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domingo, 15 de noviembre de 2015

DOBLAN LAS CAMPANAS

Quisiera pensar que Dios existe. Y que se mesará los cabellos impotente anta tanta atrocidad como manifiestan los seres creados a su imagen y semejanza. Y que se dará golpes de cabeza sobre el orbe o incluso pensará en el suicidio, que es lo que hacen los seres creados a su imagen o semejanza  cuando no encuentran salidas para sus males.

Otro pensamiento sería que Dios no exista y sea el Demonio quien dirija nuestros actos. de manera maquiavélica mientras suelta risotadas atronadoras y espeluznantes y remueve peroles de agua hirviendo para torturar a los condenados.

O pensar que la humanidad tiene tan poco de humanidad que ha roto los moldes establecidos para una convivencia pacífica y ha descubierto el placer en la tragedia, placer que pone en práctica cada vez con técnicas más elaboradas y sibilinas.

Desde que existe memoria de acontecimientos, los dioses se han enfrentado entre sí a través de las religiones. Y uno no se explica que si existiera Dios, cualquier Dios, no se pusiera de acuerdo con sus oponentes para llegar a un consenso de paz universal donde la vida primara sobre la muerte, el amor sobre el odio, la construcción sobre la destrucción, la tolerancia sobre el fanatismo.

Los acontecimientos de París, con ser trágicos, son uno más en la sucesión de atentados que  en todos los órdenes y por todo el mundo están llevando a cabo los fanáticos que llámense como se llamen o lo hagan en nombre de cruzadas que no tienen nombre, no tienen justificación. Pero no es de extrañar que quienes no respetan su propia vida y se inmolan matando bajo la creencia de  que así encontrarán el paraíso, dejen de sentir respeto por las vidas ajenas.

Es patente que la primera tarea que la humanidad debe imponerse es la de encontrar caminos de paz y de concordia, palabras estas que no por repetidas dejan de tener vigencia. Tal vez todos tengamos que reconocer nuestros errores y empezar de cero. Es tarea de políticos, pero también de educadores, de medios de difusión, de patriarcas de las distintas iglesias, de ricos, de pobres, de gentes de toda condición… El mundo ya no tiene fronteras y los avances tecnológicos del último siglo lo han convertido en una aldea. Seamos aldeanos. Con las virtudes que puede representar esa palabra: aldeanos, vecinos, amigos, colaboradores. No hay más humanidad que la consigamos con nuestra  conducta. Estamos de paso. Pero la brevedad de nuestras vidas, no debe impedirnos sentar las bases para que las nuevas generaciones puedan disfrutar de este hermoso lugar y de esta forma de existencia que nos han sido dados aunque nunca sabremos por qué.

Que las injustas muertes que hoy destrozan nuestros corazones sirvan para forjar los cimientos de una nueva humanidad. Ya sé que son palabras grandilocuentes  y que todo lo aquí expuesto  tendrá mejores valedores que este humilde escritor de provincias. Pero también sé que hubo un visionario por estas tierras manchegas que se erigió en defensor de entuertos. A lo mejor lo que nos hace falta son muchos más visionarios que entiendan que los sueños no son síntoma de locura  y que merece la pena salir a enderezar entuertos, mundo a través, con la inocencia de una mente limpia y generosa.

Je suis París.