio, que es lo que hacen los seres creados a su imagen o
semejanza cuando no encuentran salidas
para sus males.
Otro pensamiento sería que Dios no exista y sea el Demonio
quien dirija nuestros actos. de manera maquiavélica mientras suelta risotadas
atronadoras y espeluznantes y remueve peroles de agua hirviendo para torturar a
los condenados.
O pensar que la humanidad tiene tan poco de humanidad que ha
roto los moldes establecidos para una convivencia pacífica y ha descubierto el
placer en la tragedia, placer que pone en práctica cada vez con técnicas más elaboradas
y sibilinas.
Desde que existe memoria de acontecimientos, los dioses se
han enfrentado entre sí a través de las religiones. Y uno no se explica que si
existiera Dios, cualquier Dios, no se pusiera de acuerdo con sus oponentes para
llegar a un consenso de paz universal donde la vida primara sobre la muerte, el
amor sobre el odio, la construcción sobre la destrucción, la tolerancia sobre
el fanatismo.
Los acontecimientos de París, con ser trágicos, son uno más en
la sucesión de atentados que en todos
los órdenes y por todo el mundo están llevando a cabo los fanáticos que
llámense como se llamen o lo hagan en nombre de cruzadas que no tienen nombre,
no tienen justificación. Pero no es de extrañar que quienes no respetan su
propia vida y se inmolan matando bajo la creencia de que así encontrarán el paraíso, dejen de sentir
respeto por las vidas ajenas.
Es patente que la primera tarea que la humanidad debe
imponerse es la de encontrar caminos de paz y de concordia, palabras estas que
no por repetidas dejan de tener vigencia. Tal vez todos tengamos que reconocer
nuestros errores y empezar de cero. Es tarea de políticos, pero también de
educadores, de medios de difusión, de patriarcas de las distintas iglesias, de
ricos, de pobres, de gentes de toda condición… El mundo ya no tiene fronteras y
los avances tecnológicos del último siglo lo han convertido en una aldea.
Seamos aldeanos. Con las virtudes que puede representar esa palabra: aldeanos,
vecinos, amigos, colaboradores. No hay más humanidad que la consigamos con
nuestra conducta. Estamos de paso. Pero
la brevedad de nuestras vidas, no debe impedirnos sentar las bases para que las
nuevas generaciones puedan disfrutar de este hermoso lugar y de esta forma de
existencia que nos han sido dados aunque nunca sabremos por qué.
Que las injustas muertes que hoy destrozan nuestros
corazones sirvan para forjar los cimientos de una nueva humanidad. Ya sé que
son palabras grandilocuentes y que todo
lo aquí expuesto tendrá mejores
valedores que este humilde escritor de provincias. Pero también sé que hubo un
visionario por estas tierras manchegas que se erigió en defensor de entuertos.
A lo mejor lo que nos hace falta son muchos más visionarios que entiendan que
los sueños no son síntoma de locura y
que merece la pena salir a enderezar entuertos, mundo a través, con la
inocencia de una mente limpia y generosa.
Je suis París.