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martes, 24 de febrero de 2015

PARA EMPEZAR DE NUEVO NUNCA ES TARDE.


P
ara  empezar de nuevo nunca es tarde.
¿O ya es nunca?
¿Puedo ahora, perdida ya la cuenta de mis días,
Sentir como si el tiempo no hubiera transcurrido?
¿Puedo escribir las mismas emociones que me embargaron;
Los mismos sueños que me hicieron creer que el mundo era un lugar de conquista;
La misma ansiedad con la que alguna vez aguardé lo que nunca llegó;
La misma tristeza con la que me sentí al borde de la desesperanza?

Lo tenía todo escrito desde aquellas palabras;
Desde aquellas hermosas  palabras con las que entonces se llenaban las alforjas de mi [pensamiento.
Era fácil. Llegaban y llegaban.
Como una bandada de palomas posándose sobre un campo de mies recién segado;
Como las hojas que cada otoño alfombran los bulevares.

Llegaban las palabras en tropel.
Cada emoción, cada intensidad,
Era trasmitida al papel con las más acertadas expresiones,
Con las más sentidas metáforas.

Y yo,  el privilegiado poeta que sabía  mirar de distinta manera a la que miraba el
[común de los mortales,
Sentía la esponjosa felicidad de los ególatras.

Pequé de  vanidad pensando que aquello era el no va más;
Que Dios en su reparto me había distinguido de manera especial:
Alguien podía llorar leyendo mis poemas;
O enamorarse de quien podía decir cosas tan  estremecedoras.


Guardé mis escritos.
Primero en folios blancos que el tiempo volvió amarillos;
Después en disquetes de alta o baja densidad que quedaron obsoletos.
Luego en  lapiceros de memoria que se podían traspapelar a la mínima de cambio.
Eran mi tesoro. Mi vanagloria. Mi contribución a la posteridad.

Iluso. Alguien debería haberme llamado iluso hace mucho tiempo.
Nada hay más importante que vivir.
Las emociones se sienten, no se imaginan.
Sólo quien no cumple con el cometido que supone estar
Se atreve a emborronar cuartillas con las vivencias de otros.

Hoy los duendes han hecho justicia
Y han borrado de un plumazo todos mis intentos de inmortalidad.
Ya sólo queda el tiempo reducido a pasado.
Las miles de horas que dediqué a este empeño insano se han esfumado.
No hubo nadie. No hubo nada.
Sólo un sueño volando por los anaqueles.

Y ahí seguirá por los siglos de los siglos.